La última semana de noviembre ha comenzado con un hilo de Twitter viral: el de Elena Cañizares, una joven estudiante de enfermería que ha dado positivo en la prueba del coronavirus. Lo relevante no ha sido el resultado de la PCR, sino la reacción de sus compañeras de piso.
A lo largo de varios tuits, Elena compartía pantallazos y audios en los que sus compañeras de piso le exigían irse del piso. Ella tenía claro que la cuarentena la iba a pasar allí. En primer lugar, porque las recomendaciones sanitarias dejan claro que si tienes coronavirus, no puedes desplazarte. En segundo lugar, porque sus padres “de más de 60 años, uno infartado y otra con hipertensión” son personas de riesgo.
La difícil situación obligó a Elena a bloquear a sus compañeras y salirse del grupo de WhatsApp. Además, dejaba claro que en cuanto superase el coronavirus, se iría del piso. Sin embargo, "Twitter hizo su magia" y las reflexiones en voz alta de la joven se viralizaron en cuestión de horas.
Más de 50.000 personas han compartido su historia, entre ellas celebridades como Brays Efe, Ibai Llanos, Luis Cepeda o Héctor Castiñeira, más conocido como Enfermera Saturada. Todos ellos compartían un mismo sentimiento: indignación ante la reacción de las compañeras de piso de Elena.
La decepción colectiva se ha convertido rápidamente en acoso, lo que ha obligado a Elena a borrar el hilo de Twitter. “Chicos os tengo que pedir que por favor no insultéis a mis ex compañeras ni las intentéis buscar, con que me hayáis apoyado es más que suficiente, no quiero crear hate”, compartía en su Twitter.
Es totalmente comprensible que sintamos decepción y furia ante lo sucedido. Llevamos casi un año lidiando con una pandemia mundial, algo que ha aumentado la ansiedad, el estrés y las opiniones polarizadas.
Deseábamos con todas nuestras fuerzas que el coronavirus nos hiciese mejores, pero noticias como la de Elena Cañizares nos demuestran que algunas personas perdieron la empatía y el sentido de la responsabilidad por el camino. Sin embargo, esto no justifica la avalancha de faltas de respeto y mucho menos que se revelen datos privados de las personas implicadas en el hilo de Twitter.
Tal y como reflexionaba la propia Elena en sus redes, una cosa es reivindicar su situación y apoyarle, y otra muy diferente insultar, humillar y amenazar a sus compañeras de piso.
Situaciones como la que acabamos de vivir se explican por la combinación de cinco factores:
hate En unos días, la historia de Elena Cañizares quedará en el olvido. Será una de tantas anécdotas sobre lo mal que afrontamos el coronavirus. Sin embargo, las personas que hay detrás de este hilo de Twitter y que han visto cómo un país entero se reía de ellas pueden haberse visto marcadas psicológicamente.
Por un lado, la autora de los mensajes puede sentirse culpable por la repercusión de sus palabras. En la otra cara de la moneda, hay tres personas que han actuado mal, pero a las que no conocemos. ¿Cómo te sentirías si de la noche a la mañana más de cien mil personas te insultasen? Probablemente tendrías miedo, tristeza o impotencia.
Para algunos esto es justicia, pero socialmente nos estamos poniendo la zancadilla a nosotros mismos.
Creemos que atacando mejoramos las cosas, cuando en realidad es muy difícil que alguien cambie de opinión si le faltan al respeto. Aunque hay mensajes respetuosos que aportan información sobre el coronavirus y cómo actuar si das positivo, los insultos gratuitos pueden dar pie a que las compañeras de piso de Elena se pongan a la defensiva, se aferren a su punto de vista y vuelvan a actuar igual en el futuro.
Está claro que la actitud de las compañeras de piso de Elena ha sido bochornosa, pero esta vez no van a aprender de sus errores.
Por otro lado, ¿Cuántos de los que han insultado a las tres jóvenes habrían actuado de forma ejemplar en su situación? Hagamos autocrítica durante un instante. Pensemos en aquella vez que con veinte años la cagamos estrepitosamente, dijimos barbaridades en una discusión o fuimos irresponsables. ¿Te gustaría que España entera te juzgase por algo que hiciste en un momento de nervios? Si así fuese, ¿Qué harías si en vez de señalar tus errores desde el respeto, te amenazasen e insultasen?
Si queremos salir mejores de esta pandemia, el primer paso es dejar de lado las lapidaciones virtuales.