Sucede demasiado a menudo. Nos imaginamos la vida de los artistas como un espejo sin aristas, pulido para que solo refleje una existencia que excesos, cuentas bancarias rebosantes, lujos y ajetreo banal. Es solo una de las muchas mentiras que nos contamos. Cuando se trata de ansiedad y depresión, dos de los males endémicos de la sociedad moderna que ya afectan a un porcentaje brutal de la población (las enfermedades del siglo XXI, las llaman muchos), los artistas son idénticos al vulgo que los venera y canta sus canciones; ídolos tocados, vellocinos de oro vulnerables.
El caso de J Balvin es paradigmático. El reguetonero colombiano, rey indiscutible del género urbano, jamás ha tenido miedo de desnudarse ante quienes lo admiran y mostrar sus aristas oscuras. “Soy frágil y vulnerable”. Sufre ansiedad y depresión desde hace tiempo, como muchas otras figuras públicas. Se avecinan cambios en su vida, porque se rumorea que también podría haber sido padre primerizo.
La primera vez que Balvin se confesó en Instagram, en septiembre de 2019, fue así: “Todos vemos la gloria, pocos saben la historia y mucho menos las batallas internas que la mente puede hacerte”. No mucho más tarde, el reguetonero seguía tirando del hilo en Twitter, red en la que suele mostrar su cara más amable y responder a sus fans. "Después de dos meses salí de este capítulo de ansiedad y depresión”.
Hasta ese momento, todo el que creía que la vida de J Balvin consistía en giras promocionales, tatuajes chulos y regar de billetes las tiendas de zapatillas para hacerse con el último modelo supo que la postal escondía una capa amarga. Estaba yendo al psiquiatra y recibiendo ayuda para pasar lo mejor posible esta difícil etapa. La descripción que hizo de su trastorno es lo bastante lúcida como para prestarle un mínimo de atención.
“A veces es sentir una distorsión de la realidad que no te deja ver claro, es mi caso, y como el de muchos, la ansiedad es algo que hay que tomar en serio, no es de gente loca, creo que es más loco no creer en eso”.
Abierta la caja de los truenos para que salieran las culebras que le atenazaban el cuello, el cantante aprovechó para dar gracias a Dios, a los profesionales de la psicología y a las medicinas que estaba tomando en ese momento. También tuvo palabras de cariño para todos los artistas que se volcaron y le enviaron mensajes de apoyo en esos difíciles momentos. Niky Jam fue uno. “Tranquilo, mi 'bro', que todos tenemos nuestros problemas”, dijo en Twitter. “Pocos tienen los cojones para hablarlo. Te amo. Papá Dios está contigo y vamos con toda". Le siguió Camila Cabello, agradeciéndole su valentía para exponerse ante sus millones de fans y romper así la faceta hermosa, el simulacro de una vida perfecta.
El problema de la ansiedad es que, una vez aparece, es raro que tiempo después no resurja con más fuerza por algún detonante que no controlamos. En noviembre de 2020, nueve meses después de esa primera confesión Balvin agachaba otra vez la cabeza ante sus fans y contaba en un video para Instagram que esas nubes negras habían regresado a su vida. Los ataques habían empezado otra vez.
“La mayor riqueza es la salud, con la que poder disfrutar de las pequeñas cosas y hacer lo grande".
Esta vez, el artista se había guardado un mensaje muy claro bajo la manga, un golpe encima de la mesa para no esconderse y hablar sin paños calientes de su problema, además de recomendar a todo el que estuviera pasando por ese mal trago que se pusiera en manos de profesionales y no tuviera miedo. No le importan sus premios, sus éxitos a escala planetaria, esa ristra de temazos con los que, poco a poco, está creando su propia leyenda en el panteón de la música urbana.
"No me gusta actuar, ni estar fingiendo la felicidad o que todo está perfecto. Soy un ser humano también frágil y vulnerable, quizás más que algunos de ustedes”, confesó en una nueva publicación en Instagram. “Esto también pasará, y para todo guerrero ahí afuera pasando por lo mismo que yo, te digo: ¡Busca ayuda, no estás loco por buscar un psiquiatra, busca ayuda que la salud mental es una realidad, aquí seguimos luchando para encontrar la luz y pido por sus oraciones, ¡para mí y para quienes los padecen!”
Sus fans saben que su manera de ir capeando el temporal del trastorno ha sido entregarse al deporte y la meditación. También se ha entregado al apoyo de sus seres queridos, algo esperable.
El caso de Balvin es interesante por la franqueza y la apertura con la que rompe el mito de que los artistas viven en un panteón al que no llega el ruido de lo real. Balvin se siente como uno más de todos esos millones de seres humanos que en algún momento han sentido que les flaqueaban las fuerzas y el mundo se transformaba en un mar de tristeza, y sienta un precedente positivo de cara al futuro.
Es normal hablar de esta clase de trastornos, y que lo haga alguien con tal repercusión podría ayudar a muchísimas personas a sincerarse y buscar los medios para salir del agujero. Todos debemos tratar de mostrarnos vulnerables si lo necesitamos, y no tener miedo de compartir aquello que nos afecta por miedo al qué dirán los demás. Sigamos sus enseñanzas: hablar de salud mental es imprescindible para ser una sociedad que no se resquebraje en sus secretos a media voz.