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‘Feederismo', la peligrosa parafilia de hacer engordar a tu pareja para sentir placer

  • Una persona feeder se excitará viéndonos comer, en el caso más suave

  • El feederismo puede llegar a ser una práctica extrema con riesgos para la salud de uno de los miembros de la pareja

  • Hay muchos tipos de 'alimentadores'. ¿Conoces cómo actúan los peores?

Imagínate una situación parecida a la que sigue. Estás en la cama con tu pareja y, de pronto, él o ella pone cara de pedirte algo especial. No te ruega que te quites la ropa, o que te pongas un disfraz de furro y utilices un arnés y un satisfyer para ganar las olimpiadas del amor. Nada de eso. Con voz enamorada y deseante, tu pareja te pide que comas en su presencia. Incluso abre sorpresivamente un cajón –tú creías que ahí estaban los preservativos– y saca un paquete de rollitos de primavera, una tostada con mantequilla o un filete empanado que parece llevar ahí más de dos meses.

Estás delante de un feeder. Una persona que disfruta haciéndote engordarfeeder y te amará más a medida que vayas cogiendo kilos. No es una de las parafilias más raras que existen, ni mucho menos.

El placer de hacer engordar a otros

Cuando hablamos de feeders, desde luego no nos referimos a esos kilitos de más que, según se ha demostrado, todas las parejas cogen en su primer año de relación, cuando aumentan el número de cenas fuera de casa o se dan un capricho en algún restaurante demasiado a menudo. Eso entra dentro de lo normal. Alegría calórica. Placer devorador, en compañía.

Esta parafilia va mucho más allá de una deriva alimentaria de tres o cuatro citas. Por lo general, el feeder es una persona que se excita obligando a su pareja a comer hasta extremos brutales. La mayoría, hombres que sienten placer cuando su pareja o su amante va engordando poco a poco, en su presencia y bajo su control.

Hay “alimentadores” (el término feed proviene del inglés) que le confiesan su fetiche a su pareja, abiertamente. Para muestra, el testimonio de la periodista Sophia Ortega en el Huff Post US.

“Justo a punto de cumplir nuestro primer aniversario, mi novio me dijo que tenía un fetiche; darme de comer. Me lo escribió por el móvil, de hecho […] Había pedido comida a domicilio, había engullido parte y en ese momento estaba tirada en el suelo junto a la cama, anclada a unos tallarines fritos y un pedido colosal de rollitos de huevo”.

Sexólogas como Judith Viudes engloban esta práctica, según sea la intensidad, en simple peculiaridad erótica por las ‘siluetas grandes’ o fetiche. “Estamos hablando de una conducta por la que se obtiene un placer sexual”, explica en una entrevista para El País. De sus palabras se infiere que los genitales quedan en un segundo plano, y la práctica erótica del feederismo pasa por ver comer y darse un banquete visual a través de la deglución ajena: el acto de la alimentación del otro lleva a la erección, aunque la sexóloga explica que también ha tenido casos de mujeres en su consulta. “[Una paciente] disfrutaba muchísimo al ver cómo les daba de comer, les engordaba poco a poco y, especialmente, le encantaba observar cómo aumentaba la grasa abdominal de su compañero”.

De hecho, este testimonio muestra una consecuencia siniestra de esta práctica, bastante habitual: los feeders que esconden sus verdaderas intenciones y ejercen una manipulación sutil para que el cuerpo del otro vaya cogiendo majestad y kilos, pierda la movilidad y se vuelva dependiente.

Cuando comer mucho es peligroso para el amor verdadero

Existen posturas muy diferenciadas en el mundo de los feeders y sus fetiches. Rastreando Internet, podemos encontrar alimentadores orgullosos de su deseo sexual particular que comparten sus lúbricas fantasías alimentarias en webs como FantasyFeeders; o foros donde usuarixs anónimxs ofrecen consejos para mantener esta práctica, con consentimiento y amor. En el lado contrario del ring, pueden leerse en la red multitud de testimonios escalofriantes. Personas que cayeron en las garras de un feeder, fueron manipuladas y engordaron decenas de kilos sin expresar ningún tipo de consentimiento. En Weloversize, una usuaria escribe sobre el engordador profesional con el que estaba saliendo.

“Cuando le he dejado caer que quiero empezar a cuidarme, manifiesta que me va a apoyar en lo que yo necesite, pero luego aparece en casa con bolsas de patatas fritas, pizza y mis helados favoritos. Me los restriega por la cara hasta que caigo y acabo pecando”.

Comedia negra mediante, no sería raro que en el encuentro sexual apareciera un diálogo de esta magnitud.

“Cariño, te ruego que te comas ese gofre que chorrea chocolate y me mires mientras lo haces. Dale una probadita a esa hamburguesa, bueno, dos hamburguesas, venga, que tienes sitio. Luego viene la sorpresa grande: nada me gustaría más que devoraras ese cochinillo segoviano y engrosaras tus arterias con el colesterol celestial de nuestro amor”.

María Esclapez, también sexóloga, cuenta para El Mundo que dentro del feederismo “subyacen las prácticas de dominación y sumisión a niveles extremos”. Incide la experta en que el consentimiento es necesario, “una base donde exista el consenso”, para que esta práctica no pase de ser un acto erótico de amor, fuera de la normatividad y del canon, y se convierta en una jerarquía siniestra con riesgos para nuestra salud.