Como decía la Pantoja: "dientes, dientes". Ella sabe mucho de estar rodeada de cámaras y ella fue la que hizo pasar esta frase a la posteridad. Las intenciones de la famosa cantante eran otras, claro. Nosotros no enseñamos diente para fastidiar a los demás, sino para "vernos más guapos". Hasta cuando vamos a hacernos la foto para el DNI nos piden una sonrisita. Y por eso algunos parecemos asesinos en serie en nuestro carné de identidad.
No todos sabemos sonreír ni a todos nos queda bien la sonrisa. Sin embargo, a todos nos suelen pedir que sonriamos en las fotos, y si nos quedamos seriotes hasta nos dicen que hemos salido mal y nos preguntan por qué estábamos enfadados. ¡Si no sonrío en una foto no es porque esté muerto por dentro! ¡Es que no me gusta sonreír?
Si no has visto fotografías antiguas seguro que has visto retratos de gente importante en los museos. Y aunque los retratados podían poner una expresión amable, nadie sonreía tan exageradamente como nosotros cuando nos hacemos un selfie.
Hay varios motivos por los que sonreír no era algo importante, ni siquiera obligatorio, hasta hace unas décadas:
El primero, que cuando posas para una pintura tienes que pasarte horas haciendo de modelo. Si estás manteniendo la sonrisa durante horas probablemente se te quede la cara como el Joker. Era muy incómodo, y no había ninguna necesidad de hacer pasar un mal rato a nadie. Además, cuando se inventaron las primeras cámaras para hacer fotografías, estas tardaban unos 10 minutos en captar la imagen, y mantenerte feliz y sonriente durante tanto tiempo era igual de inviable.
El segundo, que en el siglo XIX, cuando se inventa la fotografía, la sonrisa estaba mal vista entre los adultos. Sonreír y reír alegremente era cosa de niños y de locos. Los adultos debían saber mantener la compostura en ambientes sociales, y eso incluía no sonreír. Si un día te pasas por un museo trata de fijarte en todos los que aparecen sonriendo en los cuadros: suelen ser borrachos, locos o gente de clases sociales bajas. Los aristócratas, que eran los que podían pagarse un retrato, no querían asemejarse a ese tipo de gente. ¡Cómo han cambiado las cosas!
El tercero, que hasta hace unas décadas no todo el mundo tenía acceso a la salud bucodental y la mayoría de la gente no solía estar muy orgullosa de sus dientes. Así que, si solo tenían cinco o seis oportunidades en toda su vida de hacerse una foto, pues querían salir guapos, igual que nosotros, y para salir guapos cuando te faltan tres dientes lo que solía hacer la gente era cerrar la boca.
Todo esto empezó a cambiar a mediados del siglo XX: las cámaras empezaron a ser más rápidas y ya no tenías que estar varios minutos posando como una estatua para que la foto no saliera movida, la sonrisa empezó a ser aceptada entre las clases altas y las dentaduras postizas se popularizaron.
Hay otro factor que influyó mucho (muchísimo) en que de repente todo el mundo quisiera sonreír, y la sonrisa comenzase a ser percibida como un gesto con mucha clase, belleza y glamour. Ese factor se llama Hollywood. Sí, sí, el de las películas.
En la época de las grandes estrellas la sonrisa se popularizó debido a que esas actrices a las que todo el mundo admiraba salían en las fotografías con una sonrisa de ensueño. Los dioses de aquel olimpo cinematográfico tenían que transmitir ideas de felicidad y éxito, y lo hacían a través de su boca: una sonrisa bien amplia en cualquier acto público y todos contentos.
Sin embargo, el factor definitivo fue la publicidad. Cuando la marca Kodak anunció su nueva cámara con un anuncio que pedía sonreír a los fotografiados para guardar recuerdos felices para siempre, todo el mundo empezó a sonreír sin parar en las fotos y... ¡hasta hoy!
El último dato curioso: según un estudio realizado en la Universidad de Berkeley (California, EEUU) en el que se han analizado más de 150.000 retratos pertenecientes a anuarios de instituto, las mujeres sonríen más que los hombres en las fotos.