Cuando la pandemia llegó a nuestras vidas para doblarnos el cuello, muchxs solterxs se dieron cuenta de que la forma de relacionarse, buscar pareja y utilizar las apps de citas había cambiado para siempre. Nuestro paradigma amoroso es uno con el que nadie contaba hace diez años, cuando cualquiera decía con la boca pequeña que era usuarix de una de estas aplicaciones y cambiaba de tema a velocidad de crucero.
Hoy, la forma de buscar a otro ser humano con el que bucear en el catálogo de Netflix es muy distinta a la de entonces, cuando la norma era cruzar miradas con alguien en una noche de fiesta y desear que no tuviera el cadáver de su madre escondido en el congelador. Nuestro dedo índice se ha convertido en la vara de medir, la red de pesca del amor digital. Swipe right, y a esperar un matchSwipe right. Swipe left, ya he olvidado tu cara y esas fotos terribles que te has hecho en el Machu Picchu.
Tristemente, la plena instauración de Tinder ha dado paso a una suerte de mercado de consumo de cuerpos, con inercias o comportamientos heredados como el ghosting, el breadcrumbing y otros términos que te conviene pronunciar sin la boca llena de migas, no sea que te atragantes y haya que hacerte la RCP. Nos es más sencillo ligar, al menos en apariencia, como también lo es encontrar a personas sin ganas de establecer vínculos reales, relaciones que duran lo que un instante de aerofagia y una pregunta compartida por muchxs usuarixs: ¿Estoy perdiendo el tiempo buscando un cisne blanco donde solo hay lombrices intestinales?
Entre lxs solterxs más exigentes está poniéndose de moda una nueva forma de buscar pareja. Hablemos del Hardballing.
HardballingUna traducción literal nos pone sobre la pista del verdadero significado de este término, que viene a sumarse a la larga lista de anglicismos relacionados con el menudeo amoroso. Hardballing’sería el equivalente a “jugar fuerte” o “jugar duro”. No es una palabra que suene muy agradable para referirnos a entablar contacto con una persona a la que estás a punto de preguntarle cuál es su película favorita y si tiene intolerancia a los frutos secos. Sin embargo, tiene su interés y su miga, porque es una actitud que opera de forma contraria a las actitudes tóxicas de las relaciones modernas.
Frente al ghosting, que nos deja temblando y llenos de culpa cuando el otro desaparece y lo encuentras en Instagram, tomando chupitos de vodka como si nunca te hubiera mandado el emoji de los tres fuegos, el hardballing se basa en priorizar la falta de malentendidos. En suma, hablar claro; establecer de forma empática, cristalina asertiva qué se busca cuando se mueve la maquinaria del amor en una aplicación de citas. “Quiero algo serio. Me gustaría saber con antelación si te lavas el pelo cada tres días y cuáles son tus intenciones respecto a mí”.
Lxs que lo practican hablan de mostrar interés genuino (si se tiene) y explicar tus verdaderas intenciones antes incluso de la primera cita. ¿No buscas nada serio? Cuéntaselo; puede que esa persona solo busque un poco de sexo, champán y disfraces de furro. ¿Estás pensando en cambiar tu ficus moribundo por un bebé de pocos meses y un piso de treinta metros cuadrados en compañía de una persona con responsabilidad afectiva? Explícalo sin tener miedo de qué dirá el otro. Quizás busque lo mismo que tú y os estéis allanando el camino.
Que una actitud que se basa en el sentido común y la falta de ambigüedades se haya puesto de moda no es casualidad. Hecha la app, como Tinder, Bumble o Meetic, hecha la trampa: el mareo y la falta de concreción, que toda persona que haya utilizado estas aplicaciones ha experimentado alguna vez; el juego de deslizar a la derecha sin consecuencias reales, al modo de un deporte basado en la disonancia cognitiva: como te he conocido en un entorno basado en la gamificación amorosa, puedo no ir en serio, y puedes enterarte demasiado tarde.
Sin entrar a valorar la letra pequeña de pedirle al otro que encaje casi a la perfección en el molde previo con el que construimos nuestros deseos y necesidades emocionales, es de agradecer que en el muestrario de comportamientos amorosos de la era digital, haya una que persiga objetivos nobles: ni dar la brasa fingiendo alguien que no eres, ni marear la perdiz del amor romántico, un ave que necesita una planta de psiquiatría para ella sola.