Cuando pensamos en niños que se atragantan, creemos que los problemas empiezan y acaban en el momento que no pueden respirar y, o se lo tragan, o sustraen lo que se hayan llevado a la boca. Sin embargo, puede pasar que el problema no acabe ahí, sino que se alargue hasta que se vean los primeros síntomas días después.
Así fue por ejemplo la historia de Nicole Johnson Goddard, cuyo relato compartió en Facebook el pasado 24 de febrero y que se hizo viral, con 52.000 me gusta y 134.000 veces compartidos.
En ella dice que no pretende dar lecciones a nadie, ni si valorar lo que ocurrió estaba bien o mal, sino simplemente hacer una reflexión sobre un episodio que le hizo plantearse muchas cosas respecto al cuidado de sus hijos, en concreto sobre el problema de darles palomitas tan alegremente y sobre cómo algo que puede parecer bueno puede convertirse en malo en milésimas de segundo.
En este caso, el protagonista Nash, el menor de los tres hermanos. Resulta que estaban un día viendo toda la familia una película durante el fin de semana mientras comían palomitas. Hasta aquí todo normal. En un momento determinado, parece que Nash se atragantó con una palomita, pero parecía que luego la tragó bien. Siguió tosiendo, pero los padres no sospecharon nada.
Al día siguiente, la madre cuenta que la tos no parecía calmarse y empezaba a preocuparse un poco. En un primer momento pensó que podía ser un catarro. El día posterior, más de lo mismo, hasta que durante la noche (dos días después de atragantarse) el niño esta más cálido y nervioso de lo normal. Le dieron algo para la fiebre y lo acostó. Estuvo observándolo durante largas horas hasta que, según explica, su intuición le movió a llamar a la pediatra. Su respuesta fue clara: llevarle inmediatamente al hospital.
Después de varias horas de análisis y una broncoscopia, el doctor que se hizo cargo encontró el motivo: la palomita se había ido ‘por donde no era’, y había acabado en los pulmones, produciéndole una enorme infección que había que operar. Todo por una palomita.
Y no fue una cirugía, sino dos. En la primera extrajeron la mayor parte del alimento, y en la segunda se cercioraron de que no quedaban restos. En total, estuvieron tres noches en el hospital.
Al final del texto Nicole reconoce que ya sabía que no se recomienda dar palomitas a los niños, pero dice que tener ya tres hijos, siendo este el menor, a veces te hace pasar por alto ciertas cosas. En cualquier caso, lo que aconseja al resto de padres y madres es que, sea lo que sea, se fíen de su intuición, y que busquen ayuda cuando sospechen: “¡Confía siempre en tu instinto, porque está bien!”.