Los problemas de Miguel Herrán con su rápida fama: "El dinero no me ha hecho feliz"
El actor no se esconde en las entrevistas. La fama y la exposición le gustan lo justo.
Es muy crítico con su estatus de estrella y el dinero rápido. Opina que a veces solo le ha traído infelicidad.
La fama es un animal incómodo en las manos de quien la cabalga rápido; y a veces se convierte en una jaula en la que ciertos pájaros prefieren seguir encerrados antes que salir a volar en libertad. Que se lo digan si no a todos esos juguetes rotos del cine y la televisión que, a lo largo de la historia, pasaron del boca a boca y del parpadeo admirativo de sus millones de fans a la intrascendencia o las adicciones; o esos otros que, a fuerza de presentarse en redes sociales como seres inmaculados, ricos y boyantes, han enterrado sus partes más oscuras y su personalidad para no enfrentarse a ellas en público, porque eso les sacaría de la rueda del brilli brilli.
No es el caso de Miguel Herrán, un actor muy consciente de los regalitos envenenados que esconden los ascensos rápidos al firmamento de las estrellas y los influencers. Desde que reventó el famosómetro con sus apariciones en ‘La casa de Papel’ y se ha convertido en uno de los actores jóvenes españoles más punteros, el bueno de Miguel no ha escondido su relación conflictiva con el hecho de estar en boca de todos o sus problemas pasados con la oscuridad interior y la vigorexia.
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Sus problemas con la exposición
El caso de Herrán no es especial en comparación con otros actores del fenómeno ‘La casa de papel’ o la misma ‘Élite’, una producción que, gracias a los tentáculos mundiales de Netflix, ha catapultado a sus actores a cimas desconocidas en términos de seguidores, likes y oportunidades profesionales. Siendo Ester Expósito la actriz española más seguida en Instagram, Herrán, sus catorce millones de seguidores y sus perros adorables, Gitana y Coyeh, le andan bastante cerca. En el caso del actor, la fama le cuesta y se le hace bola. En una entrevista para ICON, de El País, ya fue terminante.
"He notado que la gente piensa que mi vida es la polla, que me he follado a Ester Expósito y a Úrsula Corberó, y que no me puedo quejar. El dinero no me ha hecho feliz, me ha quitado bastante felicidad y me ha dado más preocupaciones que cuando no lo tenía. Me ha hecho más ambicioso. El dinero me ha ensuciado como persona, no lo valoro. En el resto sigo igual o peor".
En otra entrevista, esta vez para La Vanguardia, confiesa que le es muy difícil vivir el presente y que siempre está pensando en el después, en lo que hará, en lo que aún no ha pasado. Es muy crítico consigo mismo. Sus días están llenos de cosas (entrevistas, estrenos, galas y rodajes) y, en realidad, ha dicho varias veces, no está realmente en ninguna. Lo único que le mantiene atado a la tierra y a la pura vida son los deportes extremos, aunque esta faceta suya no se libra de una parte oscura que aún sigue dándole algunos problemas.
Sufrió vigorexia cuando era adolescente, y desde que fue consciente de su adicción a muscularse, tiene que bregar y trabajar en un aprendizaje continuo para sentirse satisfecho con su cuerpo, mirarse al espejo y aceptarse. Muchos recuerdan cómo se expresaba sobre este problema hace algún tiempo en otra entrevista:
"En 'La casa de papel', si me agachaba, reventaba el mono", afirma. "Tengo espejos en los que me tengo prohibido mirarme con ciertas luces porque sé que me va a entrar la obsesión. Es continuo. Empiezas y ya no acabas".
No quiere estar en boca de todos
Para el actor, el problema está en el aprendizaje a salto de mata de estos cambios tan fulgurantes y esta exposición desmedida hacia cada gesto suyo, cada declaración pública o, incluso, cada confesión que hace en una entrevista para reconocer sus fallos: le ha costado adaptarse rápido a la fama y no lleva nada bien que te paren por la calle y que todos los ojos estén puestos en ti. Cría cuervos y… te harán fotos para sus redes sociales.
"Me cuesta mucho estar aquí y ahora. Siempre estoy pensando en lo que voy a hacer después, sin disfrutar del momento. Hago un montón de cosas a lo largo del día y no estoy en ninguna, pero lo deportes extremos me hacen sentir vida".
El actor cuenta en otras tantas entrevistas que estar expuesto le obliga a a ser neutral, ocultarse lo máximo posible y pasar desapercibido. Los días que lo leva peor y le da vueltas al escrutinio obsesivo de sus aficiones (rodar, sacar a sus perros, correr por la carretera con alguna de sus motos o practicar deportes extremos), suele imponerse normas básicas de higiene mental.
"Me he dado cuenta de que no tengo que agobiarme tanto por cómo me vea la gente y lo que piense de mí. No es mi imagen real. Esa la conocen los que están a mi lado; la gente que me importa".
Con el dinero también trata de llevar una relación lo más sana posible. A veces lo acepta. Otras tantas, lo odia y rechaza la idea de que te abra tantas puertas o te convierta en un ser muy por encima del resto de los mortales.
"Me planteo mucho la mierda de sociedad en la que vivimos en la que por un lado te explican que la gente muere de hambre y que hay que hacer algo, pero luego se nos incita a consumir para mantener el sistema y a gastar pero no en ayudar al que le hace falta".
Es el clásico ‘los ricos también lloran’, y a Herrán se lo perdonamos, por su buen corazón y porque es un actor como la copa de un pino. Ha demostrado humildad y una relación con la fama mucho más inteligente que otros actores de cabeza vacía y declaraciones de champán.