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Más de la mitad de los adolescentes españoles que ven porno se inspiran en él, según Save The Children

  • Save The Children ha compartido el Informe '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia'

  • A más de la mitad de los adolescentes les gustaría poner en práctica lo que ven en el porno

  • Casi la mitad de la población adolescente no utiliza siempre métodos de protección en sus relaciones sexuales

El consumo de pornografía entre los jóvenes es algo que preocupa, y mucho, ya que muchas veces la utilizan como si esa fuese su "profesora de sexualidad". Es más, es muy común que en nuestras primeras relaciones sexuales queramos replicar lo que vemos en la pantalla, creyendo que esto es lo común o lo que hace todo el mundo en la cama.

Ahora, Save the Children, ha elaborado un informe para estudiar el consumo de contenidos sexuales entre la población adolescente y el impacto que estos tienen en sus relaciones y su desarrollo: '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia'.

Pues bien, para llevar a cabo este estudio, Save the Children ha contado con 1.753 chicos y chicas de entre 13 y 17 años, que han respondido a una encuesta y participado en diferentes talleres. Además, el análisis se ha hecho con enfoque de género y diversidad para conocer, entre otras cuestiones, si el consumo y la percepción de lo que ven varía según el género o las preferencias sexuales o si el colectivo LGTBI se siente representado en la pornografía.

Los adolescentes empiezan a ver pornografía con 12 años

Los y las adolescentes ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) consumen estos contenidos sexuales de forma frecuente, es decir, lo han hecho en los últimos 30 días. Este consumo se produce en la intimidad en la mayoría de los casos (93,9%), a través del teléfono móvil, y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad.

Es más, según este estudio, las relaciones en grupo entre compañeros y compañeras son clave en la iniciación al consumo: el 51,2%, accede mediante el intercambio entre sus amistades de fotos o vídeos por WhatsApp o redes sociales.

Ahora bien, probablemente, uno de los datos más preocupantes de este estudio es que para el 30% de los y las adolescentes la pornografía es el único recurso para aprender sobre sexualidad y casi la mitad de las personas encuestadas echa en falta tener más información sobre cuestiones afectivo-sexuales.

A más de la mitad de los adolescentes les gustaría poner en práctica lo que ven en el porno

El estudio también revela que el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría los chicos, cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto. Es más, el 47,4% de los adolescentes que ha visto contenido pornográfico ha llevado alguna escena a la práctica.

En relación a este último punto, Save the Children considera especialmente preocupante que, cuando intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento previo a su pareja. El 12,2% de los chicos lo ha hecho sin el consentimiento explícito de la pareja y sin que a esta le haya parecido bien, frente al 6,3% de las chicas.

La pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para los adolescentes

Con motivo de estos resultados, Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children, ha declarado que: "Sin una educación afectivo-sexual incluida en el currículo y ante un mundo tecnológico lleno de posibilidades, la pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para los adolescentes. El peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, sus deseos y preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración".

Diferencias entre géneros y orientaciones sexuales

El informe también ha querido hacer hincapié en las importantes diferencias entre géneros y orientación sexual. Así, mientras el 87,5% de los chicos afirma haber visto pornografía alguna vez en su vida; este porcentaje desciende al 38,9% en el caso de las chicas (aunque es ligeramente más alto entre las adolescentes lesbianas).

Es más, ellos la ven casi a diario y ellas una vez a la semana o al mes. Para ellos, el primer acceso responde a una búsqueda activa o una especie de rito de iniciación. Ellas, en cambio, encuentran el contenido mucho más de manera accidental, y están más expuestas a recibirlo de personas desconocidas. Y mientras ellos lo consumen para satisfacer "necesidades instintivas", las adolescentes lo hacen para aprender qué se espera de ellas.

¿Hay violencia y desigualdad en el porno?

Save the Children ha preguntado a los y las adolescentes si detectan violencia, desigualdad y prácticas de riesgo en la pornografía y el análisis arroja que un porcentaje alto de adolescentes sí es capaz de reconocer todo esto en la pornografía. Sin embargo, entre quienes la consumen con más frecuencia, el 36,8% no diferencia entre la ficción de las escenas y sus propias experiencias sexuales y el 38% no encuentra en ella desigualdad y premia los vídeos en los que existen jerarquías de poder. También destaca que el 27,1% de las chicas no sabe identificar prácticas de riesgo como la ausencia de preservativo.

Es más, la organización ha estudiado cómo se traslada todo esto a la realidad y ha descubierto que casi la mitad de la población adolescente (el 46,1%) no utiliza siempre métodos de protección y que el 13,7% no lo hace nunca o casi nunca. Asimismo, el 13,8% de quienes han visto pornografía han entrado en contacto, al menos una vez, con una persona desconocida con fines sexuales a través de Internet.

Si bien estas conductas no tienen por qué responder directamente al consumo de pornografía, la ONG considera que son comportamientos preocupantes, ya que pueden entrañar un alto riesgo de sufrir violencia online, tan real y dañina como la física, y en caso de derivar en un encuentro real, pueden provocar que los menores sufran abusos o una agresión sexual que derive en infecciones de transmisión sexual e incluso en un embarazo no deseado.