"Yo no era la camarera más guapa del bar Coyote. En mi opinión, esa era Caroline. Pero no podía ser objetiva con Caroline porque es la que mejor se portó conmigo cuando empecé a trabajar allí. Era preciosa y muy divertida. Cuando le pregunté cómo había conseguido su primer trabajo como camarera, se agarró los pechos y me dijo solamente: 'Estas'". Si has prestado atención al título de este artículo, seguro que tienes una teoría sobre la procedencia de estas palabras.
¿El guion de 'El bar Coyote'? No. Es el comienzo de un artículo de 1997, de la edición estadounidense de GQ, en el que Elizabeth Gilbert, periodista y autora de 'Come, reza, ama', que también llegó al cine, contaba sus pinitos en el bar Coyote. En el verdadero, el que abrió en 1993 en el East Village de Nueva York. Así es, el bar Coyote existió en la realidad. Y puede ser la historia que tú quieras: el sueño americano o su reverso humillante, el empoderamiento femenino o la cosificación sexual. Al fin y al cabo, en el bar Coyote hay mucho de reapropiación. De peli de heteros, por ejemplo, a icono queer o LGTBI.
Hay dos motivos que nos reúnen hoy para hablar del bar Coyote. En primer lugar, la celebración del 20º aniversario de la película, que se estrenó en agosto del año 2000, y que teníamos que rememorar antes del final del verano. El segundo, que hace unos días el negocio original cerró sus puertas por la crisis sanitaria (aunque tiene muchos otros locales). Y no podemos negarlo: los millennials somos animales nostálgicos y aprovechamos cualquier oportunidad para charlar de todas esas cosas que nos gustaban. Y el 'Don’t Fight the Moonlight' de LeAnn Rimes nos encantaba. Y los bailes de Tyra Banks y compañía encima de la barra.
Estamos convencidos de que no somos los únicos que recordamos aquello como un fenómeno improbable, porque, pese a recibir críticas desastrosas, 'El bar Coyote' fue un exitazo de taquilla y una sensación cultural en muchos países. Tenía un presupuesto de 40 millones de dólares y recaudó 113 en todo el mundo. ¿Qué tenía para gustar tanto? Imaginamos que fue la mezcla de música pop, cuento de hadas, bailes sexys, caras bonitas (no solo de actrices) y la creación de un fandom muy diferente del que imaginamos como público objetivo.
Recuerdas de qué va 'El bar Coyote', ¿verdad? Por si acaso eres centennial y no te estás enterando de mucho, te lo explicamos. Escrita por un montón de autores (aunque oficialmente solo consta Gina Wendkos, la intrahistoria de Hollywood cuenta que el guionista de culto Kevin Smith hizo una reescritura) y dirigida por David McNally (nos gustaría decirte que hizo más películas memorables, pero no), narra la historia de Violet, una joven de 21 años de una pequeña ciudad que decide mudarse a Nueva York para triunfar en la música.
Y pasa lo que pasa en todas estas historias. Que no lo consigue (al menos al principio) y se tiene que poner a trabajar de algo que no le gusta: camarera. Camarera, además, en el bar Coyote, donde las empleadas bailan sobre la barra y seducen a la concurrencia masculina con su belleza y su carisma (aunque tienen prohibido liarse con ellos, y también llevar a sus novios al local). Lideradas por la actriz Maria Bello, con una Piper Perabo antes de ser una estrella fugaz y Tyra Banks como supermodelo reclamo, eran como unas Sailor Moon descaradas que a unos conquistaban por motivos superficiales evidentes, y a otros, como a los gais, por ser unas jefazas.
Es curioso ver 'El bar Coyote' desde la distancia porque nos hemos dado cuenta de que es como una versión de cuento de hadas de Showgirls. Así es: Paul Verhoeven estrenó en 1995 la icónica película sobre una joven con ganas de triunfar en Las Vegas que acaba tomando un oscuro giro de madurez al empezar a trabajar como stripper. Y más curioso aún es que alguien pensara que 'El bar Coyote', con su sencillez y su inocencia, fuera a conquistar a un público ya resabiado. Pero lo hizo. Inferimos que su fandom lo formaron sobre todo adolescentes atraídos por su historia de unión femenina y sus canciones pop, y no podemos obviar su conexión con la audiencia lésbica y gay.
No creemos que merezca la pena revisar los discursos del largometraje dos décadas después (seguro que encontramos aspectos reprobables, como que fuera tan mojigata, o que no decidiera si le parecía bien o mal que sus protagonista se dedicaran a eso), porque el éxito se lo debe por encima de todo a su condición de culebrón trash (otra de las cosas en común con Showgirls). A su capacidad de ser abierta y orgullosamente hortera y simplona, y a la vez respetuosa y compasiva con todos sus personajes.
Pero, ¿qué tiene 'El bar Coyote' para haberse consagrado como un icono queer? En primer lugar, creemos, utilizar el reclamo de las mujeres conocedoras del deseo que generan (cuánto de fantasía heterosexual hay en sus escenas) para triunfar y lograr sus sueños. Eso conecta de forma muy particular con cierto público lésbico (sus personajes son amigas, son fuertes y son sexys, pero no de una manera sumisa o tradicionalmente femenina), y también con los gais.
No olvidemos además ese momento en que Violet subasta a Kevin, el personaje de Adam Garcia, que se desnuda sobre la barra del bar, proponiendo el cambio de objeto deseante a objeto deseado. Y tampoco podemos subestimar la fascinación que muchos hombres homosexuales sentimos hacia las figuras femeninas, por un lado, y hacia el pop, por otro. En lo primero hay una negación del clásico sentir masculino y un abrazo a lo que representan las mujeres, las únicas que nos mostraron cariño y con cuya diferencia y sacrificio nos identificamos. Y en lo segundo, porque hablamos de un género musical profundamente emocional y honesto. A veces trash y hortera. Y todo eso es 'El bar Coyote'.