Alguien, quizá tú o yo, podría decir estos días: mi animal mitológico preferido es una oferta laboral con condiciones dignas. Sálvese quien pueda. Seguro que reconoces la sensación tras el asomar la patita del virus: un eterno aplazamiento de tu futuro, de tu horizonte de posibilidad; la reducción de tus oportunidades de caer de pie en el mercado de trabajo, sobre todo si vas a la universidad o estás planteándote un reciclaje completo de tu perfil. Parece que los jóvenes y no tan jóvenes terminamos de salir de la crisis del 2008 para empantanarnos en otra peor.
En este contexto, con augurios para un nuevo descenso a los infiernos económico y laboral, probablemente te has planteado qué puedes estudiar para anticiparte al mercado laboral que vendrá, y qué carreras son las mejores en tiempos de crisis.
A nadie le sonará extraño: la formación sube en tiempos de bajona económica. Todo el mundo pretende saber mucho más de lo que sabe por si el mundo se acaba y solo quedan algunos puestos libres en los juegos del hambre laboral. Por eso empiezan a mirar másters, posgrados y hasta oposiciones en las que encorvarse como machos cabríos.
Por descontado que hay ciertos parámetros o requisitos laborales, parejos al estudio de esas ‘carreras con futuro’, en los que será básico tener un conocimiento mutante. Nadie sabe qué pedirán las empresas, pero siempre piden algo, a ratos específico, a ratos etéreo y siniestro: entregarles a tu primogénito varón, un pacto con el diablo, una disposición sin rechiste a hacer horas extras.
Por tanto habrá que estar actualizado todo el tiempo en esos requisitos camaleónicos de los portales de empleo: dos idiomas (hindi, ruso y pangolín, muy deseable), conocimientos de informática, manejo de redes sociales con soltura, manejo de programas de tratamiento fotográfico, de lenguajes de programación, de apss, de energía cuántica, de tarot. Nombra uno y seguro que alguna oferta lo pide. Fuera bromas: de nada vale plantearse estudiar una carrera con futuro si no llenamos nuestra caja de herramientas con desvíos útiles.
Sea o no cierto que a toda crisis le sigue una oportunidad, a esta psicosis le van que ni pintadas las preguntas: ¿Qué perfiles serán los más demandados? ¿Las universidades están ya ofertando las carreras del futuro? ¿Puedo formarme en algo para ser absolutamente imprescindible como trabajador dentro de algún tiempo?
La respuesta no está clara. Hay ciertos sectores que, según todos los expertos, van a despuntar en el futuro, o más bien, van a modelarlo. En un contexto tan movedizo y cambiante, donde ni siquiera es posible asegurar qué dirección tomará el mercado, serán profesiones imprescindibles para remodelar el adn de las empresas: inteligencia artificial, big data, robótica y ciberseguridad son algunas de ellas. Obviamente, la teoría es diferente de la práctica. Lo que no se nombra no existe, y lo más importante a la hora de escoger qué carrera te va mejor en tiempos de crisis es estrechar tu círculo de opciones y definir esos trabajos futuros de forma mucho más concreta.
Al ser ramas tan amplias, la especialización y la inventiva y resiliencia para desarrollar habilidades concretas serán clave. No necesitas ser bueno en general, sino muy bueno en algo específico, cuanto más mejor: experto en blockchain, en nanotecnología, en computación cuántica, en el Internet Of Things.
En la cuarta revolución industrial, la que vivimos, parece que la tecnología será una de las ramas que demandará más profesionales. Las carreras relacionadas con el desarrollo tecnológico tienen todas las papeletas de ‘permanecer’ en un mercado laboral que corta cabezas con una sonrisa de chivo: ingeniería informática o de telecomunicaciones son dos carreras con un porvenir que asegurado, aunque como hemos dicho antes, no sirve de nada estudiarte lo general sino lo particular.
Especializarse, especializarse, especializarse. Quizá un informático-soldado y un experto en computación cuántica puedan conseguir trabajo fácilmente, pero el segundo acariciará una cuenta corriente más abultada, además de internarse en lo desconocido, por ser un campo aún en pañales donde ni los propios científicos saben el camino a seguir.
El último informe de empleos emergentes del portal Linkedin mueve ficha y nos habla precisamente de esos perfiles que más se han buscado en estos cinco años previos al covid. Un informe de Randstad apoya los datos: en una década se necesitarán más de 700.000 perfiles formados en carreras tecnológicas.
No íbamos muy descaminados con lo de sugerirte que te especialices: ingenieros formados en robótica, consultores de nube o cloud, expertos en big data; y tampoco con las skills: tan importante será saber idiomas como conocer distintos lenguajes de programación, salvo que seas muy bueno formándote por tu cuenta y no necesites ir a la universidad, cosa no del todo improbable, con la cantidad de recursos disponibles online.
Otra reflexión: la digitalización va a llegar a casi todos los trabajos, así que hay que anticiparse y empezar a trabajar, siquiera de forma simulada, en las habilidades que nos permitan readaptar nuestros conocimientos teóricos en un contexto laboral hipertecnológico. Un más que probable trabajo futuro: desarrollador de aplicaciones (carrera: ingeniería de software o informática)
Por descontado, es imprescindible pensar fuera de la caja. La tecnología no es el único campo donde se va a necesitar profesionales ‘nuevos’ (especializados). Piensa por ejemplo en una psicóloga formada en estrés laboral o en enfermedades mentales hijas pródigas del realismo capitalista (carrera de psicología); en el fisioterapeuta que alivia los dolores musculares que nos dan los jefes disfuncionales (Grado en fisioterapia, en Ciencias del Deporte, en Nutrición y Dietética); en una matemática (profesión que ya se rifan en muchas empresas); un piloto de drones (ingeniería aeronáutica). La lista sigue: Ingenieros agroalimentarios, ejecutivos, gestores de contenido...