La belleza es subjetiva, eso lo sabe todo el mundo. O debería saberlo, pero algunos se empeñan en creer que hay unas reglas imparciales para medir el atractivo, bien sea propio o ajeno. Pues tengo que decir que eso no es así. La autoevaluación de nuestra imagen corporal no se suele corresponderse con la realidad. Hay días en los que tenemos el guapo subido y otros en los que nos queremos empadronar en Mordor, ¿pero, por qué ocurre esto y de qué depende?
Qué pasa por tu mente cuando no te reconoces en el espejo
La autoimagen es la representación mental que tenemos de nosotros mismos. Por un lado, está formada por pensamientos “objetivos” que reflejan la realidad, por ejemplo: tengo el pelo rizado, mido 1,60 y me gusta dibujar. El problema es que también influye la valoración que hacemos de esas características, por ejemplo: mi pelo es feísimo, soy un Hobbit, y dibujo como el culo.
Generalmente tenemos una percepción errónea de nosotros mismos, a veces para bien y otras para mal. A veces estamos más subiditos que Cristiano Ronaldo cuando acaba de marcar un gol y otras veces estamos más abajo que los Fraggle Rock. Cuando estamos muy arriba a lo mejor nos pueden decir que somos unos creídos, pero nadie considera que esto pueda ser un problema real.
Cuando estamos muy abajo, la cosa cambia. La distorsión de la autoimagen corporal consiste en una preocupación desproporcionada por “defectos” físicos que nos imaginamos que tenemos o que apenas se notan, y puede afectar a nuestro bienestar psicológico y a nuestras relaciones sociales. Habitualmente se relaciona con el peso, la piel (acné, arrugas, etc.), el tamaño de los pechos, la forma de la vulva, la longitud o grosor del pene, los rasgos faciales (dientes, nariz, etc.) y la caída del pelo. Aun así, somos muy imaginativos a la hora de buscarnos defectos, y si nos ponemos, podemos ver feo hasta a nuestro dedo meñique del pie.
¿Por qué aparece la distorsión?
Vivimos en una sociedad donde el ideal de belleza es inalcanzable. Aspiramos a convertirnos en lo que la publicidad y los medios nos dicen que debemos ser mediante cremas antiarrugas y antiacné, dietas milagro, batidos détox y horas y horas de cardio, pero jamás alcanzamos la perfección porque lo perfecto suele estar relacionado con lo photoshopeado. Si no tenemos un filtro de Instagram, no nos reconocemos.
La “cultura de la perfección” no es la única culpable. También influye, por ejemplo, haber sido víctima de bullying, tener una baja autoestima, sufrir ansiedad o depresión, ser demasiado autoexigente, haber crecido en una familia muy crítica, o tener una alta dependencia emocional.
Por si esto fuera poco, cometemos algunos errores en nuestra forma de pensar que pueden afectar a la autoimagen:
La bella o la bestia: a veces no tenemos término medio, y eso es lo que define a este error mental. Se trata de un pensamiento absolutista: o soy Heidi Klum o soy Shrek.
El microscopio: ponemos en marcha este error cuando nos fijamos exclusivamente y de forma detallada en nuestras imperfecciones.
La miopía mental selectiva: se nos da fenomenal fijarnos en nuestros defectos, pero la mente se vuelve borrosa cuando toca sacar a relucir nuestras virtudes.
La comparación irracional: es muy tentador compararte con un desconocido de Instagram, además las inseguridades no entienden de filtros, ¿pero por qué no intentas ser una mejor versión de ti mismo en vez de pretender parecerte a otra persona?
Ahora que conoces estos errores, puedes aprender a detectarlos a tiempo. En cuanto aparezcan, sustitúyelos por pensamientos más realistas y positivos. Al principio te costará esfuerzo, pero poco a poco los automatizarás convirtiéndolos en creencias.
También es fundamental trabajar en nuestro amor propio, ya que una buena autoestima es el mejor escudo contra la distorsión de la imagen corporal. Busca cada día una cosa que te guste de ti mismo y dile a tu espejo lo mucho que te quieres. No hace falta que te conviertas en la mala de Blancanieves, simplemente date un chute de energía antes de salir de casa.
Cuando la distorsión se convierte en un trastorno
¿Te escondes cada vez que hacen una foto? ¿Huyes de los espejos como si fueran a robarte el alma? ¿Has dejado de salir con tus amigos? ¿Te da pánico conocer a tu ligue de Tinder en persona? Si la respuesta es sí y el motivo es que te aterra mostrar al mundo tus “defectos”, es posible que la distorsión de la autoimagen haya pasado al siguiente nivel: el trastorno dismórfico corporal.
Quienes sufren este trastorno sienten una ansiedad enorme respecto a su físico, y tienen una percepción totalmente equivocada de su autoimagen corporal, lo que da pie a conductas autodestructivas (aislamiento, autolesiones, problemas de drogadicción, etc.).
Se estima que 2 de cada 100 personas padecen este trastorno, pero lo más preocupante es que no suelen buscar ayuda ya que les avergüenza compartir esas inseguridades y piensan que “no es para tanto”. Todos los problemas que afectan a nuestra salud mental SÍ son para tanto.
Si no cuentas con las herramientas para superar tus problemas de autoestima y estás empezando a desarrollar una distorsión de tu autoimagen, pide ayuda. Un profesional de la salud mental puede ayudarte.
Este texto no sustituye una consulta, únicamente pretende desestigmatizar e informar sobre salud mental. Los trastornos mentales deben ser diagnosticados y tratados por profesionales.