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10 consejos para salir airoso del peor evento del año: la fiesta de Navidad del trabajo

yasss.es 05/12/2017 10:39

1. No vayas

Este es el consejo primordial, el único que debes seguir. Nada bueno puede pasar durante la cena navideña del trabajo. Los que son tus amigos en el trabajo ya lo son y a los que tienes que odiar ya los odias. Y aunque tú no te pongas en evidencia y des un espectáculo patético, un compañero lo hará y te hundirás en la más profunda vergüenza ajena.

¿Qué puedes hacer para no ir? Lo que hace cualquier adulto responsable y sano: mentir. Di que tienes un viaje. Es habitual viajar en diciembre para ver a familiares en lugares ignotos que, por circunstancias, no pueden venir en Nochebuena a España. El sistema de geolocalización de Instagram o Facebook, además, te permite localizarte en cualquier parte del mundo. Hazte un selfie ante cualquier tienda de magdalenas de tu barrio y geolocalízate en Amsterdam. Es lo que he hecho yo y mientras escribo estas líneas me he librado de una comida con mis tíos.

Pero si estás leyendo estas líneas es posible que cumplir este primer consejo te resulte imposible, así que sigue leyendo.

2. Contrólate bebiendo

Intenta beber cuatro cervezas como máximo. O media botella de vino. O dos copas. Nada más que eso. Sé que tu primer impulso al verte rodeado de esa pandilla de desequilibrados a los que ves todos los días en la oficina pero con gorritos de colores en la cabeza será hacer los cien metros lisos hasta la barra para beber cerveza directamente del grifo, pero te aseguro que no es una buena idea. No lo es. Nunca lo es. Ya no eres un jovencito ni una jovencita, admítelo. Si fueses un jovencito no tendrías fiesta del trabajo porque no tendrías uno o, peor, la tendrías en Londres porque trabajas allí haciendo camas en un hotel y no necesitarías una guía sobre cuánto vino beber, porque una puñetera copa cuesta cinco libras.

Pero si estás leyendo estas líneas es porque es posible que cumplir este segundo consejo te resulte imposible, así que sigue leyendo.

3. Mira a tu alrededor y elige un sitio despejado pero apartado donde asentarte

A la tercera cerveza vas a empezar a llamar hijo de puta a tu jefe y cabrones desalmados a tus compañeros. No pasa nada, sé que lo son. Es el comportamiento de un ser humano normal y sano en una cena de empresa tras tomarte tres cervezas, tranquilo. Lo importante es que el jefe no esté cerca cuando lo llames hijo de puta (descuida respecto a tus compañeros, a ellos puedes llamarlos cabrones desalmados a la cara sin problema, no te pueden despedir). Por eso es importante que tengas el campo visual despejado y puedas ver si tu jefe se acerca. En ese caso, deja de insultarle, ponle una mano en el hombro y dile que ES LA MEJOR FIESTA EN LA QUE HAS ESTADO Y DAS LAS GRACIAS A DIOS POR TENER UN JEFE TAN BUENO.

En el caso de que el lugar en el que estás sea laberíntico, complicado y lleno de recovecos (si tu jefe es efectivamente un hijo de puta habrá elegido uno así), puedes comprarte por solo siete euritos estas gafas en Amazon que tienen un sistema de espejos para ver quién está detrás de ti.

Asegúrate también de que tu jefe no ha contratado un lector de labios para poder ver quién le insulta aunque esté a decenas de metros. Dice la leyenda urbana que famosa cómica española que ya no está entre nosotros lo hacía. Si crees que esto puede suceder, ve con una gigantesca máscara de Santa Claus que impida ver tus labios. Piensa que así también te será más complicado beber. Dos pájaros de un tiro. De nada.

4. Retírate pronto

Te lo pondré así de crudo: cada minuto en una cena navideña de empresa es peor que el anterior. Piensa en el evento como un pico escarpado que tienes que trepar ayudándote únicamente de tus manos desnudas. Cuanto antes decidas bajarte y volver a tierra firme, menos te sangrarán las extremidades y menos peligro tendrás de caer al abismo. La experiencia demuestra que nada bueno puede suceder después de las doce de la noche. Si te vas a esa hora podrás quedarte con la sensación de que la velada ha sido un coñazo. Pero si te quedas más, te quedarás con la sensación de que ha sido absolutamente desastrosa y un infierno emocional.

