Todos solemos recurrir a conceptos e imágenes para categorizar lo que nuestra mente considera demasiado difícil de comprender. Pensemos, por ejemplo, en el BDSM. ¿Qué es el BDSM? Es habitual que lo vinculemos con una serie de prácticas sexuales que responden a las siglas de Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Estas siglas, a su vez, las relacionamos con un imaginario muy concreto, con cuerpos dominantes y dominados, mucho cuero, fustas, máscaras de asfixia y otras herramientas para infligir dolor.
Pero puede que, en nuestro interés por entender algo más sobre el BDSM, caigamos en los mismos errores que cometemos con otras prácticas sexuales que consideramos más habituales. O más “normales”, signifique eso lo que signifique. ¿Tiene sentido pensar en el sexo solo como penetración? ¿Tiene sentido pensar en el BDSM solo como artículos de cuero en una sección concreta del sex shop en lugar de relaciones y deseo? A esta conclusión hemos llegado al hablar con Norma J. Brau, @snow_felina en Instagram, sexóloga, feminista y especializada en minorías eróticas y kink (entre ellas, el BDSM).
A Norma le hacemos la pregunta del principio. ¿Qué es el BDSM? “Mientras que es muy común que el BDSM sea descrito como un conjunto de prácticas, la mirada de la sexología nos permite dar un paso atrás y empezar a comprenderlo desde la raíz, desde la dimensión de los deseos. Por tanto, se entiende como una minoría erótica”, explica Norma. “Hay gente que tiene deseos y prácticas que, en base a definiciones de las siglas, podríamos considerarlas como tal, pero en última instancia son las personas quienes dan relevancia a esa erótica dentro de su identidad y sexualidad”. Esto nos anima a dejar de ver el BDSM como práctica y a hacerlo como una forma de entender la erótica.
“¿Soy una persona con erótica bdsmera? ¿Considero que lo practico? Esto es muy diferente a definir desde fuera si lo que hace y lo que desea alguien pertenece o no a lo que contempla ese acrónimo”. Y continúa: “Debemos tener en cuenta que, como minoría erótica con amplias dificultades para su vivencia satisfactoria y no patologizada, se ha tendido a la creación de una subcultura erótica. Hay personas con esta erótica que además se relacionan en lo que se denomina escena o comunidad, y en esas microsociedades se generan códigos y lógicas específicas”.
Cuando le preguntamos por esas prácticas habituales que pensamos que son el BDSM, pero que en realidad son solo imágenes de una parte del BDSM, Norma insiste: “La deseabilidad social afecta y aunque cada vez se visibilicen con más naturalidad ciertas prácticas, otras siguen estigmatizadas y siendo target de prejuicios. Como decíamos, no solo es cuestión de práctica, sino de erótica. Diferentes personas pueden disfrutar de la misma práctica por significados y vivencias muy diferentes, dado que estos dependen de la individualidad y no son resultado directo de tener un imaginario compartido”.
“Aun así, cabe mencionar algunas prácticas que se han vuelto más visibles, menos demonizadas o cada vez más comunes dentro de la normatividad: las restricciones físicas mediante el uso de cuerdas, cadenas u otros objetos, las azotainas o spanking…”, ejemplifica la experta y coincide con ese imaginario tan presente. “¿Corremos el riesgo de que se vuelvan un nuevo imperativo, una nueva obligación? Puede ser. De ahí la importancia de insistir en la dimensión individual de la erótica y en que solo tiene cabida aquello que produce satisfacción y bienestar”, añade.
Otro mito a relativizar: las personas dominantes y las personas dominadas. “Esa es una de las cuestiones más desdibujadas o alejadas de la realidad. Cuando hablamos de personas dominantes y personas sumisas estamos invisibilizando la diversidad de realidades dentro del BDSM. No siempre va de ordenar y de cumplir o no órdenes, a veces tiene que ver con los estímulos displacenteros intensos, otras con restringir la movilidad por el mero disfrute a la inmovilidad o su imagen...”.
