Logo de yasss
Saber

yasss

La meditación, una práctica ancestral que ayuda a controlar el estrés y la ansiedad

  • Muchas religiones la incorporan como práctica

  • Lo más importante es saber controlar la respiración

De la meditación, que tanta teoría arrastra y tantos beneficios trae, solo nos acordamos cuando estamos a punto de reventar. En tiempos de coronavirus no iba a ser menos. Las redes sociales están copadas estos días por clases de yoga en directo, técnicas de mindfulness y conjuros milagrosos para reducir el nivel de estrés en sangre. No es un secreto que millones de personas en todo el mundo andamos estos días como pollos sin cabeza por nuestros pasillos.Algo así debió pensar Lizzo, que la semana pasada dirigió un grupo de meditación vía Instagram. “Hay una enfermedad a la que tememos”, reconocía la rapera, que explicaba que “el miedo es más rápido que el propio virus”. Por eso, flauta en mano, animó a todos sus seguidores a controlar su respiración y repetir, a lo largo de la sesión, un mantra muy sencillo: “El miedo no existe en mi cuerpo, el miedo no existe en mi casa. El amor existe en mi cuerpo, el amor existe en mi casa”.

Al acabar el directo, Lizzo animó a sus seguidores a meditar más a menudo, para reducir los niveles de estrés y “transformar el miedo en amor” a lo largo de estos días tan complicados. Y aunque no sabemos hasta qué punto somos capaces de hacerlo solos, sin ningún tipo de guía, lo cierto es que la meditación ayuda a mejorar los estados anímicos y la concentración, y que internet está lleno de artículos y vídeos sobre el tema. Así que, viendo el percal, en Yasss queremos hablarte un poco más sobre esta práctica y darte algunos trucos para que empieces a hacerlo en casa.

Meditaciones, en plural

La meditación es una práctica mediante la cual una persona entrena la mente o se acerca a su conciencia, pero no es única. El concepto hace referencia a una serie de técnicas que buscan promover la concentración, mejorar los niveles de energía y desarrollar habilidades como la compasión, el amor o el perdón.

La meditación ha sido común a muchas sociedades y religiones. El budismo, por ejemplo, la acoge como una práctica básica, y cada escuela tiene diferentes técnicas. También el cristianismo la incluye, y varias ramas del hinduismo y el islamismo, como práctica para alcanzar algún fin. Sin embargo, en cada una de ellas tiene una concepción y finalidad diferente.

La puerta: aprender a respirar

No hay meditación que valga si no aprendemos a respirar. Para empezar, hay que ser consciente de ella: cierra los ojos y siente tu aspiración, desde la nariz hasta el pecho. Después, hay distintas técnicas que se pueden aplicar a la meditación. Una de ellas es el conteo, que nos enseña a concentrarnos en la respiración. No hay que intervenir en ella, simplemente tomarnos el tiempo suficiente para contar cuántas veces exhalamos, y si perdemos la cuenta volver a empezar.

En mindfulness, un sistema muy habitual es prestar atención a la respiración en un punto de nuestro cuerpo, como las fosas nasales o el pecho. Por ejemplo, si escogemos la primera, la idea es centrarnos en cómo afecta la respiración a nuestra nariz: cómo entra el aire frío y se expulsa más caliente, el ritmo… la idea es no intervenir y, como con el conteo, volver a empezar en caso de que nos desconcentremos.

Otra de las técnicas más comunes es la del Dr. Weil, el ejercicio 4-7-8, que se creó para ayudar a dormir. La idea es que puedas quedarte frito en menos de cuatro minutos. Para ello, inhala contando hasta 4, retén el aire mientras cuentas del uno al 7 y exhala mientras enumeras hasta el 8.

Una meditación breve

¿Eres consciente de tu respiración? Genial, ya puedes pasar a la meditación. Para empezar, busca un lugar tranquilo, silencioso y lo más acogedor posible. Si quieres, puedes poner música bajita y poco estridente y una luz tenue, para ayudarte con la relajación. Después, siéntate en el suelo con la espalda recta y los omóplatos hacia atrás, pero tratando de mantener los hombros y brazos relajados. Concéntrate en un punto fijo que esté delante de ti.

Trata de buscar la ligereza. Intenta ‘observar’ los pensamientos sin retenerlos, y cuando sientas todo más fluido, empieza a crear pensamientos positivos, contigo en el centro de ellos. Visualiza esas imágenes y retenlas durante unos minutos. Cuando quieras terminar, cierra los ojos unos instantes y mantente en silencio.

La idea es repetir este ejercicio todos los días hasta superar los 21, que es cuando, según los estudios, se genera un hábito. A partir de ahí, casi todo el mundo empieza a notar pequeñas mejoras, como una reducción del estrés.