El siglo XXI trajo para todos un montón de palabras nuevas. Algunas han caído en desuso porque formulaban ideas que han perdido vigencia (¿te acuerdas de los politonos?), otras se han quedado revoloteando en el ambiente y, si has estado atento, habrás visto cómo han ido también cambiando de forma y color. Una de esas palabras es 'choni'.
Las primeras veces que oímos esta derivación (parece que del inglés Johnny, usada en Canarias para referirse a los turistas de clase obrera), venía acompañada de un fuerte prejuicio. Hoy, todo lo que hace quince años nos quitábamos delante del espejo antes de salir de casa (porque era demasiado choni) es lo que vemos reinar en pasarelas y videoclips. Saca del cajón esos pendientes de aro gigantes, si es que alguna vez tuviste la tentación de abandonarlos y descubre la evolución de este estilo tan peculiar.
La moda, el cine, la televisión y la música han ido construyendo el imaginario choni más allá de ese primer uso en las playas canarias. Pronto aprendimos que con ese término uno podía separarse de las chicas de clase baja, poco formadas, maleducadas y escandalosas. La realidad, como siempre, es más compleja que las palabras que la definen.
En su ya clásico ensayo 'Chavs, la demonización de la clase obrera', el periodista británico Owen Wilson explica cómo la estética de las personas más desfavorecidas por el sistema acaba formando una barrera que nos permite sentirnos mejor que ellos. En España, un conocido reality que tenía lugar en Gandía adaptó a nuestro país lo que venía pasando fuera: si esa barrera con lo choni era puro clasismo en la vida real, resultaba de lo más divertida televisada.
El periodista cultural Juan Sanguino vio en el programa "perfiles muy reconocibles, con los que estamos familiarizados, que convertía en espectáculo y esperpento. El programa no sé reía de ellos pero los explotaba hasta la parodia, y sin que ellos participaran del todo en la parodia. Eran chicas y chicos que no conocían otra vida: la Ylenia actual, feminista y empoderada, no era la de aquel entonces, cuya trama era gritar y patalear porque un chico no le hacía caso".
Lo que empezó con el reality levantino y ha con continuado también en otros programas de televisión es "que ha convertido la figura de la choni en un fetiche, del que nos permitimos apropiarnos", según Sanguino. "Mucha gente las idolatra como figura melodramática, las admira pero desde la distancia irónica… Son divas: nunca les darían trabajo en un restaurante respetable, la sociedad las expulsa, y ante eso ellas se rebelan". Convierten el complejo de clase en fiereza: "presuponen lo que la gente piensa de ellas y se defiendes con un: así soy yo y no pienso cambiar. La elegancia la llevo yo, y no tú, vieja amargada", concluye Sanguino, citando a la icónica Inma de Gran Hermano 7.
Si la televisión nos mostró cómo era la choni, la moda la reformuló. El estampado de leopardo, los grandes pendientes de aro, las largas uñas y los colores chillones pasaron del asfalto de los parkings a la pasarela. Para el diseñador Leandro Cano, "la moda se ha democratizado en los últimos años, ha llegado a la calle y empieza también a salir de la calle. Poco a poco, la estética más street style se ha ido colando en los armarios. Además, gracias a las redes sociales, la búsqueda de referencias estéticas alrededor del mundo está a golpe de clic. Todo esto ayuda a normalizar este tipo de elementos más urbanos, que a su vez han ido evolucionado con la música más callejera como el trap, el reguetón…".
Cano pertenece a una generación de jóvenes creadores de moda que ya no ve con prejuicios los elementos clásicamente asociados a lo choni. Si la firma de alta costura Blumarine ya en su colección otoño/invierno 2012 llevó estos elementos a las grandes citas de la moda, no quedan remilgos para jugar con esas piezas. "La alta costura permite a los diseñadores crear libremente y son un altavoz de lo que ocurre en el mundo", reflexiona, "pero no tiene tanta difusión a nivel popular como lo que se pueda ver en los escaparates de las tiendas o en lo que llevan puesto personajes muy populares".
En este sentido, las Kardashian o Rosalía han sido las grandes democratizadoras de lo choni entre las mujeres. "La estética de los artistas forma parte de su universo. Es su sello y, si pensamos en los artistas que nos gustan, todos tienen una estética particular y muy asociadas a ellos. Por supuesto que se convierten en algo aspiracional, miles de personas les admiran y analizan cada look que se ponen, e intentan imitarlo", explica el diseñador.
