Entrar en la lista negra de una empresa como Ferrari no debe de ser plato de gusto para ningún famoso, y eso que la compañía tiene fama de gobernar con mano de hierro su imagen de marca y hacer y deshacer a su antojo. Puede que tengas una cuenta bancaria de muchos ceros, pero eso no te garantiza que la escudería vaya a facilitarte una de sus golosinas motorizadas.
No es la primera vez que la empresa tacha de su lista de compradores VIPS a celebrities y famosos que han querido hacerse alguno de sus bólidos. Al rapero Tyga le hicieron la verónica después de que dejara de pagar su Rolls Royce y su Ferrari Spider; Floyd Maywater, uno de los mejores boxeadores de la historia, no tiene permiso para comprar ninguno de estos coches exclusivos, ni tampoco el rapero 50 Cent.
Uno de los últimos casos de veto ha sido el de Justin Bieber, que ni aún poniéndose de rodillas u ofreciendo todo el dinero del mundo (lo tiene; esta es su gran fortuna) va a conseguir que alguno de los responsables de la compañía firme un papel donde diga: “Has sido un chico malo, pero te perdonamos”.
Te contamos el motivo.
Vale, puede que Justin Bieber tuviera una adolescencia mal digerida, con capítulos sombríos a razón de diez o doce por año, pero nada queda ya del adolescente que organizaba orgías y dejaba abandonado a su mono en los aeropuertos a los que viajaba. Está casado, goza de estabilidad mental y ha hecho las paces con su demonio de Tasmania interior.
Al cantante le pirran los superbólidos desde que era muy joven, y lo lógico sería que hubiera podido añadir a su impresionante colección de coches un ejemplar de una marca histórica como Ferrari. La sorpresa la dio la propia marca, Ferrari, de forma inflexible. Bieber está vetado, y no podrá completar su colección con ninguno de esos superdeportivos que tanto codicia. Ni comprarlos ni, por supuesto, conducirlos.
La pregunta es: ¿por qué alguien del prestigio y la fama del cantante, en apariencia, todo puntos e imagen de marca positiva para la compañía, ha recibido una prohibición de esta naturaleza?
Lo cierto es que Bieber no puede comprar más de estos coches porque ya tuvo un modelo 451 en 2015, y no precisamente de los baratos (ninguno lo es, en realidad). Aunque Ferrari sea una escudería cuyo público objetivo es gente que nada en la abundancia y tiene lacayos que le liman las durezas de los pies, eso no significa que no cuiden al más mínimo detalle quién les representa; y sus valedores en el ancho mundo son los propios compradores de sus bellezas, que al modo de un selecto club vip, deben amoldarse a ciertos principios.
A saber: no hacer locuras con sus coches, no desprestigiar a la marca con sus acciones y, sobre todo, estar a la altura del bólido relumbroso que han comprado. Bien podrían arrojar unos salmos a quienes aflojan la billetera para hacerte con uno: “Amarás a tu Ferrari sobre todas las cosas, lo cuidarás, no lo estresarás demasiado, te encargarás de darle sus medicinas”. Más parece el cuidado de un animal exótico que el de un coche, pero para el caso, es lo mismo.
Según cuenta la marca, Bieber no cuidó bien a su Ferrari cuando lo tuvo. Lo dejó olvidado durante dos semanas en un lugar que luego no recordó. Se jactó de ello en una entrevista, algo que desató las iras de la marca. Finalmente, fue una persona del propio staff del cantante el que logró encontrarlo y traérselo a la puerta de la mansión. Los responsables de Ferrari podían haber hecho la vista gorda con este despiste (¿quién no se ha dejado alguna vez un superbólido de varios millones de dólares aparcado en un lugar del que no recuerda nada?), pero la marca no tiene fama de indulgente con quienes presumen en público de ignorar sus principios. En aquel momento quisieron quitarle el coche, pero legalmente no podían hacer nada.
Esta primera afrenta de Justin podía haberse quedado en eso, un olvido algo ‘caro’ (el cantante tuvo suerte de que no le robaran el bólido o le rallaran la carrocería), pero a Ferrari tampoco le gusta nada que andes jugando con la apariencia de sus hijos. Su diseño y sus colores, pensados al milímetro, forman parte del mensaje de la marca: lujo, colores chillones y ostentación con un punto elegante. A Bieber nunca le ha gustado que le pongan cortapisas, y a la vista está que hizo oídos sordos de las prohibiciones tácitas que atañen a estos coches.
El cantante, por su parte, se tomó la justicia por su mano y decidió subastar su modelo después de cambiarle el color. Esto volvió a enfurecer a los responsables de Ferrari y les llevó a tomar la decisión salomónica: vetar cualquier futura compra del cantante. Bieber no puede comprarlos, y se rumorea que, por algún resquicio legal que la marca consiguió hacer valer en su litigio, tampoco puede conducirlos.
Ahora, es más de Lamborghini, como bien demuestra su colección.