Me decidí a viajar sola por primera vez: te cuento cómo hacerlo fácil para que por fin des el paso
Elegir el dónde sin morir en el intento
Si nunca has escalado una montaña, es absurdo plantearse subir al Everest. Viajar es un poco lo mismo. Para elegir destino, lo mejor es usar el sentido común y pensar qué es lo que más se adapta a nuestra personalidad: cuánto amor tenemos al transporte público, lo que estamos dispuestas a andar, si no nos importaría alquilar un coche llegado el caso, si nos atrevemos con cualquier idioma, si tenemos tiempo para perder dos días de viaje porque el país está lejos, si nos gusta más el frío o el calor, etc.
Por cercanía y precio, a mí lo que más me cuadró fue Ámsterdam: te puedes mover andando o en bici, tiene mucha vida social, la gente es amable y cosmopolita, hay un montón de planes y bares, se ve en un par de días y tampoco es demasiado cara. Como destino para empezar, si no has estado nunca, es lo más.
Dónde dormir: punto importantísimo
Si eres una persona celosa de su espacio y de su intimidad, es probable que el tema 'hostel' te agobie, pero yo recomiendo probarlo porque nunca se sabe. Es verdad que te puedes encontrar con que ya están todas las camas cogidas menos la peor o que a la gente le huele los pies y no hay ventilación, pero puede ser también que la experiencia sea maravillosa y te encuentres además con gente en tu misma situación y que incluso nazca una nueva amistad entre literas. Es una lotería.
Busca una persona que te pueda ayudar si la cosa se complica
Una vez hemos elegido el destino y el alojamiento, hay que buscar un contacto que ya esté viviendo allí y que nos pueda echar una mano en caso de que tengamos algún contratiempo que no sepamos gestionar. Un amigo de un amigo vale. Será fundamental para cosas como perder el DNI y no saber dónde denunciar, ir al médico porque una comida te ha sentado regular, encontrar el camino de vuelta si te has perdido y acabado en las afueras, etc.
Programa planes y más planes
Tours, paseos programados, visitas a museos. Lo que sea. La idea es llenar con planes todo tu tiempo para conocer la ciudad de una manera divertida. En mi caso, siempre he utilizado Civitatis para estas cosas, y a la hora de elegir el tour he tenido muy en cuenta el horario de las otras cosas que quería ver, como museos y tal. Por ejemplo, si una galería de arte a la que te mueres por ir cierra a las 20h, es guay cogerte un tour a partir de esa hora para ‘quemar’ las horas que te quedan antes de irte a dormir. Porque una cosa está clara: a partir de ciertas horas que para nosotros son tempranas, como las 19h o así, en Europa la gente se recoge y olvídate ya de visitar nada con horarios.
Haz encuestas por las redes sociales
Hay vida más allá de las recomendaciones típicas de los blogs de viajes y las guías turísticas. Para que un viaje sea más auténtico y puedas empaparte bien tú sola de todo, hacer encuestas y preguntas en redes sociales es lo más. En ellas puedes ir a cosas más concretas, como bares que lo peten o mercadillos vintage. La gente en general ha viajado mucho, así que seguramente te digan sitios únicos que de forma natural a lo mejor no habrías encontrado. La sabiduría internetera es inmensa.
Pégate la fiesta padre (aunque sea contigo misma)
Fuera prejuicios: al igual que no nos es raro ver a un tío solo en una barra de bar, nosotras podemos (y debemos) hacer lo mismo si nos apetece una copa, cerveza, o lo que sea. Es verdad que hay gente a la que le da apuro ir a restaurantes o bares en soledad, pero os puedo asegurar que os vais a encontrar a más de una persona en la misma situación. Y eso da tranquilidad.
Pero si aún no te ves preparada para esto, también existen otras formas de pegarte la fiesta padre que te harán sentir más cómoda: tours de cerveceo por el barrio de moda, aplicaciones como ‘Trippnparty’ que te buscan farras en las que se junta gente local con extranjera para salir de fiesta o Tinder (que en principio sirve para conocer gente pero muchas veces te encontrarás con gente que te avisan de que no quieren 'tourists'. Ojo con eso).
Disfruta del camino y del silencio
Al final, viajar sola es una experiencia completamente distinta a viajar con gente. Todo cambia, pero quizá la mayor ventaja es que ninguna de las decisiones o apetencias que tengas durante el viaje generarán conflictos o discusiones. Adiós a conflictos absurdos en cosas como a qué hora se come, si es mejor ir por un lado o por otro, si te apetece seguir andando o no. Se hace lo que a ti te apetece. Y punto. Por eso es importante que saborees esos momentos de tranquilidad: no son nada habituales luego en la vida diaria.
Disfruta de lo aprendido
Viajar sola no es solo conocer una ciudad: es abrir la veda a conocer otros mil sitios más. A la vuelta, y tras haberte demostrado a ti misma que han desaparecido las barreras psicológicas, te apetecerá ir cada vez más lejos. Te mirarás al espejo y te sentirás más independiente que nunca. También te mirarás por dentro, y te descubrirás en muchas facetas que desconocías de ti misma. Durante el viaje captarás detalles en el paisaje que, yendo con alguien, probablemente pasarías por alto. Y, por supuesto, te sacarás para siempre la espinita de haber querido siempre viajar sola.