Desde que era muy pequeño yo ya me daba cuenta de que era diferente a los demás niños y niñas. Yo no me consideraba una personita atada a un género, digamos que me gustaba identificarme con ambos, incluso más de una vez verbalicé que de mayor quería ser un chico. Además, tenía tendencia a juntarme más con mis amigos que con mis amigas, y eso hacía que muchos compañeros me vieran blanco fácil para usar sus burlas.
En la adolescencia era súper masculina, pero en ese momento lo que pensaba es que era lesbiana, porque era lo único que conocía y lo único que sabía con certeza, ya que no conocía el concepto de transexualidad. Aún así, yo sabía que lo que sentía era algo diferente a lo de mis amigas homosexuales. Poco a poco fui investigando, leyendo sobre el tema y mirando más en mi interior, a veces con temor por lo que podría encontrar, otras veces con una ilusión enorme, hasta que me di cuenta de que yo en realidad era un chico. Lo que ponía en mi DNI, ese nombre y ese género, era algo con lo que yo no me identificaba.
Como os contaba al principio, fue a los 22 años cuando me di cuenta de cuál era mi verdadera identidad sexual y entonces me decidí a dar el paso para exteriorizarlo. Una amiga me ayudó a hacerlo y después contacté con la Fundación Daniela. Diferentes personas de allí me ayudaron y me informaron bastante. Yo les veía como ídolos y decía “¡quiero ser como tú, quiero tener ese aspecto!”. Ahora estoy superfeliz de verme tal y como me imaginaba en ese momento.
Lo que no fue fácil fue decirle a mis amigos y familia que era transexual. Mis amigos se lo tomaron bien y me apoyaron, pero mis padres siempre han sido un poco escépticos en cuanto a los cambios y avances de la sociedad, por lo menos en lo que a mí se refiere. Es por eso que ellos fueron los últimos en enterarse de que yo en realidad me sentía un chico (¡yo sabía que era un chico!).
En realidad a mi padre se lo conté a raíz de que viese mi nuevo nombre en un currículum que yo tenía por casa. Me preguntó por qué ponía “Ethan” y fue entonces cuando se lo expliqué. Le pedí que no se lo contase a mi madre. Ella es muy insegura e intenta que siempre tengamos precaución en nuestras decisiones, pero a veces nos hace mucha falta encontrar positividad, la cual yo no vi en un principio. La reacción de ambos no fue buena cuando me decidí a empezar con el proceso.
Antes no aceptaban ni que fuera lesbiana, ni que vistiera de forma masculina. Al decirles que era transexual, me dijeron que toleraban que fuera lesbiana y masculina, pero no que me hormonara. Les dije que esto no era una decisión de ellos. Yo, con mi cabezonería, tiré hacia adelante y ellos no tuvieron más remedio que aceptarlo. Ahora lo entienden perfectamente, pero en su día les costó bastante.
Fueron pocas las personas que me rechazaron. Algunos que sí lo aceptaron muy bien y me ayudaron a que otros que no lo aceptaban del todo sí lo hiciesen. Incluso mi abuela, que fue la última en enterarse, se lo tomó muy bien. Sé de amigos de mis padres que han hablado mal. Solo una ínfima parte de todas las personas que me conocen. Los demás me aceptaron desde el primer momento.
Ahora trabajo como profesor en un colegio público. Cuando empecé a trabajar aún no tenía el nombre cambiado en el DNI, ya que hasta hace unos meses, por ley tenías que hormonarte durante dos años para poder cambiarlo. El primer día, mis compañeros del centro me buscaban en las listas extrañados, ya que no había ningún Ethan en los interinos admitidos en el colegio. Di con una directora muy amable que me entendió desde el primer día. Hablé con ella y me dijo que en los documentos internos del colegio pondría el nombre de Ethan. En los legales relacionados con el Ministerio, que los veía solo yo y la jefa de estudios, aparecería el otro nombre.
Pasó un tiempo hasta que conté que soy trans a mis compañeros (que ahora son mis amigos) y se lo tomaron muy bien. De hecho no me creyeron en un principio. Me había cogido la baja por la operación de pecho, pero extraoficialmente, en el colegio dije que me había operado la rodilla. Así que claro, cuando vinieron a verme a casa se dieron cuenta de que no tenía nada en la pierna y fue el momento en que les expliqué que me había operado el pecho y de paso, les conté todo. Se lo tomaron muy bien, ¡he tenido mucha suerte con la gente!
El cambio de nombre es el principal obstáculo con el que nos encontramos las personas trans. A veces al pagar con la tarjeta de crédito he tenido problemas porque me decían que no era yo. También me ha pasado que no me han dejado entrar a algunos sitios con mi DNI porque también pensaban que no era yo. Tienes que estar todo el rato dando explicaciones a todo el mundo y es agotador. ¡Incluso para comprar billetes de avión era un rollo! ¿Por qué tengo que contar a todos que soy trans? ¡No tengo por qué contar mi vida! Yo he tenido muchos problemas en ese sentido.
