Para empezar, ¿qué es el miedo?
Podríamos definirlo como un estado psicológico causado por una situación de peligro, ya sea presente (como cuando se te ponen los pelos de punta al ver una araña) o inminente (como cuando te entran los siete males al pensar en ese examen que tienes la semana que viene).
Se diferencia de la ansiedad en que, en el caso del miedo, sí que hay un estímulo real. En consecuencia, podríamos definir la ansiedad como "miedo al miedo". En ambas emociones influye mucho nuestra percepción de autoeficacia, es decir, la sensación que tenemos de poder hacer frente al peligro que provoca tensión.
Entonces, ¿por qué nos gusta el miedo y disfrutamos tanto en Halloween?
La percepción de autoeficacia de la que hablábamos antes es la clave para entender porque nos gusta el miedo.
Normalmente disfrutamos del miedo cuando estamos en una situación controlada y nuestra percepción de autoeficacia está on fire. Por ejemplo, viendo una película en el cine, leyendo un libro de terror bien tapado con la manta o disfrazándonos de vampiro en Halloween.
Aun así, todo esto tiene una explicación biológica, ya que cuando tenemos miedo se produce una hiperactivación física: nuestro sistema experimenta una descarga de adrenalina y dopamina.
Por su parte, la adrenalina es una sustancia que aumenta la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos y dilata las vías aéreas. ¿El objetivo? Que estés preparado por si tienes que salir corriendo o por si tienes que luchar.
La dopamina actúa a nivel cerebral, concretamente en una zona fundamental para entender la emoción del miedo, la amígdala (no te confundas con las amígdalas de tu garganta, que esta es otra). Allí no sólo se produce la sensación de pavor, sino también la euforia y el "cosquilleo de estómago" que experimentas cuando te dan un susto.
Aun así, hay una zona del cerebro en la corteza prefrontal que participa en la inhibición del miedo, y por eso cuantos más capítulos de La Maldicion De Hill House ves, más te insensibilizas.
Sea como sea el miedo es una emoción compleja que activa numerosas zonas cerebrales y que provoca la segregación de muchos neurotransmisores y hormonas.
¿Se puede volver patológico el miedo?
Generalmente se considera el miedo como algo adaptativo y positivo para nuestra supervivencia, ya que nos permite huir cuando la situación se pone complicada. Sin embargo, cuando se cronifica o se vuelve irracional hablamos de miedo patológico. Este es el caso de las fobias.
"¿Qué tiene de irracional que me den miedo los perros si de pequeño me mordió uno?", podría preguntarse alguien… Pues que el miedo fóbico es desproporcionado a la amenaza real, ya que no todos los perros del mundo son peligrosos.
Además, para que la fobia se considere patológica debe provocar un malestar psicológico enorme a la persona o limitar su día a día.
¿Nacemos con miedo o es algo que aprendemos?
Esta pregunta se relaciona mucho con el miedo patológico, ya que hay algunas fobias más comunes y esto podría tener una explicación evolutiva. Por ejemplo, tanto la fobia a algunos animales como la fobia a las alturas son comunes con otras especies. En cambio, las fobias sociales son características de los seres humanos.
Sin embargo, es evidente que hay una fuerte influencia del aprendizaje en las fobias, o eso creyeron los psicólogos que realizaron el experimento con el niño Albert.
John Watson y Rosalie Rayner querían demostrar que el miedo se puede aprender. Para ello seleccionaron a un niño de 11 meses llamado Albert. Le pusieron a jugar con una rata blanca y cuando se encontró cómodo, tranquilo y confiado, hicieron sonar una barra metálica justo detrás de él provocando un ruido muy molesto. El niño se puso a llorar. Tras varios ensayos el niño lloraba ante la presencia de la rata y este miedo se generalizó a otros objetos peludos como conejos, perros, un abrigo de lana o una persona con una máscara de animal.
Este experimento se hizo en 1920 y hoy nos parece inhumano, pero permitió demostrar que las fobias no surgen de la nada, sino que se aprenden.
¿Todos sentimos miedo de la misma manera?
Para nada. El miedo es una emoción única que depende de nuestro funcionamiento psicológico y biológico. A algunas personas se les activa la amígdala más fácilmente y son más susceptibles al miedo, mientras que otros necesitan estímulos más fuertes.
Por otro lado, hay algunos rasgos de nuestra personalidad que se han relacionado con el placer ante el miedo:
Nos gusta explorar los límites entre lo desconocido y lo real por puro morbo, pero también hay una parte de nosotros que se siente más tranquila pensando que la muerte no es el final, que hay historias de fantasmas que pueden ser ciertas y que los zombis existen, aunque sólo sea la noche de Halloween.