Qué maravilloso sería el mundo si todo el mundo viviera su sexualidad con absoluta normalidad y apreciara su cuerpo tal y como es, sin aspirar a encajar en determinadas normatividades físicas que no representan los cuerpos reales y sus matices. “No soy lo suficientemente buenx en la cama”. “Mi compañerx no se ha corrido”. “Estoy lejos de dar la talla”. “Tengo el pene pequeño”.
No es fácil escapar de las trampas que nos tienden los roles de género, esas comparaciones o aspiraciones irreales que limitan nuestra experiencia romántica, emocional y sexual y nos convierten en criaturas asustadas. La mala noticia es que estos complejos afectan a todxs por igual. Los hombres tienen desde el albor de los tiempos su propio panteón de pequeños terrores sexuales: complejos relacionados con su pene, su aspecto físico o su rendimiento en la cama. Pero, ¿cuáles son sus espinas clavadas? ¿A qué le tienen miedo “los tíos”?
Uno está ahí con su pareja, dándolo todo en la noche más placentera del alma, cantando la Cabalgata de las Valkirias, y de pronto, la cabalgata se convierte en calabaza. El pene pierde la fuerza de la erección y se amustia. Muchos hombres, por desconocimiento, asocian este momento a una hombría débil que no es capaz de mantener la relación sexual en su punto óptimo o piensan que tienen algún tipo de problema sexual grave. No saben distinguir lo que es un proceso completamente normal, perder la erección de forma puntual, de otro trastorno como la disfunción eréctil, que por lo general es persistente en el tiempo y cuenta con una serie de características evidentes.
De hecho, si miramos la lista de factores que pueden influir en un gatillazo, lo raro sería no sufrirlo alguna vez. Obsesión y ansiedad por satisfacer a la pareja, fatiga, estrés (vives en la rueda del capitalismo, ¿cómo no vas a estar triturado de cansancio?), nervios, inseguridad, baja testosterona, la edad en la que estemos…
Efectivamente, querido lector: el gatillazo no debería ser ningún drama, muy al contrario, todxs deberíamos normalizarlo, igual que una mancha de regla en las sábanas, una dulce ventosidad que se escapa por accidente (mejor la risa que llamar a los bomberos) o esas épocas en las que apetece menos ponerse a hacer gatitos con otro ser humano.
Es posible que cantidades industriales de porno inyectado en las sinapsis y el inconsciente colectivo hayan convencido a muchos hombres de que lo fundamental es tener un pene grueso para tener un sexo de diez; un percutor de buen tamaño que debe medir X para poder proporcionar placer suficiente o ser ‘apto’. Vamos, una dismorfia corporal de libro.
Nos hemos creído el bulo de que “el tamaño importa” (siempre), hasta el punto de que la desinformación o el mito actúan y median en situaciones donde el tamaño tiene mucha menos importancia de la que creemos. Ni es necesario un enorme mango para disfrutar en la cama y hacer que tu pareja disfrute, ni los penes descomunales son los mejores para darle mejores orgasmos a otro ser humano.
Así lo desmiente el Doctor Serrano en un artículo en The Objective: “Casi todos los penes alcanzan a estimular varias zonas genitales, independiente de su largura o grosor para conseguir un desempeño sexual satisfactorio ante su pareja. Además, en algunos casos, el mal rendimiento se debe a problemas de autoestima o a los complejos que se tienen, más que a un problema de su anatomía”.
Amigo mío, no eres un caballo percherón ni una plataforma petrolífera. Acepta que el tamaño de tu pene probablemente esté en la media (14,2 cm), o, si no te resulta fácil confiar en que no tienes un pene peor o mejor que el de nadie, usa los datos. Puede que a ti te preocupe cuánto te mide, pero a tu compañera probablemente no. Según una investigación publicada en el British Journal of Urology, casi un 85% de las mujeres están satisfechas con el tamaño del pene de su compañero de cama.
Ya te hablamos en otro artículo de la diferencia entre la curvatura normal del pene y sus distintas desviaciones y la enfermedad de Peyronie. El complejo de pene curvo no debería preocuparte demasiado.
Por algún arcano motivo, ese es otro de los mitos en el que muchos hombres creen; que, con el paso de los años, el pene “encoge”, y en lugar de mantener su estructura y grosor, retrocede (hacia Narnia), pierde parte de su volumen y se hace un poco más pequeño, más ridículo, más insignificante.
La mayoría de expertos suelen dar una explicación a este curioso efecto óptico que solo está en la cabeza de quien tiene este tipo de inseguridades (o ha tomado demasiadas drogas). Lo que ocurre, por lo general, es que se hemos ganado algo de peso. Por eso lo vemos ‘todo’ distinto, en relación a nuestro cuerpo, que es lo que realmente ha crecido en proporción.