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Pornosexualidad, una parafilia que puede afectar a las relaciones íntimas

  • El porno puede causar trastornos en nuestra actividad cerebral. Uno de los más habituales es la pornosexualidad, aunque se puede tratar.

El consumo de porno cada vez es más habitual: el placer está a un click de distancia. Pero esta práctica puede resultar muy problemática, no solo por la proyección irreal y sexista que el porno da de las relaciones sexuales y por las denuncias que muchas actrices porno han hecho en relación a los abusos sufridos en su trabajo, si no también por los efectos psicológicos que el consumo abusivo de porno puede tener a largo plazo.

España es uno de los países que más porno consume a nivel mundial, hasta el punto de que muchas personas solo pueden excitarse y alcanzar el orgasmo mientras consumen estos vídeos. A esa parafilia se la conoce como pornosexualidad.

¿Por qué, por qué?

Lucas tiene 25 años, es homosexual y vive en Madrid, y reconoce que pocas veces ha sido capaz de alcanzar el orgasmo sin porno: “Cuando descubrí mi sexualidad, el porno era la única fuente ‘de conocimiento’”, cuenta, entre risas. “Seguí consumiéndolo muchísimo, y sé que eso me ha jodido. Primero, porque ahora mis relaciones sexuales están marcadas por patrones que yo he visto en los vídeos y que son supertóxicos e irreales, pero es que además me cuesta muchísimo llegar al orgasmo con otras personas. En plan, me cuesta muchísimo encontrar un placer equivalente y casi nunca lo consigo”.

Hace unos meses, pidió cita en un psicólogo, que le explicó que se trata de una parafilia, “un estímulo necesario para la excitación sexual” y comenzó a tratarle. “Mi cerebro tiene asociada la idea del placer con la pornografía y se vuelve adicto a ese estímulo. Además, llega un momento en el que es dificilísimo excitarme si no es con esos vídeos, porque está superaprehendido”, cuenta Lucas, que asegura sentirse mejor desde que va a terapia, si bien “la cuarentena lo ha ralentizado todo mucho”.

Ahora, ni caso a esas páginas web que dicen que la pornosexualidad es una orientación sexual. Aquí no hay contacto, no hay apego ni comunicación: para las personas que sufren este trastorno, la pornografía solo es el medio con el que obtienen satisfacción.

Sin tacto con otros

El problema es que, en muchos casos, los pornosexuales no encuentran placer en nada más que en esos vídeos. Son incapaces de excitarse en el contacto con otra persona, independientemente de su orientación sexual, y es aquí cuando hay que pedir ayuda a un sexólogo, que tratará de abrir la excitación a otros estímulos, no solo a los audiovisuales.

¿Cómo se llega a ese punto? Básicamente, la persona que sufre esta parafilia asocia la gratificación sexual con la masturbación mientras se ve pornografía: mientras consume estos contenidos, su celebro libera dopamina, convirtiendo en adictiva esta actividad. Y claro, si no necesitas a nadie para sentir placer, no buscas ni desarrollas las habilidades sociales que te permiten mantener relaciones íntimas con otra persona. Conforme va pasando el tiempo, más miedo da iniciar una relación con otros, y todo se convierte en un bucle que rueda cuesta abajo, cada vez un poquito más. Aún más: los sexólogos aseguran que este trastorno es mucho más habitual de lo que creemos, y que está infradiagnosticado.

En el caso de Lucas, él puede tener parejas sexuales, aunque casi nunca se siente suficientemente satisfecho y siempre acaba recurriendo al porno. Puede llegar a masturbarse hasta diez veces al día mientras ve porno, dependiendo de su estado de ánimo e insatisfacción: “No paro hasta encontrarme a gusto, pero es realmente frustrante”.

El porno, al alza

El 66% de los hombres y el 41% de las mujeres ve porno al menos una vez al mes, según un estudio publicado en la revista científica JAMA. Una cifra que seguramente sea ahora más alta, dado el ‘anonimato’ que permite la web.

Varios estudios han demostrado que el consumo de porno puede afectar al cerebro, alterando su funcionamiento y llevándolo a la adicción. Más allá de la dopamina que comentábamos antes, el uso de la pornografía como única fuente de placer puede hacer que disminuya la sensibilidad del centro de recompensa del cerebro. Es decir, cuanto menos sensible se es a la recompensa, más cantidad de porno se consume, y esto a su vez reduce aún más la actividad en esos centros de recompensa.

No queda otra que estar muy atento y, si vemos que se va de las manos, acudir a un especialista sin vergüenza.

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