El preservativo tiene su historia: de su inventor al momento en que surgió la idea
Las fuentes difieren: unos dicen que ya lo conocían los hombres de las cavernas y otros que fueron los egipcios los primeros en utilizarlo en sus coitos
Los materiales han ido cambiando: desde el lino, al caucho vulcanizado, hasta llegar al látex, el que conocemos a día de hoy
Preservativo, condón, funda, gorrito, capucha, y así podríamos seguir hasta que se nos ocurrieran otros trescientos sinónimos cada vez más creativos: birrete mataesperma, última frontera, sombrerito vacilón.
Artículo de primera necesidad y un más que testado protector de nuestra vida sexual y la de nuestr_ acompañante. También un objeto de gran trascendencia cultural. Lleva evitando la superpoblación y cabreando a las autoridades religiosas desde hace varios siglos.
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Te contamos la historia y el nacimiento del condón (el masculino, que por cierto, no es el único): del intestino al látex..
En el origen fueron las tripas de animal
Antes de la revolución industrial y la producción en cadena la gente, por decirlo llanamente, se revolcaba como podía. Así que si tu partenaire argumenta que él no se lo pone, que a él lo que le gusta es hacerlo sin protección, siempre puedes utilizar un argumento de peso: cariño, si se lo ponía el grandísimo hombre de cromañón, cómo no vas a ponértelo tú, idiota del que me he encariñado; cómo no vas a tener este gesto conmigo. O te lo pones o te largas de mi casa.
El origen del preservativo es incierto incluso para los buscadores de las fuentes originales. Algunos arqueólogos e historiadores defienden que ya en las pinturas rupestres (año 3000 a 10000) aparecen representaciones simbólicas del sexo profiláctico: el yacimiento de la cueva de Les Combarelles, en Francia. Según estos historiadores, la pintura muestra un caliqueño entre un hombre y una mujer acompañados de un aparato muy parecido a un condón. Un póntelo, pónselo entre carrera y carrera escapando de un diente de sable.
Otros estudiosos de la historia niegan la mayor y argumentan que la aparición del condón propiamente dicho tiene lugar muchos años más tarde. Al parecer fueron los egipcios los que perfeccionaron el noble arte de cubrirse las partes pudendas masculinas con un dique de contención que evitara lloros histéricos de catorce o quince bebés por casa y menores abandonados en el río Nilo, concretamente con un condón hecho de tripas de animal cosidas minuciosamente que se ataba al pene con unas cintas para mantenerlo sujeto (durante el polvo rapidito en la parte de atrás de la pirámide, quizás). Los egipcios, muy listos ellos, llegaron incluso a usar vejigas de pescado o de cabra para retener la semilla. También tenían su propio anticonceptivo femenino: una pasta hecha de excrementos de cocodrilo que, supuestamente, las mujeres introducían en su vagina a modo de barrera protectora. Otro dato curioso: al parecer, los preservativos eran muy caros de fabricar, así que los egipcios, según dicen las fuentes históricas, les daban varios usos.
(El redactor cita con ojos ilusionados aquella vez que visitó Egipto con sus padres y pudo contemplar con alborozo en una vitrina el condón disecado de Tutankhamon… true story).
Tuvo que llegar la sífilis (al redactor le ha gustado mucho, lo confiesa, redactar esta frase) para que el uso de condón se popularizara a partir del siglo XVI. En 1500, Gabriel Falopius, el hombre que puso nombre a las trompas de Falopio, realizó experimentos con más de 1000 hombres. Después de una epidemia en Francia su uso se extendió hasta Japón en 1495, aunque los métodos de producción diferían. En Europa se confeccionaban con tripas de animal, mientras que en Asia utilizaban cuernos de mamíferos o incluso los hacían de cristal, estos solo para las clases altas. Dos por el precio de uno: condón y cenicero decorativo, combinación ganadora.
Con la Iglesia hemos topado
A partir del siglo XVIII es la Iglesia la que suelta a sus inquisidores y trata de prohibirlo sin excesivo éxito. Los argumentos no es que hayan cambiado mucho. ¡Herejía! ¡Promiscuidad! ¡La voluntad del señor es otra! Las ventas de preservativos crecen todavía más.
Con el siglo XIX llega por fin la instauración de las clases de educación sexual (en Inglaterra, uno de los países pioneros). El uso del preservativo empieza a estar más que aceptado como método anticonceptivo. Aún seguía habiendo leyes por todo el mundo que los condenaban, pero razón y superstición convivían ya entonces como un matrimonio mal avenido. Nada impide, ahora sí, la llegada del primer condón de hule y la producción masiva. A mediados del XIX, el asesino de las esencias masculinas es el método anticonceptivo más famoso en Occidente (lástima que no pudieran erradicar la ‘marcha atrás’ y proteger la vida sexual de los incautos en los portales en penumbra).
En 1840 aparece el condón de goma, que se desarrolla poco después de la aparición del caucho vulcanizado, patentado por la marca Good Year (sí, la de las ruedas de coche). Este proceso hace más elástico al material.
En 1920, con su fama bien ganada y la humanidad bien protegida en sus coitos y sus secretos de alcoba, con los primeros ‘quién paga la próxima caja, ¿tú o yo?’, los fabricantes introducen el material que ha perdurado hasta nuestros días: el látex, que mejoraba la durabilidad del artefacto. A partir de la década de los 60 la regulación y las normas de fabricación se endurecen mucho, a fin de que uno de los mayores inventos de la humanidad no perdiera su buena fama de baluarte matasemillas.
Como dato curioso: uno de los momentos históricos donde el uso descendió fue en los años 60, con la popularización de la píldora anticonceptiva, y volvió a cifras muy altas en los 80, cuando aparece el sida.