El proyecto de realidad virtual catalán que pone en la piel de una persona racializada para combatir el racismo
El racismo podría tener los días contados. Un experimento con realidad virtual trabaja para combatirlo.
Estados Unidos está inmersa en los disturbios raciales más multitudinarios y violentos desde el asesinato de Martin Luther King, hace más de 50 años, y las protestas se extienden por todo el mundo. Los manifestantes denuncian el racismo sistémico que oprime, discrimina y asesina a personas por una cuestión étnica.
El racismo es una lacra que se esconde y enmascara, y precisamente por eso es tan complicado librarse de él: estas semanas hemos asistido a la respuesta ofendida de personas blancas a las que se les pedía que revisasen ciertos privilegios y acciones dominantes y racistas. “¿Yo, xenófobo? ¡Si tengo un amigo cubano, racista serás tú!”
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Lo cierto es que pocas personas admiten ser racistas, aunque la mayoría de los psicólogos aseguran que casi todo el mundo lo es. Los prejuicios raciales entran en nuestras cabezas a partir de los cuatro años, según algunos estudios, y se quedan ahí en forma de ‘racismo implicito’, un fenómeno mesurable a partir de la Prueba de Asociación Implícita (IAT, por sus siglas en inglés). Este test y la realidad virtual son las herramientas con las que un equipo de investigadores trabaja en el Event Lab de Barcelona, para descubrir si es posible, a partir de la empatía, revertir el racismo.
“El concepto con el que trabajamos es la presencia en la realidad virtual, es decir, el cuerpo que se te da en un lugar virtual cuando te pones esas gafas”, explica a Yasss la doctora Domna Banakou, investigadora del Event Lab y responsable de uno de los proyectos más recientes, Racial Bias VR.
El racismo que no vemos
Cuando te pones unas gafas VR, sabes que el cuerpo y la realidad que estás viendo no son materiales ni las tuyas pero, sin embargo, tu cerebro lo procesa como propio, así como todo lo que ocurre en ese sitio. Así lo explica Banakou, que lleva trabajando en este campo una década. El primer experimento del Event Lab en el que trataron de descubrir si, con un cuerpo racializado, una persona blanca podía reducir sus prejuicios, data de 2013.
“La realidad virtual permite sustituir el cuerpo de un adolescente por el de un niño, el de un sexo por otro o el de cualquiera por una persona famosa”, explica la investigadora. “Tu cuerpo afecta a tu comportamiento y percepción del mundo y de los demás. Así es como llegamos a este estudio sobre racismo, dándole a una persona blanca el cuerpo de una persona negra”.
Antes de someterse a la prueba, los voluntarios hacían un test IAT, que volvían a repetir justo después de quitarse las gafas. ¿Los resultados? Muy esperanzadores. Los investigadores descubrieron que, después de participar en el experimento, los prejuicios raciales de estas personas eran bastante menores.
¿A largo plazo sirve?
La duda está servida: está muy bien que el racismo implícito se reduzca después de llevar las gafas, pero ese resultado ¿se mantiene en el tiempo? El equipo de Event Lab trató de resolverlo en otra investigación, publicada en 2016. En esta ocasión, sometieron a los voluntarios a la misma prueba, pero el segundo test se lo dieron una semana después de su participación con las gafas VR.
¿Lo hacían? Sí, los prejuicios raciales seguían reducidos una semana después. Es decir, a una persona que se había sometido a la prueba, el efecto le duraba, al menos, siete días. “Una sola experiencia con otro cuerpo era suficiente para darle este efecto”, concluye Banakou.
Ahora bien, este experimento todavía necesita muchas puestas a punto, así que, por ahora, nada de comprarse unas gafitas de realidad virtual y pensar que vamos a solucionar el mundo. “Aún no sabemos mucho sobre cómo funcionan estas experiencias ni estos efectos, pero últimamente se asume que la realidad virtual se puede usar para aumentar la empatía con otras personas”, explica la investigadora.
Cuidado con los excesos
Banakou reconoce que van con pies de plomo porque, en otros estudios similares, las cosas no han salido tan bien. “En un estudio de la Universidad de Stanford, el racismo implícito aumentó. En su escenario, la persona se introducía con un cuerpo racializado en una entrevista de trabajo, que es un momento bastante hostil”.
“Nuestra hipótesis es que, en los casos en los que tienes el cuerpo de otra raza y te involucras en una experiencia neutra o positiva, este racismo implícito puede reducirse, pero, si es negativa, puede tener el efecto contrario”, adelanta la investigadora.
“Muchos laboratorios lo quieren replicar y ver cómo funcionan estos estudios en otros países, como en Estados Unidos, donde el concepto de racismo es diferente”, explica. “Hay varias diferencias culturales y tenemos que investigarlo, pero este recurso es muy potente y se podría aplicar en muchas ocasiones, por ejemplo, para entrenar a policías, jueces o fuerzas de seguridad y evitar estos incidentes racistas”.
“Si se usa bien, puede cambiar el mundo”, concluye. “Puede tener muchas aplicaciones, pero aún queda mucho por estudiar y saber”. Por ahora, nada de Black Mirror.