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La importancia de la carta de presentación para tu candidatura de trabajo: te ayudamos a redactarla

  • Ah, la carta de presentación, ese trámite imprescindible que mucha gente redacta como si fuera a mandar la foto a su crush: siempre la misma imagen

La carta de presentación es uno de los pasos fundamentales en toda candidatura de trabajo, sobre todo en un momento como este, donde una oferta cualquiera recibe un número de solicitudes similar a al correo electrónico petado de cualquier estrella de la música al que le pides que te enseñe sus tatuajes y sus vacunas. Casi todas son chatarra digital, ya con un pie en el agujero del que no vuelven las cosas, como los mensajes en visto de tu crush (no te contestará nunca, abraza tu peluche, habla con él).

Sin embargo, es muy importante saber cómo redactar este tipo de carta para tu candidatura profesional, qué partes trabajar a fondo y cómo dirigirse a esa presencia invisible y maléfica al que te imaginas con un puntero láser o una pistola cargada: el responsable de recursos humanos.

Olvídate de las palabras rimbombantes, has venido a jugar

Vuesa merced, estimado señor o señora, apreciado homínido, su devoto servidor... Te parecerá obvio, pero uno de los errores flagrantes de toda carta de presentación está en ese tono formal que la mayoría utiliza como si bebieran néctar del intestino de Cervantes para contagiarse de su prosa florida. Piensan que así, con esa redacción escolar de sintaxis impecable y barroca, darán una imagen de excelencia, ropa limpia y traje de comunión, tanto como para que los llamen para una entrevista de trabajo.

La realidad es que, al final, te quedará un híbrido entre un salmo bíblico y un manual para lavadoras. Estas cartas son mortalmente aburridas de leer. Un niño llora desconsolado cuando perpetras una de estas… cosas.

Recuerda: el reclutador o la reclutadora es humano. Puedes dirigirte a ellos con un poco de naturalidad e incluso facilitar la cercanía con una redacción con un poco de sangre en las venas que no haya clonado a tantos otros que lo intentaron antes que tú. En el equilibrio está la gracia.

Por qué ellos

De obligado cumplimiento, casi al principio de la carta, contarle al contratador qué te motiva de su empresa, por qué les has elegido, qué proyectos interesantes has encontrado al investigar un poco más. Ellos conocen tus debilidades: cualquier reclutador sabe que pasarás toda una tarde con tu pijama agujereado y tu bote de pringles anotando hasta la última coma de los valores corporativos de la empresa o de su canal de Youtube.

Una carta para cada puesto (no una para dominarlos a todos)

Quizá sea esta la parte más empinada de la escalera, el hecho de tener que adaptar la redacción de la carta, los objetivos, la manera de presentarte en función del puesto al que aspires. Por desgracia, es necesario. El bombardeo de cartas clon se nota a un kilómetro de distancia, sobre todo si la persona que la recibe tiene la pituitaria de un sabueso.

Habla de ti, pero con guante de seda

La situación más normal es que dediques un buen espacio a hablar de ti mismo y de lo que has hecho (laboralmente), pero eso ya lo has glosado en tu cv. La redundancia en los datos es garantía de bostezo y corte de puntos en las venas. Hay que variar el rumbo. Hablar de ti es un trámite mucho menos necesario que redactar y diseñar la carta enfocándote en lo que puedes aportar a esa empresa, a ese puesto en concreto, con tus habilidades y tu visión sobre el sector al que postulas. Por qué haces lo que haces, qué ofreces, qué te distingue en esta inmensa rueda de hámster.

Cómo estructurar una carta de presentación

  1. Saludar (oh, nadie se lo esperaba). Un saludo cercano dirigido a esa presencia invisible de recursos humanos. Presentarte: una presentación sobre ti es la bala de la pistola, y solo tienes una. Sencillo: explica quién eres. No te extiendas demasiado.
  2. Enlaza la presentación con el puesto y la empresa. Aquí es donde se personaliza la carta y donde implícitamente queda claro que es por y para esa empresa y no estás tonteando con nadie más. Indica a qué departamento quieres ir y cuál es el puesto que les planteas desempeñar.
  3. Organizar el ‘enganche’ (aquello que tienes y que debes venderles). Es mejor dejar claro qué puedes aportar y no qué has hecho en el pasado. Si citas tu experiencia anterior, debe ser para destacar algún hito o algún aspecto (concretísimo) que vaya a ser tu espectro patronum en el nuevo puesto, y, sobre todo, que ellos puedan detectar como imprescindible.
  4. Llamada a la acción (mejor que la receta de las albóndigas de tu madre). Aquí hay que ser claros. Expresa lo que quieres conseguir sin rodeos decimonónicos de conspiración palaciega. Solicita una entrevista o apela de forma directa a cómo podéis seguir en contacto la empresa y tú.
  5. Cierre amable: no olvides agradecer al espectro incorpóreo que te lee la atención recibida y que te haya leído. Humanízate y, eh, humanízales. Se lo han ganado.
  6. Despídete con un sencillo ‘gracias’ o ‘buenas tardes’. La gente que no se despide acabará robándole caramelos a los niños a la salida del colegio.