Las reinas de la música urbana y latina lo tienen claro. Si la estética choni nació de un demérito social, es hoy el estándar de las mujeres que triunfan en la las listas de streaming, que han popularizado el chándal y las deportivas donde antes solo se admitían lentejuelas y taconazo. Desde su propio nombre artístico, Shainny marca su gusto por lo brillante y llamativo. Esta joven creadora trasvasa a sus vídeos su estilo diario. "No es que piense en la estética que busco para determinado vídeo, es mi estética del día a día. Visto así, no soy muy de seguir modas, es mi estilo desde hace mucho", explica.
Uno de sus máximos referentes es Nicki Minaj, que le ha mostrado que vestir !como quieres sigue siendo complicado, porque siempre se tiene a la mujer bajo la lupa por enseñar lo que quiera enseñar, y ella lo hace sin importar el que dirán las críticas, importando solo el sentirse bien!. También se inspira en videojuegos ("uno de mis peinados en los vídeos es el de Xiaoyu de la saga Tekken") y aunque de pequeña le encantaban las muñecas Bratz, "ahora las veo como un canon para elegir una cara e ir todos igual, parecer réplicas de ellas. Desde hace un par de años ya no me gusta tanto esa estética”.
El pop y la música electrónica también son permeables a este fenómeno, que adaptan a su propio discurso. El tándem de la cantante Rakky Ripper con el productor Eurosanto han revitalizado un sonido que nació en los años de esplendor de los tatuajes tribales y las camisetas con el logo de El niño. "Bienvenida a los 2000" es el primer verso de su canción 'Thai Food' y una declaración de intenciones. La cantante se fijó en el rollo bakala de principios de los 2000, superhortera con sus plataformas y pantalones de talle bajo" para construir esa imagen, que también bebe de Britney Spears o Lady Gaga: "la música que hago siempre ha buscado la corriente pop, aunque también toque el trap o el reguetón, ya que al fin y al cabo es la música con la que creció toda mi generación".
Los años de efervescencia de esta estética coincidieron con la adolescencia de Rakky Ripper. "En Tuenti fue donde yo encontré a mis primeros amigos cuando no los tenía en el colegio", explica. "Las modas y todo lo nuevo nos llegaba por Fotolog, Myspace… Veíamos a gente de otros países con ropa que queríamos tener, pero no sabíamos dónde conseguir eso en España. Así que intentábamos adaptarlo a lo que teníamos a mano".
Esa juventud ha marcado el punto de inflexión que ha terminado de arrancar los prejuicios del universo choni. Eurosanto cree que "se ha normalizado mucho el uso de esos elementos estéticos y mucha gente de mi generación los han tomado como referente cultural". El productor intenta involucrarse todo lo que puede "en el proceso creativo de los artistas con los que trabajo. En el caso de Rakky, estuve muy presente a la hora de tomar decisiones relacionadas con lo estético (hicimos el mood board juntos, me encargué de buscar al diseñador gráfico...). Creo que una propuesta musical potente siempre debe estar acompañada de una estética llamativa".
A Shainny "nunca" la han llamado choni, porque cree que no se ha "movido nunca en un círculo en el que esa palabra estuviera muy presente. Porque, ¿qué es ser choni? ¿Una chica que habla alto, malhablada cuando lo siente, que usa ropa diferente a los demás, de barrio...? Nunca he visto nada malo en eso, y mi entorno tampoco". Rakky, que fue emo de adolescente, no ve tantas diferencias entre esas distintas formas de ver el mundo: "ambas corrientes estéticas tenían muchos puntos en común, pero creo que era porque todas cogíamos cosas de la moda del momento. Ahora sigue habiendo chonis y el término significa lo mismo, pero no se visten igual que en 2005".
Las chonis, para Juan Sanguino, han dejado de ser una cultura marginal para convertirse en algo casi hegemónico. "Del extrarradio y del polígono han surgido artistas, creadores, mucho talento. De los márgenes ha surgido arte. Tan absoluto es esto que ha provocado incluso que una figura como Bad Gyal, que proviene de una familia adinerada, adquiera los códigos estéticos e ideológicos del extrarradio. Para la gente que ya ha nacido con Belén Esteban en televisión, lo choni no es marginal: es la realidad. La única que hay". Shainny, que por edad no recuerda un mundo 'antes-de-choni', espera "que el término haya perdido relevancia, porque era despectivo para una mujer que era, simplemente, ella misma".