5. No faltes a trabajar al día siguiente

Ni se te ocurra faltar, ni se te ocurra llegar tarde, NI SE TE PASE POR ESA CABEZA HUECA. Aunque termines la noche con la cabeza metida en un retrete. Verás, si llegas tarde la gente mirará a tu mesa vacía, hará cábalas sobre tu estado de salud y tu estado mental y comentarán los borracho/a que ibas anoche, el ridículo qué hiciste y lo mal que debes estar pasándolo en tu casa.

Si vas a trabajar, por el contrario, tendrán que reunirse en la fotocopiadora para hablar mal de ti y comentar que necesitas psicoterapia y ser internado en un centro de alcohólicos anónimos. En otras palabras, será como cualquier otro día en la oficina.

6. Lleva un jersey cuyo color y textura disimule el vómito

Entre la gente que va a hacer pis, la gente que va a hacer caca, la gente que va a hacer el amor y la gente que va a consumir cocaína, siempre se crean colas enormes en los cuartos de baño durante la cena navideña del trabajo y no tienes ningún sitio donde vomitar tranquilamente. Salir a la calle a hacerlo entre dos coches era una buena opción, pero desde que se prohibió fumar en el interior de los locales corres el peligro de que tus compañeros adictos a la nicotina te vean. Y si lo haces sobre una planta es posible que los dueños del local te obliguen a pagarla. Al menos eso me pasó a mí.

Por eso lo mejor es que elijas una esquina discreta del local y te vomites encima. Elige para ello un atuendo oscuro, negro o azul marino, y comenta a todos tus compañeros que sin querer te has tirado encima una cerveza.

Otra opción, si la naturaleza y textura del vómito es indisimulable, es contar que un compañero (el que vaya más trompa) te ha vomitado encima cuando tú le estabas ayudando a vomitar a él. No solo quedarás como una persona sobria, sino bondadosa. ¡Jamás pensaste que podrías dar tan buena imagen ante esos cabrones desalmados!

7. No te acuestes con más de tres compañeros/as esa noche

Acostarte con uno puede ser considerado normal. El alcohol y el ambiente festivo liberan cierta tensión sexual que uno puede desarrollar durante meses y meses de encuentros en la máquina de café.

Acostarte con dos puede ser considerado un exotismo que los demás pasarán por alto si se enteran. Es Navidad, una época en la que la gente, incluso los cabrones desalmados de tus compañeros, son indulgentes con los excesos.

Pero acostarte con tres puede provocar que todos los demás piensen que eres un poquito exagerado/a y tienes ganas de llamar la atención. Si esto llegase a ocurrir, procura que esas tres personas no sean compañeros de trabajo, sino miembros del equipo de catering o incluso el chef del local. De este modo la cena podría llegar a salirte gratis.

Si estás casado/a, no lo cuentes en casa. Nunca lo entienden.

8. Llora en el cuarto de baño

Esto es importante. Llegará un momento de la noche en el que sientas tanta angustia, tanto vacío emocional, un nivel de vergüenza tan gigantesco y una soledad tan fría y profunda que no podrás evitar que las lágrimas caigan como un torrente de esos ojitos que te maquillaste con pulso trémulo antes de salir de casa. Pues bien, que esto suceda en el baño. No se sentirás solo: en algún otro cubículo, entre los gemidos de placer y las cisternas, podrás oír que otro compañero tuyo también está llorando.

9. Si todo va mal, intenta que la cena se interrumpa y se suspenda

Salir del local y llamar para dar un aviso de bomba es un delito y algo de muy mal gusto en estos tiempos que corren, así que no lo hagas. Podrías terminar preso/a. Pero sí que puedes fingir un desmayo o extender la voz entre tus compañeros de que la comida está envenenada. Volviendo al punto seis, podrías aprovechar para comunicar esto justo después de vomitar. El efecto dramático será mayor y tendrás el doble de posibilidades de que te crean y opten por disolver la reunión.

10. Roba comida

Has pasado por un infierno emocional, así que saca algo en limpio. Puedes forrar tu bolso de papel albal o llevar pequeños tupperwares repartidos por todos los bolsillos de tu abrigo. Recoge todas las croquetas, canapés y minibotellitas que encuentres para llevarte a tu casa.

Cuando llegues, sin dignidad, con la ropa vomitada, con tu matrimonio destrozado y posiblemente sin trabajo, será un consuelo encontrar en tus bolsillos, al día siguiente, una vieira salteada con soja y sésamo, milhojas de salmón y queso crema, bombones de morcilla y piñones y todas las piezas de sushi vegetariano que nadie probó porque aunque todos esos cabrones desalmados de tus compañeros de trabajo aseguren que son veganos, les bastaron tres cervezas para lanzarse a la mesa y comerse a un animal inocente.

Dicho todo esto, espero que me inviten a la cena navideña de Yasss.