El coronavirus no es una ETS, pero ha afectado a la manera en la que entendemos las relaciones sexuales, inaccesibles para muchos desde que se decretó el estado de alarma. Los que viven con su pareja pueden (deben, según las recomendaciones de varios psicólogos) mantener relaciones sin ningún problema, pero ¿y el resto? ¿Qué pasa con los que viven solos, con sus familias o en pisos compartidos? ¿Qué hacen los confinados con su libido?
Al campo semántico de la cuarentena se han añadido prácticas como el teletrabajo, las videollamadas o el sexting, actividades muchas veces tan programadas como los horarios de trabajo. Lo curioso es que, teóricamente, en situaciones de crisis se reduce la libido. Así que, ¿por qué estas tan cachondo estos días?
Como no existen estadísticas respecto al número de relaciones sexuales que mantienen las parejas confinadas, solo nos queda remitirnos a los datos de las páginas pornográficas. Y una cosa es masturbarse por aburrimiento o porque no hay nada mejor que hacer, pero otra muy distinta es que se haya disparado el consumo de pornografía esta cuarentena. La web Pornhub, que estos días ofrece su contenido porno ‘premium’ de forma gratuita en muchos de los países que han decretado cuarentenas, asegura que España se ha colocado casi 50 puntos por encima de la máxima mundial, alcanzando el pico de visitas el pasado 17 de marzo, tres días después de que se decretase el estado de alarma.
Además de ser un título buenísimo para una playlist de Spotify con canciones de Lana del Rey, ‘Sad and Horny’ es una expresión anglosajona que se refiere, literalmente, a esa alternancia emocional entre triste y cachondo. En español, de hecho, se acuñó como ‘tristechondo’, y hace referencia a la mezcla de dos emociones que normalmente nos hacen sentir un poco ridículos y que cuando se juntan pueden ser dinamita pura: una sensación muy habitual en bodas, fiestas de año nuevo o en personas que se obsesionan con gente que hace su vida sin ellos porque, pista, no tienen ni idea de que hay alguien revisando su perfil en Instagram cada tres minutos. Vaya, nuestro pan de cada día.
En fin, el caso es que sexo y tristeza están más cerquita de lo que parecen, aunque su relación sea muy contraproducente. Hay gente que gestiona su tristeza masturbándose, para liberar endorfinas, pero cuando se acaba el subidón hormonal la bajona suele ser mucho peor que al principio.
Otro fenómeno muy relacionado con esta mezcla de emociones es esa melancolía repentina que a veces llega después de un orgasmo. Una escena muy recurrente en las comedias románticas (el gag del tío musculosísimo, hipermasculino y hetero hasta la médula que se hecha a llorar después de acostarse con la chica de sus sueños, ¿te suena?), pero que no se suele compartir entre amigos. Pero tranqui, es un trastorno muy habitual al que se conoce como disforia poscoital y sus primeras referencias se remontan al Imperio Romano. ¡Estás amparado por la Historia!
El caso es que se trata de un fenómeno habitual, aunque a nadie le apetezca hablar de sus lagrimitas postcoitales. Pero ¿qué es lo que lo causa? ¿La miseria y la necesidad de autoboicot? ¿La neuroquímica? Aquí hay tantas teorías como invalidaciones. El amigo y misógino convencido Freud aseguraba que el sexo es la mejor manera de evadirnos de la soledad inherente a la existencia humana, por lo que los momentos de después serían los que nos hacen tomar conciencia de esa realidad. Lo cierto es que, aunque esta teoría solo la compran ya algunos poetas, es una manera bonita de explicar porqué te masturbas como un mono desde hace veinte días.
¿No compras esa versión de la historia? Otra posibilidad es que no sea el deseo sexual el que haya aumentado, sino nuestro tiempo libre. Es decir, que el anhelo siempre esté ahí, pero la rutina y la productividad que nos ahogan en condiciones normales no nos dejen pensar en nuestros deseos. Sin ir más lejos, las personas con pareja que están viviendo una relación a distancia, pero no trabajan, manifiestan una libido mucho más alta estos días que aquellas que mantienen sus condiciones laborales habituales.
En definitiva, en estos días de ansiedad y desesperanza, lo más normal es querer liberar endorfinas y sentirnos un poquito mejor, independientemente del motivo. El sexo desestresa (eso está casi escrito en la Constitución), así que pasarte el día con la libido alta es normal. Tampoco es extraño tener el deseo sexual por los suelos: bien por los horarios de trabajo y el agotamiento, bien porque las circunstancias del confinamiento hacen que nos sintamos más deprimidos... hasta que acabe la cuarentena (y en muchos casos, también después), nuestro deseo sexual va a montarse en una montaña rusa con subidas, bajadas y loops infinitos.
El caso es que tristeza y sexo van de la manita casi siempre y, en estos días, habrá que hacerle frente de la mejor forma que sepamos. Pero si no somos capaces de gestionarlo o la situación nos supera, tendremos que recurrir a un psicólogo.