“En contextos anglosajones, rescatan los términos ‘top’ y ‘bottom’, más propio del ámbito de las orientaciones, por considerarlos más amplios. Sin embargo, el hecho de que la traducción al castellano sea ‘persona activa’ y ‘persona pasiva’ también podría ser peliaguada”, aclara Norma. “Sea como fuere, me parece que ‘top’ y ‘bottom’ son términos más adecuados porque ayudan a desmontar el estereotipo o la imagen limitada y limitante del BDSM. No debemos confundir estos conceptos con un formato rígido de cómo poder expresarse en cada uno de ellos. Hay personas ‘bottom’ que tienen un culo muy inquieto, son muy expresivas y eso está genial también”.
“También cabe mencionar que existen las personas ‘switch’. Serían aquellas con potencial para disfrutar ambos roles. Por ejemplo, una persona que sea masoquista y también sádica podría considerarse ‘switch’, aunque bien es cierto que ser masoquista y dominante no siempre le hará sentirse identificada con la etiqueta señalada”, apunta la sexóloga.
Más dudas a resolver al hilo de lo que apuntábamos antes sobre dominantes y sumiso. El BDSM, ¿solo o en pareja? “¿Qué es una pareja? Esto lo pregunto porque es tan frecuente como con otras eróticas que las personas busquen alguien con quien tengan cierta afinidad, atracción o buen rollo solo para experimentar prácticas”, explica Norma. “Esta forma de desarrollar la erótica es tan válida como la de quien busca encuentros eróticos puntuales. Mientras la gente deje claro cuán definido está su objetivo de búsqueda, las posibilidades de que este cambie, no veo problema tampoco”.
“No obstante, dentro de lo he mencionado como escena o comunidad BDSM, es habitual que para ‘buscar solo personas con las que jugar’, y subrayo las comillas, se sigan determinadas pautas de seguridad”, señala. “Dicho esto, hay prácticas que se pueden realizar de forma autónoma, haya una persona como referente erótico o no. Por ejemplo, a veces se hace algo para sacar una foto o un vídeo para hacer llegar a alguien en concreto, no solo por el mero hecho de hacerlo en soledad. Hay una tendencia a erotizar y a construir relación incluso a pesar de no estar presentes”.
“Los riesgos son varios. Por un lado, cuando se realiza en referencia a una persona, puede darse una pérdida de comunicación. Es fácil perder información o incluso ocultarla. Por ejemplo, no compartir cómo de cómoda o incómoda se ha sentido una persona haciendo algo es más fácil de disimular cuando no se da en directo”, advierte la sexóloga. “Además, hay ciertos riesgos de tipo más práctico. Hay determinadas prácticas que no debieran darse sin vigilancia directa de otra persona externa. No está de más reflexionar sobre cuánto control tenemos cuando nos la realizamos a nosotras mismas”.
A pesar de esta visión liberadora que el BDSM ofrece sobre el sexo, las personas que lo practican sufren multitud de prejuicios. Una razón es la moral religiosa. “Los miedos y prejuicios actuales nacen de orígenes muy diversos, pero también relacionados. Los tres grandes monoteísmos guardan recelos hacia una sexualidad diversa, pero es que además, cuando hace poco más de 100 años las ciencias naturales comienzan su andadura, no se alejan mucho de estas morales sexuales. Ya en los primeros análisis de la sexualidad ‘degenerada’, como se la denominaba entonces, se hace mención a lo que a día de hoy se sigue mal llamando como fetichismo, sadismo, masoquismo...”, alerta.
