Logo de yasss
Sexo

yasss

Satiriasis, un trastorno del deseo sexual que afecta a más hombres de los que crees: ¿sabes en qué consiste?

  • Este trastorno no está reconocido en el manual de referencia que maneja la psiquiatría y la psicología: el DSM5

  • Un millón de personas en Estados Unidos sufre la satiriasis, o hipersexualidad

El sexo puede ser una gozadera maravillosa y enriquecer nuestra existencia con experiencias memorables. Dichoso aquel y aquella que conoce la gramática de su orgasmo y sabe con quién tenerlo bien a gusto. Una vez dicha esta obviedad, quedaría resaltar la cara mala, ese plot twist siniestro, cuando el sexo pasa de ser un placer reconocible a un trastorno o enfermedad, palabras que han de ser susurradas con guante de seda.

Si te hablamos de ninfomanía seguramente asociarás la palabra a una mujer desatada que se masturba a solas en la cabina de un baño mientras el mundo sigue girando. En su reverso masculino, hablamos de la satiriasis o hipersexualidad, y afecta a los hombres.

Ambas cifran el mismo problema: la adicción al sexo.

¿Qué es? ¿Tiene base real o es un mito? ¿Hay maneras de controlarla?

Cuando el sexo es un agujero negro

La palabra es compulsión. La búsqueda incontrolable de la satisfacción sexual en los hombres podría considerarse satiriasis, si se sale de los parámetros normales y les procura situaciones que modifiquen o alteren el curso de su vida diaria. La mayoría de psicólogos se conducen por el mismo principio para marcar los límites entre el deseo natural y la ‘adicción’ a obtenerlo: si afecta a nuestra vida, nos aísla y genera en nosotros un reverso tenebroso de culpa, entonces es bueno buscar ayuda.

Los cálculos arrojan unas cifras en carne viva. Se calcula que en Estados Unidos hay casi treinta millones de personas adictas al sexo, buena parte de ellas hombres. Lo llamativo es que este trastorno no está reconocido en el manual de referencia que manejan en el mundo de la psiquiatría y la psicología: el DSM5. Pero la satiriasis tiene una alta prevalencia. Es más común de lo que pensamos y, de hecho, en los hombres supera a la adicción a las drogas, por ejemplo.

En España no andamos a la zaga con las necesidades lúbrico-terroríficas del personal, y hay más de un millón de personas que compulsivamente buscan ese placer de la carne que nunca les colma y nunca descansa, ni siquiera en el envés de sus sueños y fantasías.

Un poco de Historia

Históricamente, son ellas las que se han llevado la peor parte en el diagnóstico de los médicos, que lo medían en función de, según sus palabras, la naturaleza pasiva y tranquila de las mujeres, una estigmatización clásica del patriarcado. Para la psicóloga Carol Groneman, la domesticación del deseo femenino nace de una visión conservadora y atrasada de la naturaleza de la mujer, que desde hace siglos ha visto penalizado su placer para someterlo, reducirlo o extinguirlo.

Dice Groneman que la hipersexualidad es esencialmente la búsqueda constante del sexo, por cualquier medio, fuera de los contextos íntimos habituales. Masturbación desaforada, relaciones sexuales sin control con otras personas, consumo intenso de pornografía. La clave aquí está en el proceso psicológico. El sexo no sacia al hombre, sino que a menudo provoca sentimientos negativos de culpa y castigo de una intensidad tal que solo pueden combatirse redoblando los esfuerzos. La rueda eterna rueda del hámster.

Además, la satiriasis no se refiere solo a la búsqueda de sexo con otras personas; es un trastorno mucho más complejo, y esencialmente se construye sobre una necesidad de ser colmados y no encontrar jamás gratificación. Por eso la conducta sexual compulsiva se ramifica en la búsqueda del placer, y suele tocar de muy distintas formas la vida en pareja y las relaciones sociales de los que la sufren. Es habitual que los hombres con hipersexualidad consuman prostitución fuera del ámbito de su pareja o comentan diversas infidelidades.

El adicto al sexo nunca está satisfecho. Se rige por las mismas dos espitas que otras compulsiones: tolerancia y abstinencia. No importa lo que haga. Los parámetros de la búsqueda del placer siempre estarán por encima de lo que cree que puede obtener. El ciclo se autofagocita constantemente: obsesión, cacería, reclutamiento, gratificación sexual. El adicto regresa entonces a la normalidad y empieza el otro proceso psicológico, el del castigo, que da paso a los sentimientos de culpa, vergüenza y desesperación.

Como en otras adicciones, hay una pérdida de control constante. Los hombres que sufren satiriasis son conscientes de su incapacidad para regular su compulsión y su deseo, y se ven atrapados en una rueda que acaba dinamitando su comportamiento social (es frecuente el aislamiento), destruyendo su relación de pareja o modificando el curso de su vida. Como la mayoría de los hombres son remisos a confesar su adicción, el problema sigue latente hasta que se da el primer paso: reconocerlo en público y buscar ayuda psicológica.

Se puede tratar, por supuesto, pero solo lo puede hacer un psicólogo titulado y una buena terapia cognitivo conductual.