La hazaña remienda el espíritu de los héroes… o de los estúpidos. ¿Una babosa gigante que no le presentarías a tus padres? ¿La cuota de autónomos más progresiva? ¿El recto que aguantó más tiempo con un dildo en su interior? ¿Una navaja gigante para dominarlos a todos?
Nombra cualquiera de estas excentricidades y los organizadores del premio Guinness te dirán: ‘Sujétame el cubata’. El premio lleva más de 60 ediciones glosando hitos de todo tipo, hasta esos que dichos en voz alta solo harían que dijeras: ‘Pero qué mierda…’
En Yasss vamos a hablarte de los más absurdos de los más absurdos; auténticas bizarradas para esas noches de fiesta que ya no puedes celebrar. El avión de papel más grande del mundo, el tipo que consiguió arrastrar más peso con las cuencas oculares, el más peludo, otro que consiguió lanzar leche a más distancia con el lacrimal del ojo, la muchacha de las piernas más largas. Nos dejamos bastantes, claro.
El Guinness siempre le da amor en su palmarés a las cosas de buen tamaño, enormidades que no te caben en casa. Limones gigantes, navajas gigantes o… esto: un gasterópodo que parece un rotweiller.
Aceptamos que hace unos años se pusieran de moda entre los pijos de Malasaña poseer un hurón atado a una cadena y pasearlo por los garitos y las tiendas de galletas de diseño, pero quizá esto sea demasiado. Un caracol gigante africano de casi un kilo de peso y medio metro de largo que se agenció el récord Guinness. Puedes pedirle que te sorba los sesos o utilizarlo para alguna de tus citas de Tinder. En el amor, hay que innovar.
Viva el medievo. Viva. De verdad. Vivan las rapiñas por las aldeas, el señor feudal que sube los impuestos a sus siervos, la peste negra, pasar a cuchillo a los aldeanos desobedientes, la horca, qué buena era la horca, ya no se hacen horcas como las de antes, lo pasábamos tan bien los domingos en la plaza…
Hay un récord Guinness para el mayor número de pitufos reunidos en un espacio público, otro para los imitadores de Michael Jackson y otro para las manadas de Santa Claus. Suponemos que pasarían mucho rato tocándose la barba y preguntándole a su clon: ‘¿Qué productos le echas? Está muy suave. Oye, ¿cómo haces tú para meter en vereda a tu elfo?’
Una muy buena idea para evitar tú montar tus muebles de Ikea es llamar a Scott Murphy, que ostenta el récord mundial de doblar sartenes en 30 segundos. Se dice que empezó en esto de doblar cacharros metálicos muy, muy duros porque odia la teletienda y le frustra que los masajeadores de pies, sillones gravitatorios y peladores de rábanos no funcionen del todo bien. Sigue invicto, doblando cosas difíciles cada día de su vida, posiblemente con una contractura.
Del cartel de ‘No molestar’ a tener los cadáveres de tus padres empaquetados en bolsas debajo de la Playstation 5 hay un pequeño paso. Con todo, existe un récord Guinness también para esta afición, que se llevó Jean Francis Bermetti, un suizo, poseedor de la mayor colección de carteles, platos, orejeras y hasta preservativos con la frase ‘Do not disturb’. Se conoce que Jean Francis cogía los carteles de los hoteles. Este cabrón seguro que robaba las toallas.
En lugar de hacer las cosas habituales de un señor de su edad (echar barriga, llorar por su masculinidad frágil), Wim Hoff decidió emular a algún antepasado congelado en carbonita enterrándose bajo la nieve y así batir un nuevo récord Guinness en esta actividad propia de gente con mucho tiempo libre. Fue en 2009. Duró 42 minutos antes de proferir alaridos y ponerse morado.
Sin comentarios. Límpiese la roña bajo los dedos, haga el favor, lleva usted desde 1979 sin hacerlo. ¿Hay récord para 9 metros de uñas? Pues sí. ¿Y fe en la humanidad? De eso hay menos.
También tenemos un Guinness para Anthony Viktor, hombre con los pelos de las orejas más largos y mayor pinta de delincuente sexual del planeta. 18 cm de aberración le salen de los oídos. Bonitas trenzas podrás hacerte, Anthony.
En un terreno mucho más superheroico, hay un Guinness de gloria pura para el hombre con la piel y las articulaciones más elásticas del mundo, Gary Turner, un inglés al que aqueja el síndrome de Ehles-Danlos. Puede separar la piel de su cuerpo más de 15 cm y hacer de las navidades un lugar mejor.