“Los manuales de diagnóstico modernos han seguido recogiendo diversas forma patologizadoras de determinadas eróticas. Por ejemplo, cuando se ha solido hablar de parcialismo, cosa que a veces comúnmente se ‘mal llama’ fetichismo, la gente tiende a pensar, por ejemplo, en el gusto por los pies, como si existiese tal cosa y no un gusto de unos pies concretos en un contexto concreto. Pero nadie habla del gusto por los senos, el pectoral, el culo o los genitales como un parcialismo. Lo entendemos como normal porque están vinculados al sistema reproductivo”, reflexiona Norma. “Se suma que aún tenemos una educación sexual deficitaria por falta de presupuestos y profundidad”.
Algunos de estos prejuicios vienen derivados de la relación del BDSM con el placer, el dolor, el control… Pero a veces esto se da en situaciones cotidianas. “Disfrutar del dolor o de estímulos intensos displacenteros no solo tiene que ver con que haya un intercambio de poder. A veces pensamos que una práctica compensa por con quien la hacemos, y no solo el sexo, sino algo rutinario como las tareas del hogar o la crianza, y más tarde descubrimos que no. ¿Cuánta gente hay a la que no le compensa el con quién lo hace porque lo que hace está por encima de sus límites? Nuestros límites son un terreno a identificar y con el que dialogar a lo largo de nuestra erótica”.
De hecho, en el BDSM, la comunicación es clave. Seguro que has escuchado hablar de la palabra de seguridad, término para hacer entender al otro que se quiere parar, o de las siglas SSC, que hablan de relaciones seguras, sensatas y consensuadas. “Hay muchas personas en las minorías eróticas que sorprenden a otros por los niveles de comunicación, negociación, resolución de conflictos… Lo importante es que lo que en esta erótica parece imprescindible, es igual de relevante en todas las relaciones. Es obvio que en determinadas prácticas es más imperioso, pero igual que si dos personas deciden tener un encuentro erótico y no se ponen de acuerdo sobre métodos anticonceptivos”.
“Digamos que en el BDSM hay una especial conciencia de lo importante para que una relación crezca, resulte positiva y se eviten sus aspectos negativos. Fruto de ello son las palabras de seguridad, también los protocolos o marcos de juego, porque hay mundo más allá del SSC, pero sobre todo las reflexiones sobre el consentimiento. Las autoras Easton y Hardy lo conceptualizan en el BDSM como la activa colaboración a favor del beneficio, placer y bienestar de todas las partes concernientes. Pensar en el consentimiento de esa manera, como concepto dinámico del cual somos corresponsables, lo considero la verdadera clave subyacente”, asevera Norma.
Por elementos como este, el BDSM no solo es seguro, sino que es empoderador. “Pero no solo el BDSM por ser especial. Vivir una erótica satisfactoria nos reconcilia con nuestra sexualidad. Es más sencillo estar satisfechas con la vida cuando la erótica también es satisfactoria”, responde rotunda la sexóloga. Por eso debemos sacudirnos los prejuicios que citábamos. “Estas ideas de la erótica como obsesiva y problemática nos dicen más sobre qué opinamos en nuestro fuero interno de la erótica y la sexualidad que de la realidad. Somos una sociedad preocupada por la supuesta adicción al sexo que apenas juzga y habla de los peligros de la supuesta adicción al trabajo”.
Por último, le preguntamos a Norma qué consejos daría a alguien que quiere iniciarse en el BDSM. “Conócete, conoce tus deseos y qué quieres explorar. Usa material erótico, el bdsmtest (que sirve para identificar qué erótica te gusta), y piensa sobre lo que realmente llama tu atención y despierta tu deseo”, anota. “Infórmate desde una perspectiva crítica y diversa. Quizá solo quieras saber sobre prácticas, o sobre relaciones. Igual hasta quieres conocer tu escena local”. Y continúa: “Tómatelo con calma, las prisas suelen ser malas consejeras. Ya habrá tiempo para acelerar el ritmo cuando sientas que tienes la experiencia suficiente para ello. Y si tienes dudas o dificultades, recuerda que hay profesionales de la sexología que tal vez te puedan asesorar y atender”.