Afortunadamente pude cambiar mi nombre en mi DNI. Lo hice por la vía ilegal, ya que necesitabas estar 2 años con hormonas para que te dejaran cambiarlo. Yo tenía que empezar un trabajo y no podía esperar tanto, así que hablé con mi médico de cabecera y me hizo el gran favor de poner en un informe que yo llevaba dos años… y coló. Me pude cambiar de nombre antes de que pasaran doce meses desde que empezara con las hormonas, que no suele ser lo habitual.
Un handicap que me encontré fue el del desabastecimiento de hormonas en las farmacias españolas. Hubo gente trans que se hormonaba como podía. El tratamiento quedaba interrumpido y el cuerpo se descontrolaba totalmente. Es horrible para la salud. A veces tenía que recorrerme 10 farmacias hasta encontrar un paquete de hormonas.
Además, debido a que vivimos en una sociedad en la que importa la imagen, tanto si eres hombre, como si eres mujer, cualquier rasgo que pueda ser distinto, crea dudas. Es por eso por lo que, a la hora de entrar en un vestuario o en un baño público me he encontrado con problemas. Esta sociedad siempre nos pone en un lado o en otro. Cuando te sales de la norma siempre hay alguien que te recuerda que tienes que meterte en uno o en otro. Cuando iba al baño de hombres antes de empezar con el tratamiento, se me quedaban mirando muchas veces. Si iba al de mujer, como al mismo tiempo tenía aspecto algo masculino, también me llamaban la atención. En el gimnasio, antes de empezar la hormonación, yo iba al vestuario de mujeres. Cuando empecé el proceso de reasignación y ya se me notaban un poco los cambios fue cuando di el paso de entrar al de chicos. No quise arriesgarme antes.
Estoy muy contento con mi cuerpo, pero estoy harto de los grandes tópicos y de escuchar frases como “¡estás muy logrado!” o “¡es que pareces un chico total!”. Pues claro que parezco un chico, ¡soy un chico! También te dicen “¡no me puedo creer que antes fueses mujer!”. Eso me joroba mucho. Se creen que son piropos y en realidad a mí no me gustan. También me preguntan si estoy operado de abajo. Subo fotos en las que se me nota paquete por una prótesis que me pongo y me dicen “¿pero tú estás operado de abajo o eso qué es?”; yo alucino con las preguntas de la gente.
Hablando de temas más íntimos, os diré que las personas trans también nos enamoramos y tenemos relaciones sexuales, como cualquier otra persona. A las personas trans los cambios hormonales no nos imposibilitan tener sexo. Sin más.
Nunca me han rechazado por ser transexual en el amor o en el sexo, o al menos no claramente. Yo estuve con una chica que me decía que ella solamente había estado con otras chicas y que no sabía lo que iba a hacer respecto a nuestra relación… A mí eso me daba una visión de que yo también era una chica o de que tenía algo de chica. Esa sensación me frustraba. Añado que la gente se confunde mucho a la hora de diferenciar identidad y orientación. Es tan fácil como verse a uno mismo. La identidad está en el cerebro, y la orientación en el corazón. Yo soy me identifico como chico, y me gustan las mujeres, por lo tanto soy heterosexual.
Esto que os voy a contar puede que os sorprenda, pero es así: dentro del propio colectivo LGTB hay transfobia. De hecho, hay transexuales transfóbicos. Sí, sí, he conocido a chicos trans a los que no les gusta que les digan que son trans. Al colectivo le digo desde aquí que tenemos que aceptarnos todos, porque si nosotros no somos una piña, ¿quién lo va a ser por nosotros? Si eres trans y no me caes bien, pues vale, pero que sea por la forma de ser, no por el físico. Hay gente que te dice “yo soy más trans que tú” y eso, lo siento, pero es una tontería que no me cabe en la cabeza. Cada persona es transexual igual que cada chico cisgénero es como es. No hay un chico cis modelo y todos se parecen a él.
Yo nunca he pensado en tirar la toalla en cuanto a reivindicar quién soy. Tienes que continuar. Es o me quedo en mi casa o me manifiesto. A los jóvenes trans que nos leen que no sepan qué hacer ni por dónde empezar les diría que busquen a alguien que les pueda ayudar, una persona de confian-za a la que puedan contar su situación para tener alguien en quien sostenerse cuando te fallen las fuerzas. Este es un proceso largo y necesitas apoyo. Yo encontré la fundación Daniela y allí conocí a mucha gente. Hay que buscar personas con la que quedar y salir, que sean también trans y que te puedan ayudar. También puedes encontrar ayuda en los que ya hemos empezado el proceso, porque tenemos más experiencia y podemos ayudar. Yo también puedo ayudarte.