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Cantar y bailar en Broadway: los inicios teatrales de los protagonistas de 'Stranger Things'

Stranger Things fue una de esas series que, cuando se estrenó, causó un flechazo instantáneo en su audiencia, no precisamente pequeña. Los fans ya se cuentan por millones, y están encantados de que las aventuras terroríficas en el tranquilo y apacible Hawkins dejen buenas dosis de gore, moco radiactivo, monstruos y poderes telequinéticos. La cuarta temporada no ha decepcionado en absoluto. De hecho, si todo sigue su curso y la segunda parte da tanto juego como los últimos siete capítulos, dicen que será una de las mejores. Broche de oro, esperemos que sin muertes importantes que lamentar. Sería difícil continuar la serie con su tono habitual, entre lo infantil y lo adulto, pues los protagonistas cada vez están más cambiados físicamente.

Parte del éxito de este buque insignia de Netflix se lo debemos a su elenco de actores protagonistas. Esta tribu de niños perdidos de Hawkins empezó en la serie cuando apenas eran unos críos (el más pequeño tenía solo diez años). Si la historia de Eleven, interpretada por la actriz Millie Bobby Brown (la que más ha sufrido con la sexualización de su personaje), era uno de los grandes atractivos de la serie, también lo era la de sus compañeros de fatigas: Finn Wolfhard, Gaten Matarazzo y Noah Schnapp. Algunos de ellos han vivido comienzos muy curiosos en el mundo de la actuación, y aunque pudiéramos pensar que la serie fue su primera toma de contacto con la industria, en realidad interpretaron otros papeles antes.

Gaten Matarazzo

Si hay un personaje que la audiencia adora, además de Eleven, es el de Dustin: un auténtico loco de los inventos, con dotes investigadoras, que le saca las castañas al grupo de protagonistas cuando las cosas se ponen feas. El actor sufre displasia ceidocraneal, una enfermedad poco común que le hizo pensar en que no conseguiría brillar en la pequeña pantalla. Gracias al apoyo de su familia consiguió vencer cualquier tipo de dificultad y plantar la voz y las piernas en Broadway.

Con solo nueve años puso flow sobre las tablas en ‘Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, y no fue ese su única aparición interesante. La audiencia –si es que se acuerda– pudo verlo en un breve papel en Radio City Christmas Spectacular, y brilló también en ‘Los miserables, uno de los grandes clásicos de Broadway. Al actor le chifla el teatro, y es probable que, cuando se despida de la serie, regrese a la que fue su casa sobre las tablas.

Sadie Sink

La cuarta temporada ha brillado, y lo ha hecho precisamente con el arco dramático de Max, traumatizada con los eventos vividos en la tercera temporada. La muerte de su hermano adoptivo de forma espantosa (y llena de pringue) a manos de una criatura salida de una dimensión infernal ha dejado a Max atrapada entre los fantasmas del trauma, la necesidad de aislamiento y un rifirrafe con el villano de la temporada, Vecna, que en estos últimos capítulos quiere convertirla en comida de gato.

Como su compañero Matarazzo, Sink también empezó en Broadway cuando solo tenía doce años, en la obra ‘Annie’. Hacía de huérfana. Quedó probado parte de lo que ya ha demostrado con creces en Stranger Things: tiene carácter, pero además pies y voz de ángel, aspectos que se requerían en dicha obra de teatro.

Caleb McLaughlin 

El contrapunto de Max lo pone Lucas Sinclair, un personaje que tampoco ha dejado de evolucionar de forma brutal en cada temporada. En la última se aprecia un cambio físico brutal, además de un giro inesperado durante la parte de la temporada que no ha gustado mucho a los fans. Lucas cede a los cantos de sirena de los otros villanos de la trama: el grupo de ‘popus’ de Hawkings, adictos a practicar Bullyng con los más débiles. La clásica turba sedienta de sangre que tanto perfeccionó Stephen King en muchas de sus novelas. Ya sabemos que, en Stranger Things, la maldad no es una cualidad privativa de los monstruos aberrantes; también hay humanos llenos de odio y malas intenciones.

McLaughlin, al igual que Max, se formó en baile y canto desde muy pequeño. Dicen que no se le da nada mal, a juzgar por el papelazo que interpretó en otro de los clásicos de las tablas neoyorkinas: ‘El rey león’. Fue un gran Simba en este musical cuyo éxito no parece agotarse nunca, entre 2012 y 2014.