Si el pasado miércoles te vestiste de rosa o has pronunciado hace poco la frase "You can’t sit with us", sabes perfectamente qué día es hoy. El 3 de octubre, a Cady Heron (Lindsay Lohan) le piden por primera vez una cita. ¿Por qué, de entre todas las películas de instituto, seguimos recordando ‘Chicas malas’ muy por encima de otros clásicos del género? Un guion firmado por la cómica Tina Fey (que después crearía las series ‘30 Rock’ y ‘Unbreakable Kimmy Schmidt’), lleno de frases memorables y de coletillas que seguimos usando, fue el germen de una cinta de culto que ha generado un musical de Broadway y dos videojuegos, ha sido homenajeada por Ariana Grande en un videoclip, se ha repuesto en sesiones de medianoche en cine y bajo su marca se ha lanzado infinidad de merchandising. Por todo esto, hoy en Yasss repasamos esta peli de instituto que fue mucho más allá.
El gran acierto del casting fue encomendarle el papel principal a la inimitable Lindsay Lohan. En 2004, cuando se estrenó la película, Lindsay era todavía una estrella adolescente asociada a Disney (venía de protagonizar ‘Freaky Friday’ junto a Jamie Lee Curtis) y ‘Chicas malas’ significaría la consolidación de una joven actriz que poco tiempo después se convertiría en un verdadero icono pop. Las idas y venidas (cárcel incluida) de la estrella añadirían con los años una lectura sobre esta peli casi profética. Convertida en la chica mala por excelencia de Hollywood, verla a día de hoy en la película, pelirroja e inocente, repartiendo una corona entre sus compañeros es una metáfora jugosa de cómo la ficción puede moldear la realidad.
En la cinta, Linsday se mete en la piel de Cady Heron, cuya historia tiene un punto de partida distintivo: tras ser criada en África y educada por sus padres, llega a un típico instituto americano donde no solo ella es la nueva, sino que todo el entorno es nuevo para ella. Cady pasa de estar rodeada de fieras salvajes a chicos y chicas en edad del pavo, que son mucho más peligrosos. Desde el principio, su voz en off nos hace cómplices de la protagonista, una chica lista (aunque aún no sabemos si buena o mala) cuyas capacidades la pueden llevar a las cotas más altas de popularidad, aunque sea a costa de traicionarse a sí misma.
La cinta, dirigida por Mark Waters, presenta todos los clichés del género instituto, pero la inteligencia de la propuesta es que usa esos elementos tan reconocibles para contar una historia mayor. Una historia que puede apelar no solo a adolescentes, sino que se ha convertido en una referencia para la comunidad LGTBIQ+ o para todos aquellos que alguna vez se han sentido desplazados. Si otras cintas como ‘Heathers’ o ‘The Breakfast Club’ están pensadas para que uno desee haber vivido esa experiencia en el instituto, ‘Chicas malas’ es tan exagerada y divertida que solo puede ser una fábula que, como en los cuentos para niños, contiene una moraleja.
Que Cady Heron venga de África no es un detalle menor: la adolescencia en la etapa más ‘animal’ de la vida. Por una parte, las hormonas y los puros procesos químicos del cuerpo están en pie de guerra. Cada día el cuerpo cambia, la voz cambia, y uno debe aprender a moverse por su hábitat con una forma y un tamaño distintos. Por otra parte, son los años en los que aprendemos a convivir en sociedad sin la protección de nuestros padres. Debemos buscar nuestro espacio en la manada y, como ocurre en la mayoría de especies, ganarse ese lugar incluye el enfrentamiento con los demás.
El conocimiento que tiene el personaje de Lindsay de la vida salvaje será clave para su acercamiento a la vida de instituto: como en África, allí ve especímenes luchando por su hueso y ganándose el respeto de sus iguales. Solo cuando ella se ve seducida por las ‘hembras alfa’ del instituto en su uniforme rosa, tendrá que luchar con su propia naturaleza. Pero esas chicas que están en la cúspide social no son solo populares. La cinta las presenta como auténticas celebrities, en un momento en el que los famosos en Estados Unidos empezaban a ser perseguidos por los paparazzis como, de nuevo, fieras salvajes, y que culminaría un par de años después con la caza de Britney Spears rapándose la cabeza.
La película juega entonces no solo a hacer reconocibles las piezas de un género, el de cine de instituto –que después de los 90 estaba ya prácticamente agotado–, sino que tiene una aspiración universal. Lo que hace única a ‘Chicas malas’ es que no se limita a la visión adolescente. Aunque para los personajes no hay nada más importante que ser popular, la película deja ver lo que ocurre cuando uno acaba sus años de instituto: quienes parecían molar en realidad no molan tanto, quienes se esfuerzan en molar en realidad siempre fracasan, y quienes tienen otros intereses más allá de la popularidad suelen resultar victoriosos en unos pocos años. El guion deja entrever esta lección sin renunciar al verdadero disfrute de poner a jugar de las cintas adolescentes. Para cuando acaba el metraje, no solo has disfrutado con las humillaciones a los personajes insoportables y las frases sarcásticas, también (si has prestado atención) te llevas la valiosa lección.
Por eso, ‘Chicas malas’ tiene el mejor final posible –alerta spoiler–: Cady/Lindsay deja claro que aquello por lo que han estado años luchando las chicas populares no es otra cosa que un trozo de plástico, y cada personaje aprende a usar sus características propias (aquellas que las convertían en diana de las burlas de los demás) en su favor. Sea para convertirse en la nueva estrella del equipo de lacrosse o para predecir el tiempo con las tetas, Chicas malas nos enseña que la identidad de cada uno no debería ser aquello de lo que nos avergonzamos, sino lo que usamos para encontrar nuestro lugar en el mundo. And that’s so fetch!