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La historia de Cardi B: fue stripper, su madre la tiró por las escaleras y se ha convertido en una diosas del rap

  • Se crió en uno de los barrios más peligrosos de Nueva York

  • Gracias a su talento, consiguió escapar de la pobreza y el maltrato físico de su pareja y rehacer su vida

  • Durante un tiempo trabajó como Stripper. Asegura que le debe muchísimo a uno de sus trabajos más polémicos

La historia Cardi B es una de las más sorprendentes que ha vivido el panteón de la fama estadounidense en la última década. Guarda cierto parecido con la de Dua Lipa. Solo han pasado cinco años desde que la artista lanzara ‘Bodak Yellow’, un auténtico hit que fue inmediatamente recibido con los brazos abiertos por el público, dispuesto a dejarse arrastrar por la personalidad arrolladora de la rapera. El ruido y la furia en versión rimada, a golpe de beat y flow.

Apenas cuatro años después de su debut en la selva hipermasculina y feroz del rap estadounidense, la cantante es una de las grandes personalidades de la música americana y jamás deja indiferente a nadie en sus apariciones públicas en la prensa o en su feudo más personal, las redes sociales, donde cuenta con millones de fans ciegxs de adoración a su peculiar manera de comunicarse con ellxs. Sus cifras récord de ventas acompañan con cada canción, y no es raro verla con cierta frecuencia los puestos más altos de las listas Bill Board. Todo lo que toca es oro, aunque justamente lo que sale de su boca sea sucio, malhablado (adora cómo suena el ‘bitch’ al golpear el aire) y tocado por la gracia.

Una niña pandillera

No es que la cantante haya tocado fondo muchas veces, es que ha construido los cimientos de su figura en el infierno personal. Una habitación oscura con vistas al pasado. La ecuación origen humilde + ambición se cumple punto por punto en su caso. Su nombre real es Belcalis Almazar. Lleva el puro guetto en la sangre, ya que vivió desde los seis años en el corazón del Bronx en 1992, uno de los barrios más injustamente tratados de Nueva York. Como hija de inmigrantes, en una nación que no siempre puede presumir de tratarlos con guante de seda y entregarles el famoso american dream en forma de bandera doblada, Cardi B vivió una infancia donde jamás sobraba el dinero. Su padre, taxista, y su madre, cajera de un supermercado, luchaban con uñas y dientes para mantener a flote la economía familiar.

Por sus declaraciones puede deducirse que ya desde muy niña fue conflictiva y peleó por hacerse valer en los entornos hostiles de la infancia. Le gustaba, metafóricamente, el olor de la sangre. Durante su etapa en el instituto, a menudo andaba metida en peleas con sus compañeras de secundaria. “Llegó al punto de ser algo normal para mí”, cuenta en una entrevista para la televisión estadounidense. De hecho, la cantante suele referirse a esa etapa como uno de los periodos más siniestros de su biografía.

Llegó incluso a pertenecer a pandillas callejeras, y para resumir cómo fue su sensación de infancia, se refiere a menudo a una anécdota que vivió con su padre. Una tarde, iban paseando y vieron a un hombre caer delante de ellos. La cantante era solo una niña. Ambos pensaron que el hombre había sido atropellado, para descubrir casi al instante una algo mucho peor: le habían pegado un tiro en la cabeza.

El instituto la recibió cambiada, con esa vena de ‘payasa de la clase’ que se inscribía en todas las funciones y concursos de talento de su secundaria. Por Internet aún circula un famoso video en el que puede verse a la cantante interpretando ‘Bad Romance’ (Lady Gaga) en el escenario.

La etapa más dura de Cardi B

Las cosas no fueron mucho mejor para ella tras acabar el instituto. Desempeño distintos trabajos precarios (entre los más curiosos, como cajera en un mercado amish) y vivió una etapa tortuosa con un novio controlador en un piso infestado de chinches, dos pitbulls y la madre de su pareja. Entre los giros de guion, el de la hermana de su novio, que llegó a robarle todos sus ahorros mientras él la amenazaba constantemente con echarla a la calle en cualquier momento.

La cantante ha contado además cómo sufrió malos tratos. La durísima experiencia de esa relación tóxica y conflictiva le dejó tocada durante muchos años, antes de aprender a aceptarse a sí misma y encontrar la fuerza para reivindicarse como artista y mujer empoderada.

En en ese tiempo, sus expectativas laborales no eran mucho mejores. Fue despedida de uno de sus trabajos más longevos, y apurada por la falta de dinero, tomó una decisión polémica para muchos de sus fans. Ella asegura que trabajar como stripper en distintos clubes nocturnos de la noche neoyorkina le salvó la vida y la cartera.

Pasó de ganar doscientos dólares semanales y vivir con el agua al cuello a pasar de los trescientos por noche de trabajo, y en esa misma época decidió inscribirse en la universidad comunitaria de Manhattan para tomar clases de historia y francés (acabaría abandonándola). No le fue demasiado bien cuando trató de contarle a su familia cómo había empezado a ganarse la vida. “Cuando le dije a mi mamá que era stripper ya era una mujer adulta. Me tiró por las escaleras”, cuenta.

La cantante tardaría todavía un tiempo en publicar sus primeras canciones y cambiar radicalmente de vida. Su verdadera popularidad llegó en 2013, con los primeros videos que publicó en Instagram y Vine. Fueron esas píldoras visuales, su personalidad guasona y su humor delante de la cámara los que le reportaron los primeros cien mil seguidores. En los comienzos, clientes de los clubes donde seguía trabajando para pagar las facturas (por suerte, ya no se acumulaban).

Poco tiempo después, usuarios anónimos de redes sociales enganchados a su forma de comunicar. Es seguro que el largo camino a esta Ítaca digital, lejos de la miseria y la violencia, le enseñó grandes lecciones de vida. Su pasado es su presente, sigue a fuego en su corazón, y así lo explica en una entrevista cuando se refiere a un fan que le pregunta por su el origen de su don. “No soy modelo, escúchame. Nada de eso. Soy una zorra stripper, me interesa el dinero y lo bueno”.