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Ligar antes de Grindr: la app de citas cumple 10 años

  • La app de citas ha hecho que durante este tiempo cambie la forma de relacionarse de la comunidad gay

  • ¿Cómo se conseguían citas antes de Grindr? ¡Te lo contamos!

2009 parece a la vuelta de la esquina, pero ya ha pasado una década: ese año lo flipamos en el cine con 'Avatar', nos emocionamos con la historia de amor de 'UP', nos enganchamos a 'Granjero busca esposa' y a 'Hermano mayor', bailamos sin parar 'Human' de The Killers y 'Hot N’cold' de Katy Perry. También asumimos que nuestra palabra más usada en los siguientes años iba a ser "crisis" y, en EE. UU., ocurrió algo que iba a cambiar profundamente la manera de relacionarse de la comunidad gay: nacía Grindr y un lenguaje nuevo que ahora estamos descubriendo.

La aplicación más popular para ligar entre los hombres no heterosexuales cumple 10 años. Con su uso de la geolocalización y la posibilidad de charlar directamente con otros perfiles cercanos, rápidamente esta app se coronó como la manera más extendida de ligar para los gays. Una vez que los móviles inteligentes y las tarifas de datos se extendieron en España, prácticamente no quedó un marica sin Grindr. Ya fuera en el centro de las ciudades más grandes o en los pueblos perdidos de Castilla, Grindr nos mostraba que, mejor que peor, no estábamos solos.

Pero hasta ese momento, y superada la era analógica en la que prácticamente la única manera segura de conocer a otros chicos gays eran los anuncios clasificados de revistas como PARTY (y esperar al cartero día tras día a ver si alguien contestaba): con la llegada de los primeros routers y su escalofriante sintonía de conexión, los homosexuales empezamos a sacarle partido a eso de tener una ventana al mundo desde nuestras casas. Así era ligar por internet en la era AdG (antes de Grindr).

Tía, chat ya

Ahora lo hemos naturalizado, pero hubo un momento en el que hablar en tiempo real con una persona a miles de kilómetros nos parecía tan ciencia ficción como el patinete volador de ‘Regreso al futuro’ o el cósmico decorado de ‘Desesperado club social’. En seguida asimilamos el verbo chatear en nuestras vidas y añadimos un pícaro número 69 al final de nuestro Nick. Los chats de Terra y chueca.com se convirtieron en nuestras páginas de cabecera, después de una época de adaptación en el pionero IRC hispano. Por favor, soy muy mayor, como Aramís Fuster.

La evolución natural de esas webs fue el MSN Messenger. La diferencia radicaba en que para poder interactuar con alguien en Messenger, tenías que agregarle con su dirección de mail, por lo que era habitual conocer a alguien en Terra o Chueca y, cuando os caíais bien, pasar al Messenger. Una especial de segunda cita digital.

El Messenger uno podía usar la webcam, que en los buenos tiempos de esa aplicación todavía era un aparato externo con el que uno podía elegir su ángulo más favorecedor, o intimar de una manera tan romántica como: mandando zumbidos. Literalmente, se trataba de molestar a la otra persona con un zumbido del infierno para que te hiciera caso. ¿Cuántas parejas de éxito nacerían de noches interminables de webcam y zumbidos?

El perfil bueno

El sistema de Grindr, una parrilla de perfiles de chicos con cierta información personal y con los que se puede charlar de manera individual, ya se daba en ciertas páginas. En España, una de las más exitosa era bakala.org, una web que nació principalmente para gays con ciertas preferencias por la ropa deportiva, la vida de barrio, etc. Sin embargo, su éxito desbordo los fetiches de sus primeros usuarios y prácticamente todo mariquita con modem en casa en 2005 tenía un perfil en ella. Fun fact: la web sigue existiendo en forma de app.

Otra de las webs de perfiles de referencia era gay romeo. Toda una generación de hombres homosexuales tuvo sus primeras citas a través de esta página. No hay que olvidar que los años de esplendor de estas webs de contactos coincidieron con el debate del matrimonio igualitario en España. Es decir, nacieron y se extendieron en un momento en el que los homosexuales no contábamos con los mismos derechos que los heterosexuales. Por eso, más allá de su función primordial de ligoteo, la posibilidad de contactar con otros gays (aunque uno viviera en el pueblo más pequeño o el barrio más alejado) también ayudó a crear redes entre nosotros.