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Videollamadas en cuarentena: mirarse demasiado en la pantalla puede llegar a crear obsesión

  • A comienzos de abril las aplicaciones de videollamadas cumplían un récord de más de 62 millones de descargas

Todo el mundo, desde los más pequeños de la casa hasta los abuelos, han hecho alguna videollamada durante la cuarentena. Fallos de conexión, alguien enfocándose a la oreja, problemas de sonido… Nadie dijo que fuese fácil, pero es la única forma de sentirnos más unidos a nuestra familia y amigos en estos momentos. Y de repente, cuando tienes delante de tus narices a tu pareja, a tus padres o a tus compañeros del trabajo te das cuenta de una cosa: ¡no puedes parar de mirarte en la pantalla! ¿Por qué sucede esto?

El contacto en tiempos de cuarentena

Lo más habitual es que nuestra vida social se base en el contacto cara a cara, al menos en condiciones normales. Si quedas tu último ligue de Tinder para tomar una caña o un café, toda tu atención se centra en la otra persona. De manera automática, analizas sus expresiones faciales, su tono de voz o los gestos que realiza con el cuerpo.

Esto ocurre porque los seres humanos estamos programados biológicamente para prestar atención a la expresión facial de los demás. ¿La razón? Obtener toda la información posible. Por ejemplo, que una persona apenas te mire o que esté más pendiente del móvil que de la conversación es una clara señal de que se está aburriendo o de que tiene otras cosas en la cabeza.

Con la llegada del coronavirus la situación ha cambiado. Según informa Telefónica, en España se ha producido un aumento de casi un 40% en las redes IP, un 50% en las llamadas telefónicas, y un 25% en el consumo de datos… ¡Y eso que estamos en casa con Wi-Fi! Por si fuera poco, a comienzos de abril las aplicaciones de videollamadas cumplían un récord de descargas: más de 62 millones, sobre todo en Italia, España y Alemania

Ahora que socializamos a través de la pantalla del móvil, nuestra atención se divide entre dos fuentes de información: la cara de la otra persona y la nuestra.

Para entenderlo mejor, responde a esta pregunta: ¿alguna vez te has preguntado cómo escuchan los demás tu voz? Seguramente sí. Por eso prácticamente todas las personas nos hemos grabado diciendo cualquier tontería o hemos reproducido un audio que acabábamos de enviar en WhatsApp. El resultado no es muy agradable, porque la voz que suena en el móvil es completamente diferente a la que escuchamos en nuestra cabeza.

Teniendo en mente este ejemplo, las videollamadas son como la grabadora del móvil o los audios de WhatsApp. Nos permiten ver cómo movemos los ojos, cómo se ve nuestra boca mientras hablamos, cómo gesticulamos con las manos… TODO. ¡Y es adictivo!

La cara y la cruz de mirarnos en la pantalla

Como acabamos de ver, mirarnos en las videollamadas nos permite saciar la curiosidad de saber cómo somos cuando interactuamos con la gente. Esto tiene una gran ventaja: mejorar nuestras habilidades sociales.

Por ejemplo, aprender a asentir, mantener el contacto ocular con la otra persona, sonreír cuando te cuentan algo alegre, no arquear las cejas con incredulidad o poner los ojos en blanco porque puede resultar ofensivo… Son pequeños detalles que a menudo hacemos sin darnos cuenta, y monitorizarnos constantemente en la videollamada puede ayudarnos a detectarlos y corregirlos.

Sin embargo, mirarnos en la pantalla es un arma de doble filo. ¿Conoces el clásico mito de Narciso? Por enamorarse de su propio reflejo en una fuente, acabó ahogado. A ver, esto no es tan heavy, pero obsesionarte tiene ciertos riesgos:

  • Perdemos de vista el verdadero sentido de la videollamada. Da igual que dure 5, 30 o 60 minutos. Es tiempo para socializar, no para autoexaminarnos. Aprovecha para disfrutar de tu familia, tus amigos o tu pareja.
  • Nuestra autoimagen puede verse distorsionada. En primer lugar, la cámara del móvil no es totalmente objetiva. Los colores y las formas se pueden distorsionar ligeramente. En segundo lugar, estamos aislados, lo que se traduce en más ojeras, palidez, expresión facial de agotamiento… No bases tu autoimagen en lo que la pantalla del móvil te muestra.
  • La otra persona puede sentirse molesta. No pasa nada por desviar la vista de vez en cuando, pero si te pasas toda la videollamada pendiente de tu cara se va a notar mucho. El interlocutor puede sentirse un poco ofendido (y con razón). Al fin y al cabo, es como cuando quedas para tomar algo con un amigo y pasa de ti durante toda la velada.

Ahora que ya sabes los beneficios y los peligros de mirarte demasiado en la pantalla durante las videollamadas es el momento para aprender de los errores, controlarte un poco más y aprovechar ese ratito de socialización para lo que verdaderamente importa: conectar con los demás.