El preservativo es hoy uno de los elementos imprescindibles para evitar el contagio de las Infecciones de Transmisión Sexual y para evitar embarazos. La humanidad los usa desde hace siglos: el condón más antiguo que se conoce apareció en la tumba del faraón egipcio Tutankamon, y lo puedes ver si vistas el Museo del Cairo. No está muy claro si se usaba para reducir la posibilidad de tener querubines o como elementos decorativos con los que honraban la reproducción, pero ese es otro tema.
El primer documento médico que habla de preservativos es el del anatomista italiano Gabriel Falopio, que a mediados del siglo XVI describió, en plena pandemia de sífilis, una pieza de lino que se colocaba como una capucha en el glande, para evitar la enfermedad. El doctor lo probó, según escribió, en más de un millar de hombres, y ninguno enfermó de sífilis. ¿El problema? Estos primeros condones estaban hechos de tripas de animal (cordero o cerdo, normalmente), con una cuerda que ayudaba a fruncirlo al pene. Vaya, que no se popularizó hasta mediados del siglo XIX, cuando se inventó la vulcanización del caucho y se pudieron fabricar los condones de látex en masa, bajando su precio.
La cuestión es que no todo el mundo puede usar condones de látex. La alergia o hipersensibilidad a este material complica mantener relaciones sexuales seguras, y a pocas personas les apetece colgarse una tripa engrasada de oveja en el pene. La buena noticia es que existen alternativas al preservativo de látex: en Yasss te hablamos de ellas.
Al realizar un corte en algunos árboles, aparece una sustancia viscosa y blanquecina, el látex. Tal y como explican desde Diversual, el látex natural se compone de resinas gomosas, grasas y ceras que, en principio, no son dañinas para la salud. Pero tampoco lo son los melocotones, los anacardos o las lentejas, y aún así hay gente que sufre intolerancias o alergias con tan solo tenerlas cerca. Con el látex pasa lo mismo: hay personas que no lo toleran muy bien y, en los casos más severos, pueden ver comprometida su vida si entran en contacto con el material. Según el mismo espacio, alrededor del 1,5% de la población es sensible al látex, y un porcentaje un poco menor es alérgico al material.
¿Cómo identificar una reacción alérgica? Hay que tener en cuenta que estas patologías pueden aparecer en cualquier momento de la vida, por lo que si, durante una relación sexual con preservativo, notas sequedad genital, picores, lágrimas, irrupciones o irritaciones en tu cuerpo, quítate el condón, lávate bien las manos y los genitales y, si los síntomas no remiten, acude urgentemente a un especialista para que te haga las pruebas y el diagnóstico pertinentes.
Si descubres una alergia o una mala reacción al látex, no te queda otra que optar por los preservativos alternativos. No es el fin del mundo: las alternativas son muy parecidas y te ofrecen las mismas sensaciones que los condones estándar, si bien es cierto que suelen ser un poco más caros y difíciles de encontrar.
Los materiales de los que suelen estar hechos son el poliisopreno o nitrilo y el poliuretano. Los primeros son condones de fibras sintéticas que se extraen a partir de la savia de una planta libre de látex. Por su parte, los segundos se han convertido en una alternativa de lo más popular, tanto para preservativos femeninos como para masculinos, gracias a su delgadez y textura. Estos condones conducen más fácilmente el calor que los de látex, y se pueden combinar con lubricantes que contengan aceite.
Los preservativos de poliisopreno son más gruesos que los de poliuretano, pero también más elásticos, por lo que el riesgo de rotura o deslizamiento (si la talla es la adecuada) es mínimo. Sin embargo, los de poliuretano son bastante delgados, lo que invita a una experiencia más sensible, pero también son menos flexibles y delicados. Todos ellos se pueden usar con lubricantes a base de agua, siempre que no indiquen lo contrario en sus envases, y son perfectamente seguros.