Si abandonar tu hogar por necesidad y ser discriminado por tu identidad son dos realidades muy duras por separado, cuando se combinan el resultado puede ser trágico. Miles de ciudadanos se ven forzados cada día a poner rumbo a otra parte del mundo, y muchos de ellos son gays, lesbianas, bisexuales y personas trans. Y, casi siempre, es precisamente pertenecer al colectivo LGTBI lo que hace que tengan que huir.
La asociación Kifkif lleva 19 años acompañando esas personas desde su sede, en el madrileño barrio de Lavapiés. La mañana del 22 de noviembre esta misma sede sufrió un ataque homófobo y racista, con pintadas que incitaban al odio y excrementos lanzados contra sus puertas.
A pesar del odio, más de 40 profesionales se ponen a disposición de un proceso que es siempre “muy solitario”, tal como explica a Yasss Napoleón García, responsable de Incidencia y Representación Institucional de la ONG. El papeleo, la barrera idiomática, la atención médica… Todas las necesidades que pueda tener un usuario se valoran desde el principio. “No tratamos solo la cuestión por la que viene el interesado, sino que se hace un acompañamiento integral porque, muchas veces, no se tiene conocimiento de ciertas necesidades. En función del perfil, se estudia de qué mejor manera se puede ofrecer el acompañamiento”, explica García.
Esa evaluación es lo primero que se hace con las personas que se acercan a la asociación. Hasta ella llegan normalmente derivadas de otras ONG, aunque las redes sociales tienen cada vez más peso en esa labor de captación. “Llegan un montón de solicitudes por Facebook, Twitter, Instagram… Mucha gente busca información en Google y Kifkif aparece como primer resultado. Desde ahí las redirigimos a nuestros canales de consulta o de cita previa”.
En numerosos casos, las personas que se acercan a la sede sienten recelo de cualquier proceso institucional. “Toda la violencia que sufren por ser LGTBI la tienen muy normalizada, entonces es un proceso lento de reuniones, de citas, para que encuentren en nosotros un espacio seguro en el que poder ser y desarrollarse”, explica García.
La protección legal y la ayuda por parte de una organización es para ellos algo nuevo. En sus países de origen puede haber sido el Estado, la policía, los funcionarios, quienes ejercieran esa violencia, así que lo primero es reconstruir ese “recelo en su relación con las instituciones”, en palabras del Responsable de Incidencia y Representación Institucional.
Kifkif se compone de varias áreas, que se activan para ofrecer juntas una mejor acogida a esas personas LGTBI migrantes, refugiadas, solicitantes y con necesidades de protección internacional. La organización ofrece asesoramiento legal para acompañar el difícil proceso burocrático que supone desplazarse de país, así como un servicio médico que pone atención en las personas que viven con el virus del VIH. También ofrecen clases de español a quien las necesita.
El origen de los usuarios es global. “Hoy mismo hemos recibido una llamada de Marruecos, hemos contestado mails de Colombia, de Chile… Llevamos 19 años trabajando y eso hace que mucha gente ya nos conozca, y que se generen cadenas de ayuda para llegar a más personas”, detalla Napoleón García. En un momento en que varios países del Este de Europa están recortando ferozmente los derechos del colectivo, no se descarta que el aumento de personas procedentes de Polonia o Hungría.
Para quien se ha criado en medio del odio, acudir a una asociación como Kifkif puede generar rechazo. Visibilizarse como LGTBI es un proceso muy complicado para muchos usuarios, aunque sea para pedir ayuda: “Detectamos a veces mucha incertidumbre… Al ver el logo de la entidad, el lenguaje que utilizamos –que pretende ser amigable para las personas con las que trabajamos–, puede causarles dudas a las personas que han sido marginadas o agredidas por su identidad”.
En ese camino a la aceptación también entran los profesionales de la ONG, que organizan grupos de apoyo y ofrecen encuentros con otros usuarios para generar una red de ciudados. “Muchas personas vienen escondiéndose, con un miedo muy grande a los demás, con unas experiencias terribles”, explica García. “En España también cargan con ese temor, así que desde Kifkif hacemos un trabajo de contacto y sociabilización que se diseña caso a caso”.
Más de 3.200 personas han pasado por este espacio para la integración en el que, una vez solucionados los problemas más urgentes, también facilitan a sus usuarios vías posibles para su incorporación efectiva en la sociedad. Encontrar trabajo es, claro, la principal preocupación. En ese sentido, Kifkif tiene un acuerdo con las Unidades Distritales de Colaboración, equipos formados por personas en riesgo de exclusión social que cuidan del entorno urbano, a través de un programa de Cooperación Público-Social del Ayuntamiento de Madrid. Sin ir más lejos, uno de estos equipos estuvo trabajando en la limpieza de los barrios de Madrid tras la nevada que provocó Filomena.
La total integración de los migrantes LGTBI en la sociedad no depende solo de ellos. “La sensibilidad hacia este tema, sobre todo a raíz del aumento de las agresiones a personas LGTBI, está creciendo”, concluye Napoleón García. “Detectamos mucha gente joven que quiere hacer voluntariado, que se involucra económicamente… Pero queda mucho camino por delante”.
A quienes necesitan la ayuda de Kifkif y todavía no se han atrevido a solicitarla, les pide que “no tengan miedo, que van a encontrar una entidad de personas, no una organización burocrática. Que se acerquen, que les vamos a ayudar con todo lo que está a nuestro alcance. Somos una mano amiga con la que pueden contar. No estáis solos”.