Sevilla entera ha despedido a María Jiménez como a ella le hubiera gustado: con alegría. Porque, aunque sus seres seguidos empezarán a sentir el dolor de su ausencia con el paso de los días, el funeral de una mujer tan vital como ella tenía que ser así, una fiesta. Su féretro ha recorrido las calles de la ciudad en una cabina de cristal llena de flores y arrastrado por un coche de caballos y, desde que su hijo Alejandro comunicó su muerte de forma oficial, toda España ha sentido su pérdida.
Además de por su música, María siempre será recordada por ser por su excepcional carácter. A sus 73 años, seguía siendo ese espíritu indomable que resurgió de las cenizas cuando compuso 'Se acabó', convirtiéndose, sin saberlo, en la primera mujer que usó el hastag contra el machismo que ha surgido al raíz de la denuncia de Jenni Hermoso. Al igual que ocurrió con María Teresa Campos, las redes se han volcado en recordar los mejores momentos de la artista fallecida y cada uno es mejor que el anterior.
Siempre deslenguada y con el buen humor por bandera, María fue protagonista de grandes entrevistas en la televisión (sobre todo, cuando se enfadaba contra el Top Manta). No sabemos si, finalmente, consiguió echar el "buen polvo" que tanto deseaba antes de morir o si arregló a tiempo el horno en aquella Navidad, pero lo que nunca olvidaremos es el mensaje de fuerza y vitalidad que nos dejó.
Cuando los médicos le dijeron por primera vez que tenía cáncer de pulmón, ella contestó: "¿Y qué? Eso se cura, ¿no?" e inició una incansable lucha por la vida, a pesar de lo duro que ésta le había golpeado. Cuando su hija Rocío tenía 17 años, murió en un accidente de coche y eso, como cualquier madre, es algo que María nunca superó. De lo que si escapó fue de las garras del maltrato, pues, en una época en la que la mujer se conformaba con su sino, ella supo luchar por su libertad y su amor propio y se separó de Pepe Sancho, su marido y conocido maltratador.
Tanto ella como María Teresa pertenecen a una generación de mujeres fuertes, que pusieron los cimientos del feminismo que, hoy, ha tomado fuerza, color y forma. Ellas rompieron con un discurso patriarcal que, en sus años de juventud (y también los posteriores) era aceptado y defendido por una sociedad en la que las mujeres sólo tenían que ver, oír y callar. Gracias a su rotunda negación al silencio, ahora somos más libres, más conscientes y seguras; más combativas e irreverentes. Y, sobre todo, estamos unidas en una lucha que ni la muerte puede matar.