Si alguna vez has utilizado Tinder, ya conocerás de sobra la selva pantanosa de medias verdades y fotos que prometen algo que no es. Luego llega la decepción, comprobar que ese match que parecía alucinante (escala, es padre de tres gatos) mide metro cuarenta y se hurga los dientes con un palillo, y enseguida te tocará escapar por la ventana del baño de la cafetería en la que habéis quedado, partirte un tobillo en la caída… todo mal.
Lo cierto es que casi todo el mundo quiere jugar con las mejores cartas su partida al videojuego y al simulacro del amor, y algunas personas, de hecho, funcionan por el mismo principio que Pedro en el cuento del lobo. “Si cuela, cuela”.
Hoy te hablamos de las mentiras que más se repiten en la aplicación de citas por excelencia, una auténtica plaga de excusas, medias verdades y currículums biográficos más falsos que el peluquín de Donald Trump.
Partamos de terrenos empíricos para empezar a sacar trolas criminales de la bolsa. El dato de los faroles más repetidos en Tinder sale de un estudio realizado por dos investigadores norteamericanos, David Mankowitz y Jeffrey Hancock, que analizaron las respuestas falsas más habituales entre los usuarios de esta aplicación de citas. Lo denominaron “las mentiras del mayordomo”, una buena metáfora para ilustrar la imprecisión deliberada que ciertos usuarios utilizaban en sus interacciones en el chat de la aplicación. Exactamente igual que ese mayordomo que miente y dice que el señor de la casa no puede ponerse al teléfono, cuando en realidad no quiere.
Estas ‘bolas’ funcionan porque son muy difíciles de comprobar por la persona que las recibe. Según los investigadores, las utilizamos para crear un clima de identificación. Todo pasa, claro, por fingir gustos parecidos a los de ese match de la aplicación o fabricar una serie de afinidades que nos van a permitir entibiar la charla y pasar a terrenos más íntimos.
“Me encantan los perros” (en realidad, la única mascota que ha tenido en su vida fue una pajarita de papel). “Tengo calefacción central, ¿quieres venir a sudar conmigo este sábado?” (Para calentarse, quema tarjetas de restaurantes en el fogón de la cocina). “Sí, he superado lo de mi ex y ahora estoy emocionalmente disponible” (Tiene un altar con su foto en una esquina del salón).
Según Mankowitz y Hancock, otra de las mentiras que más habitualmente se repite es la que tiene que ver con nuestra disponibilidad emocional, y el deseo de no cerrarnos puertas, sobre todo con otras posibles citas si estamos simultaneando chats con otr_s usuari_s de Tinder. Ocurre lo mismo cuando todavía no hemos decidido si nos apetece quedar con la persona con la que estamos chateando o una posible segunda cita nos provee de una temblequera en las piernas y no parece la mejor idea.
Las mentiras de disponibilidad crean siempre un terreno ambiguo para el otro. Nos permiten mostrarnos esquivos o rechazar sus términos y sus tiempos sin una negación frontal. “El lunes no puedo quedar, operan a mi caniche”. “Tú no tienes ningún caniche”. “Pues por eso”.
Los investigadores también se afanaron en identificar las mentiras más repetidas de la aplicación de citas, esos falsos comodines que todo el que haya transitado por Tinder ha tenido que recibir sí o sí.