Para la mayoría de la gente, masturbarse es una costumbre placentera, divertida y con muchísimas ventajas fisiológicas evidentes para el cuerpo. Ese buen humor, ese sistema inmune a prueba de jefxs cabronxs y ese rostro fresco y descansado no se consigue solo, amiga, hay que trabajarse el placer a diario, tocarse para conocerse mejor y aspirar, siempre que se pueda, a un orgasmo de calidad superior, con o sin ayuda de tu pareja. Si tienes una cita, tenlo en cuenta antes de prepararte.
La regularidad con la que nos masturbamos es algo que no está reñido con hacerse preguntas, y hay veces que quizá estamos digitándonos en exceso y no lo sabemos, o acusamos un problema repentino por buscar el placer más allá de nuestra salud y bienestar. Del placer a la pulsión descontrolada hay un pequeño pasito. Como del amor al asesinato, que diría un novelista. De hecho, también debemos tener en cuenta los efectos que tiene en nuestro cuerpo no masturbarnos en absoluto.
¿Cómo detectar si te estás masturbando demasiado?
Te damos cinco señales clave.
Arriba, abajo, arriba, abajo, mucho, mucho más… reconoces el movimiento de tus manos, pero hay un pequeño detalle que ya no te pasa desapercibido. Un día es una rozadura en la zona; otro, una pequeña herida, una mancha cárdena de moratón, la piel tirante y, más tarde, el dolor.
En resumen: no hace falta ser muy listx para saber que te estás haciendo daño. No lo decimos nosotros, sino la física: a más fricción descontrolada en tu pene o tu vagina, más posibilidades hay de que sobrepases el nivel de tolerancia de tu piel y te provoques lesiones. Ahí tienes tu primera señal.
En este sentido, no hay un número de veces bueno o malo para masturbarse a la semana. Tu salud sexual no va a empeorar si un día te tocas dos veces, y al día siguiente ninguna, y dos días después aumentas el ritmo. La casuística depende de cada persona, de su cuerpo y de las señales de alerta que nos da cuando nos estamos pasando. Y lo sabrás. Créenos cuando te decimos que lo sabrás.
La masturbación, además de darnos gran placer, puede proporcionar un alivio a la tensión que sentimos en un momento concreto. Nos ayuda a relajarnos.
Un caso bien diferente sería si nos diéramos cuenta de que necesitamos tocarnos de forma compulsiva para lidiar con el estrés del día a día, que lo hacemos muy a menudo y que, incluso, interrumpimos situaciones de la vida cotidiana y diferentes contextos donde no es lo más recomendable ir a tocarse para ir a aliviar y triturar esa tensión que nos desborda.
Es decir: cuando asocies masturbarse a acabar con la ansiedad, sin importar la situación en la que estés, interrumpas tu vida cotidiana, tengas problemas con tu pareja o modifiques tu vida social, será señal de que puede haber un problema larvado de fondo.
Una mera evolución de la situación anterior: si experimentas ansiedad cada vez que no puedes masturbarte, vives un malestar creciente y estás irritable o directamente enfadadx quizá estés pasando por tu propio síndrome de abstinencia. Otros síntomas posibles serían el insomnio, la falta de aire (de nuevo, la ansiedad haciendo acto de presencia) o perder gradualmente el apetito.
A veces no es necesaria la intervención de ninguna sustancia o droga para vivir una adicción compulsiva. Se conoce como “adicción de proceso”, ya que en nuestro estado eufórico no interviene ninguna sustancia externa y es nuestra propia conducta la que modifica la química cerebral.
Cuando una persona sufre adicción a la masturbación, su química cerebral se adapta a la necesidad, y los altos y bajos, los picos de euforia o depresión acaban vinculados a esa compulsión. A medida que la mente se acostumbra a la liberación de oxitocina y otros químicos en el cerebro producidos durante el orgasmo, buscaremos recursos continuos para obtener dicha estimulación.
Según se recoge de diferentes casos, la masturbación compulsiva puede afectar a la forma en la que sentimos placer y a nuestra respuesta sexual. En determinados casos, la adicción acaba por modificar nuestras respuestas neurofisiológicas y bloquea el placer o lo ‘tara’. La persona adicta a masturbarse lo tendrá difícil para excitarse en compañía de otra persona y acabará por elegir encerrarse en su adicción antes que explorar el placer de cualquier otra situación íntima.