Para muchos españoles beber todos los días se convirtió en algo habitual durante el confinamiento. No es que antes no tuviésemos cervecitas o un buen vino en casa, pero cuando vimos que lo del encierro iba en serio y que la cuarentena se iba a alargar más de lo normal fue cuando nos preocupamos porque en nuestras compras los botellines de cerveza no faltaran cuando lo que escaseaban eran las reuniones sociales.
Al comienzo de la cuarentena, asociaciones de Alcohólicos Anónimos avisaron de que el aislamiento era una situación de riesgo y que podía fomentar el consumo de alcohol y no estaban desencaminados porque, según se comprobó luego con los datos que ofreció el Ministerio de Agricultura la compra de cerveza se llegó a disparar las primeras semanas de cuarentena en un 86,5%, la de vino un 73,4% y las espirituosas en torno al 94,4%.
Todo fue por fases. Primero nos lanzamos a comprar productos que no caducasen muy rápido y saludables, pero luego el estado de ánimo nos fue pidiendo algunas 'recompensas'. Sin estímulos, preocupados y alejados de los nuestros, inevitablemente caímos en el fenómeno de 'las gafas de la cerveza', es decir, el ver el mundo más feliz tras haber tomado varias de estas. Y lo que empezamos de rutina en una videollamada (porque así parecía que estábamos con más compañía), lo hemos hecho luego más a menudo y hasta solos durante más de dos meses de cuarentena (algunos hasta han llevado esta rutina a diario).
¿Y qué ha pasado cuando hemos entrado primero en la Fase 1 y después en la Fase 2 con los reencuentros sociales? Que nos hemos vuelto locos de contentos, hemos colapsado las terrazas y hemos terminado "doblados" con un par de cañas. ¿Te suena?
Las primeras borracheras con dos dobles en una terraza nos han hecho (además de caernos de la silla) dudar de si todas esas latas que se acumulaban en la basura eran ¿con alcohol? o que el estar encerrados nos ha dejado intolerantes a la bebida. La verdad es que ya no tenemos nada claro. Por eso nos hemos preguntado cómo era esto posible y, para tranquilizarnos, os diremos que hay una explicación que guarda relación con algunas cosas que están pasando en nuestra cabeza...
Nuestro cerebro tiene que ver con esto y hay un significado médico tras el fenómeno que se está viviendo ahora en las terrazas. Gerardo Molina, médico especialista en Medicina Nuclear del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla en Santander nos explica a Yasss qué está pasando para que ahora nos emborrachamos más pronto durante la desescalada.
Por un lado hay que hablar de la dopamina, la hormona de la felicidad que ahora tenemos por las nubes y de dos tipos de consumo de alcohol: el agudo y el crónico. El doctor hace una referencia a estos dos últimos conceptos: "El consumo agudo que quiere decir el consumir una cantidad importante de alcohol en un periodo corto de tiempo y va generalmente asociado a un consumo social, mientras que el consumo crónico, en general, se puede dar en cantidades grandes o pequeñas, pero su particularidad es que se lleva durante tiempos prolongados (días, semanas, meses o incluso años). Su clave es que se consume sin interrumpir y está asociado normalmente a situaciones de soledad".
Con esto sobre la mesa tratamos de entender los comportamientos que nosotros mismos hemos llevado durante la cuarentena. Si somos de los que hemos llenado el carro de cervezas u otras bebidas alcohólicas para que no faltaran en casa, no llegamos todavía a entender por qué esto nos ha afectado menos cuando estábamos encerrados que ahora que hemos logrado en compañía un sitio en una terraza.
Ante ese tipo de consumo, el cerebro actuará de diferentes maneras en función de sus múltiples moléculas. Gerardo Molina nos cuenta que hay dos sistemas básicos a tener en cuenta: "El sistema excitador que nos va a llevar a que vivamos sensación de euforia, alegría, placer y un sistema inhibidor que nos conduce a estados depresivos, tristes". ¿Qué tiene esto que ver? Pues sencillamente que el tipo de consumo de alcohol y el tipo de sistema en el cerebro van a afectar a los efectos que experimentemos.
"Cuando hay un consumo de alcohol agudo se va a estimular el sistema excitador y eso de manera bioquímica va a producir el aumento de determinadas moléculas y una de ellas es la dopamina, que es como se conoce a la hormona de la felicidad. Si el consumo es crónico lo que se estimula es el sistema inhibidor y como consecuencia de ello, la dopamina se verá disminuida", explica el médico.
Sin embargo, hay un factor más que entra en juego y que explicaría por qué el alcohol nos está afectando más ahora. Según el especialista, "la dopamina, esta hormona se verá aumentada en otras situaciones como por ejemplo en un ambiente social, cuando nos enamoramos o tras mantener una relación sexual". Y eso es lo que entra en relación directa con lo que hemos experimentado durante más de dos meses.
La conquista de libertades, esas primeras reuniones sociales, el haber echado de menos y valorar de verdad a los nuestros tienen mucho que ver para que sintamos una euforia especial. Un estímulo al que si le añadimos más estímulos resulta una auténtica bomba de relojería. Digamos, para entendernos que nos estamos 'emborrachando de felicidad'.
"La situación que se ha producido con el confinamiento es que se ha hecho un consumo crónico en casa asociado a una situación de ansiedad, soledad y miedo y teniendo en cuenta que los niveles de dopamina los tendríamos por los suelos, eso ha hecho que no tengamos los mismos efectos que al salir a la calle. Ha sido prolongado en el tiempo, pero al estar fuera, ver la nueva normalidad social, el poder empezar a reunirse y la influencia social han hecho que nuestra dopamina aumente y que el patrón de consumo haya cambiado", explica Gerardo Molina.
Por tanto no somos tan raros ni hemos cambiado tanto con la cuarentena a la hora de beber. Simplemente que antes en casa lo hacíamos y el estado de ánimo no acompañaba y ahora estamos sintiéndonos felices por recuperar el contacto con la gente y eso lo nota el cuerpo. "Es fácil que ahora una persona se pueda emborrachar más rápido tomándose tres cervezas que cuando estaba en casa tomando cantidades mayores. Su dopamina está multiplicada", indica el experto, aunque como es una fase también se estabilizará cuando este momento de reengancharse a la normalidad se acepte y nuestras emociones se rebajen a como estaban antes de que llegara el COVID-19.