Ponte en situación: se acaba la cuarentena y, por fin, ves a esa persona con la que llevas tonteando tres meses. Quedáis, os tomáis algo, ¡todo es tan maravilloso, mucho mejor que como lo imaginaste! De verdad, una maravilla, no ves el momento de contárselo a todo el mundo. Después de tantos días cansada, con la libido subiendo y bajando como una montaña rusa, el karma te recompensa. La cosa va bien y pasáis una noche fantástica. Pero cuando te despiertas a media noche, con unas ganas de hacer pis impresionantes, y te giras hacia ese regalo… descubres que esa persona está durmiendo con los ojos abiertos, como un vampiro en su ataúd.
Una vez pasa el momento dramático y te tranquilizas, buscas en internet si se puede dormir con los ojos abiertos y llegas hasta aquí porque, efectivamente, sí se puede. Es un trastorno del sueño que se conoce como lagoftalmia y que puede dejar a tu nuevo amante con problemas serios de visión.
No, la enfermedad no se llama ‘dormir con los ojos abiertos’, sino que se conoce como lagoftalmia, un término que hace referencia a todos aquellos procesos en los que no existe un cierre adecuado de los párpados mientras duermes. Sin embargo, no todos los pacientes que sufren este trastorno duermen con los ojos completamente abiertos: algunos solo abren medio ojo, otros entrecierran los dos… hay muchas versiones distintas y cada una tiene su propio tratamiento.
El problema con este trastorno no se reduce al mal descanso que te puede provocar; cerrar mal los ojos por la noche puede acarrear muchos problemas de los que no nos damos ni cuenta. ¿Y cómo se produce? Su punto de partida es que el ojo no consigue lubricar lo suficiente en la superficie y, por lo tanto, está desprotegido y seco. Este trastorno puede afectar a un solo ojo o a los dos.
La mala noticia es que este trastorno no suele ser evitable: la mejor solución es una detección precoz que permita atajarlo cuanto antes. Para eso, y a no ser que duermas con alguien que advierta tu problema, conviene conocer los síntomas: si te despiertas con la sensación ‘de cuerpo extraño’, notas que el ojo lagrimea más de la cuenta o adviertes que tu visión está borrosa, siembra la duda en tu cabeza y pide cita con tu médico, para descartar otro tipo de patologías más complicadas.
Lo más habitual es que este trastorno se desarrolle con una parálisis facial, ya que los músculos de la cara no son capaces de hacerse cargo de los movimientos de nuestros ojos. Pero hay muchos otros motivos que pueden llevarnos a sufrir lagoftalmia, como que nos hayamos sometido a una operación en el ojo (cuanto más invasiva, mayor la probabilidad), que tengamos defectos en el ojo o que nuestros párpados tengan cicatrices o heridas.
Y cuidado con otros procesos que no tienen ningún tipo de relación con las intervenciones físicas sobre nuestros ojos, como algunos trastornos del sueño o disminuciones en los parpadeos, porque también pueden evitar que cerremos los ojos correctamente durante la noche.
Si el lagoftalmos se da por una patología cerebro-vascular estaremos hablando de un trastorno paralítico, y si se produce por problemas externos, como un traumatismo o las cicatrices en el párpado de las que hablábamos, tendrá que ser tratado como un lagoftalmos mecánico.
Dependiendo de la razón por la que suframos este trastorno tendremos que someternos a un tratamiento u otro, pero la buena noticia es que este trastorno está muy estudiado, y hay muchísimas opciones entre las que nuestro oftalmólogo podrá elegir.
El especialista te hará una revisión y decidirá sobre tu caso, porque los tratamientos pueden ser médicos o quirúrgicos. En ocasiones, el problema se va con tratamientos farmacológicos, y en cuestión de meses con colirios, geles, parches y antibióticos el trastorno desaparece y el paciente vuelve a dormir sin ningún problema. Pero si la cosa va a más, seguramente haya que pasar por quirófano. La operación depende de la unidad de cirugía plástica ocular: se estudia cuál es el problema y, en función de eso, se lleva a cabo un procedimiento u otro.