Viernes, una de la madrugada. La noche es joven. Tú te dices que también, aunque la cadera te gima y el alcohol ya no te siente tan bien como hace unos años. Copa. Abrazo amistoso. Chupito de vodka; exaltación de los lazos que te unen con tus amigas. En breve, saldrán fortalecidos y estaréis abrazándoos subidas al capó de un coche. Alguien preguntará: ¿De qué zoo nos hemos escapado? Entonáis la internacional o el último temazo de Billie Eilish o Rauw Alejandro.
Al rato, te das cuenta de que has bebido más que Boris Yeltsin en una conferencia de presidentes. A tu cerebro reptiliano le parece una buena idea mensajear a alguien especial. Tus dedos se mueven solos en el teclado, apenas tienes control sobre ellos. Forman un nuevo lenguaje escasamente inteligible para el ser humano (aunque la persona que lo recibirá, tu crush, lo interpretará a la perfección):
“Tcho de nmos”, seguido de algún emoji para rubricar el significado (la caca sonriente, por ejemplo)
Ya es tarde para huir. ¿Qué puedes hacer cuando estás achispada y te mensajeas con tu crush?
Tu mente proyecta escenarios terribles en los que tú eres esa criatura balbuceante, ridícula y con menos dignidad que el perro del meme de ‘This is fine’. Piensas que ya nunca volverás a gustarle, pero solo es un sesgo más.
Puede que él también esté de fiesta con su gente y ese mensaje a corazón abierto (“T kiero msss q amivda”) le resulte tierno y encantador; y hasta puede que te conteste de vuelta con ese mismo lenguaje, una mezcla entre el código morse y el grito de apareamiento de los mapaches: “Tbtkiro mcho”. La unión hace la fuerza.
Si la culpa te corroe y a la mañana siguiente quieres meter la cabeza en la bañera y ahogarte cuando recuerdas todas las equivocaciones que cometiste anoche, piensa que no hay solución más fácil que enviarle un mensaje al crush disculpándote.
No solo lo entenderá, sino que, si es una persona sensata, valorará el hecho de que tengas en cuenta su opinión y te muestres vulnerable para admitir que enviar ese ‘qro hce r cntig lqla prmvvvvera le hc als crzzos” no fue la mejor idea. Es muy poco probable que le haya molestado ese mensaje.
Todos hemos bebido y hemos vomitado entre dos coches alguna vez (la vida no estaría completa sin esas experiencias enriquecedoras). Olvida la culpa, el remordimiento y la proyección de un escenario catastrófico. Solo es un mensaje, no has dejado una cabeza de caballo ensangrentada en su cama. Lo más probable es que él mismo se ría, no le dé la menor importancia y en vuestro próximo encuentro ya lo haya olvidado.
De acuerdo: te picaba el hocico, algo muy habitual cuando el alcohol es nuestro amo y señor, o como confesaba una usuaria mexicana encuestada en Vice acerca del mensaje más vergonzoso que ha mandado borracha: “Estaba bien peda. Ya estaba yendo a mi casa y tenía ganas de follar con un Tinder que me gusta”.
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La próxima vez que envíes un mensaje a tu crush estando achispada, intenta ser un poco más estratega (si el vodka no ha nublado tu juicio). ¿Y si ese mensaje tonto acaba siendo una invitación a irse contigo a casa que él acepta? ¿Y si la tontería de mandar mensajes que no se entienden si no es haciéndoles un exorcismo termina con vosotros dos en tu casa?
En esencia, si nunca te habías declarado a tu crush y ese mensaje de madrugada es un acelerador de los acontecimientos, quedan dos opciones. Sincerarte de una vez por todas y aprovechar que has reventado la piñata del amor y el secreto en un timing horrible, decirle que te gusta y proponerle una cita, por ejemplo. ¿Qué puedes perder?
O bien, hacer uso de la amiga imaginaria, la amiga con la mano larga, la amiga que, según tú, cogió tu móvil sin tu permiso y empezó a sembrar el caos entre tus contactos. Esa amiga ficcional que, si eres buena contando mentiras, acabará por ser la que te salve de admitir lo obvio: estabas borracha, tenías ganas de verle y a veces el corazón ebrio puede más que el instinto de preservación cartesiano.