Hace tiempo que la boca de Residente echa espuma, y no lo decimos por decir. El líder de Calle 13, una de las figuras históricas fundamentales de la música urbana, lleva un tiempo arrastrando la polémica bajo sus zapatos, desde que le lanzara una ‘tiradera’ a J Balvin y comparara sus temas y su música con una fábrica de hot dogs, a propósito de los Grammy Latinos. J Balvin le contestó en el mismo lenguaje y creó ad hoc una marca de perritos calientes.
A René Pérez Joglar la gresca le hace salivar de puro gozo, como un depredador que huele la polémica y no pierde ocasión de dar su punto de vista o reivindicar los asuntos que considera importantes. El encontronazo con J Balvin, en el que acusó al cantante de ser un hijo sano del capitalismo sin rastro de conciencia social por su país (Colombia), no ha sido ni mucho menos el único roce que ha tenido con diferentes agentes de la industria musical a lo largo de su carrera, que acumula varias décadas a sus espaldas.
Hace menos de dos semanas, el cantante participó en una de las míticas sesiones de Bizarrap y volvió a enseñarle la dentadura afilada a Balvin. El propio tema de la sesión con Bizarrap fue ese: una tiradera hecha de rap y de puro flow. En 2011, el cantante, como dijeron en la prensa entonces, enfureció al pueblo peruano durante un concierto.
El encontronazo del cantante con sus seguidorxs tuvo lugar el 5 de diciembre de 2011. Calle 13 tenía programado un concierto en San Marcos, uno de los principales estadios de la ciudad y lugar de celebración de eventos multitudinarios. Con el público esperando (o ya bostezando) a las 23:15 de la noche, la banda no aparecía. No se trató de un simple retraso de media hora, el clásico paréntesis en los que una banda soñada tarda un poco más de lo habitual en salir al escenario con el estallido de los focos.
A la una de la mañana, Calle 13 seguía sin dar señales de vida, y tres horas más tarde todavía quedaban punteados por el estadio miles de seguidorxs de la banda, ya perplejos por lo que estaba pasando. Los empezaron a reventar la pista desde la una. De hecho, como recuerdan algunos de los que lo vivieron, la cosa no llegó a mayores porque intervino el equipo de seguridad y el estadio no salió en llamas o volaron filas enteras de asientos arrancados.
El concierto empezó a las 3 de la mañana, casi cuatro horas después de lo previsto. El argumento que entonces esgrimieron Residente y su compadre de música, Visitante, es que habían tenido un problema con el vuelo que tenía que trasladarlos hasta Lima. Para el momento en que los dos cantantes saltaron al escenario, ya había botellas y vasos volando en plena batalla campal.
La cosa podía haberse saldado como un pecado de juventud, un simple retraso, pero dio la casualidad de que uno de los mecheros que volaba le dio a Residente en toda la cara. Al cantante se le hincharon las narices, como suele decirse en España, y lanzó su ‘tiradera’ al público peruano.
“Perú, vamos a hacer algo para entendernos porque estamos en familia, ¿o no?”, dijo el cantante. “Aquí nosotros no hemos dormido en tres días, para que vengan a escucharme. No soy ningún Luis Miguel, ni Shakira... ni estaba en ningún jacuzzi. Yo fui a Venezuela hoy (sábado) porque Puerto Rico no estaba entre los países que tenían que estar con todos los presidentes y por eso fui a Venezuela”
La arenga que lanzó el cantante a un estadio malhumorado fue dura y firme. El público que no quería escuchar, y es normal, después de perder casi tres horas esperando ver a sus dos ídolos. Residente explicó que, como ellos, estaba cantando a las 3 de la mañana y tanto él como Visitante habían hecho un esfuerzo enorme para contentar a su comunidad. Asimismo, invitó a irse a los espectadores que “no quieren estar aquí” y a quedarse a los que tuvieran ganas de oír su música. “Los que se quieren quedar porque entienden que mi país también merece una bandera allá, que se queden. Pero que no me vengan a tirar una llave en la cara porque les juro por mi madre santa que yo me tiro”.
Residente es mucho residente, y las reglas del buen espíritu callejero le pudieron. Retó, siempre con estilo, a quien tuviera algún problema con él. “Que se trepe como hombre y me lo diga en la cara. Vamos a tocar... ¡los que se quieren ir, que se vayan al carajo!”.