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Capacidad de rastreo, responsabilidad del sabor y otras curiosidades sobre el olfato que quizás no conocías

  • No subestimes a tu nariz: este órgano es el responsable del olfato, el sentido que da razón de ser a muchas de las cosas que haces a lo largo del día.

El olor es uno de los sentidos que más apreciamos, pero también de los más desconocidos. Por ejemplo, ¿alguna vez te has cruzado a una persona por la calle que te ha recordado al olor de tu ex, aun sabiendo que no es el mismo perfume? Eso es porque tenemos de cinco a seis millones de neuronas sensoriales en cada fosa, que aproximadamente cada dos meses son reemplazadas por otras nuevas. Es decir, nuestra capacidad para recordar es bastante limitada; nuestras neuronas tienen que reestablecer las conexiones cada dos meses.

Nuestra nariz no solo sirve para hacer agradable una cena o salvarnos de una explosión de gas; también genera reacciones emocionales, tiene un efecto fuerte en la atracción sexual y puede usarse como un instrumento analítico hiper preciso. Este sentido no descansa nunca, salvo que estemos brutalmente resfriados; incluso cuando dormimos seguimos olfateando, recibiendo información del entorno por nuestra nariz.

¿Quieres saber más sobre este sentido? En Yasss te traemos algunas curiosidades.

Saboreamos con nuestra nariz

¿Crees que has decidido que las palomitas saladas son mucho mejores que las dulces gracias, única y exclusivamente, a tu lengua? ¡Nada más lejos de la realidad, amiga! Las papilas gustativas aprenden a distinguir los sabores dulces, salados, amargos o ácidos gracias a la nariz, e incluso a los ojos. De hecho, habrás notado que, cuando estás resfriado y tienes la nariz taponada, no eres capaz de saborear la comida.

El sabor de los alimentos que percibimos no es otra cosa que la suma de las señales que los sentidos envían a nuestro cerebro. Este órgano es el encargado de recoger estas señales y comunicarnos si la comida está buena, quemada o pocha.

No todo el mundo puede oler

Algunos estudios estiman que alrededor del 5% de la población mundial no puede oler, es decir, que son anósmicos. Una patología que no resulta nada cómoda: quienes la sufren no pueden escoger su comida ni detectar, por ejemplo, el olor a gas, lo que puede resultar peligroso. Tampoco saben si huelen bien o mal, lo que puede llegar a obsesionarles. Esto puede resultar en un empobrecimiento de la salud mental y en otras enfermedades derivadas, como la depresión o la ansiedad.

Las infecciones virales pueden renovar tu olfato

Sí, quizás ahora que el COVID pasea a sus anchas no sea el mejor momento para hablar de virus, pero, ¿sabías que un simple resfriado puede renovar, o incluso acabar por completo, con tu capacidad olfativa?

La recuperación del olfato después de un resfriado puede llevar años y ni siquiera se garantiza. Algunas personas, explica en The Conversation la profesora de la Universidad de Reading especialista en química del sabor Jane Parker, pueden desarrollar durante la primera parte de la recuperación parosmia, que es la incapacidad del cerebro “para identificar adecuadamente un olor”. En esas etapas, regresan algunos olores del día a día, aunque estos están distorsionados y puede que se interpreten de formas distintas a cómo las recordamos. En ocasiones, pueden resultarnos repulsivos.

Rastreamos olores como los perros

El olfato de los perros está mucho más desarrollado que el nuestro. Con más de 300 millones de células olfatorias, no hay olor que se les resista: perfumes, bombas o drogas escondidas en maletas, si se les entrena para ello. Incluso son capaces de identificar enfermedades en humanos antes que los propios pacientes o médicos. Uno de los primeros casos que se recuerda al respecto data de 1989 y está publicado en la revista ‘The Lancet’; el artículo describe a un paciente que acudió a consulta después de observar que su perro olfateaba compulsivamente uno de sus lunares. Este, spoiler, acabó siendo un melanoma.

Aunque los humanos no tengamos mal olfato, lo cierto es que nuestras cinco millones de células olfatorias no tienen nada que hacer frente a las 300 de nuestros compañeros peludos. Pero podríamos acercarnos, si practicamos mucho. Un estudio de 2017 dirigido por Jess Porter y publicado en Nature Neuroscience mostró que, en realidad, sí podríamos rastrear como lo hacen ellos. Aunque no tengamos ventajas como su flujo de aire optimizado a través de la nariz, si entrenamos un poco podríamos rastrear efectivamente un trozo de chocolate a través de un campo. El interés que tengas en practicar ya es otro tema.