Las discusiones son inevitables y no necesariamente negativas. Cada persona es única y, en consecuencia, dos formas de pensar pueden chocar dando pie a una conversación sobre el tema. Esta conversación puede ser educada y con el objetivo de aprender, o desviarse hacia las faltas de respeto y el temido "a ver quién sabe más". Sea como sea, una discusión puede ser una oportunidad ideal para dejar de lado nuestro orgullo y conocer mejor a otra persona o, incluso, cambiar nuestra forma de pensar si llegamos a la conclusión de que estamos equivocados. La clave es saber cuándo dar el brazo a torcer y, sobre todo, eliminar las faltas de respeto de la ecuación. Para lograr este objetivo hemos recopilado 5 consejos que pueden ser muy útiles.
Tendemos a evitar las discusiones porque nos aterra el conflicto, y parte de este miedo surge por el desconocimiento sobre lo que sí es una discusión y lo que no.
Discutir es…
Discutir no es…
Por supuesto estas "reglas" no se aplican a aquellos casos en los que la discusión trata sobre temas racistas, sexistas, homófobos o contra cualquier colectivo. En estos casos no hay opiniones válidas e inválidas, sino opiniones a favor de los derechos humanos y opiniones en contra, y eso no es debatible.
Evitar las discusiones a veces puede ser útil, sobre todo si la persona con la que teníamos un conflicto es intolerante e irrespetuosa. De todos modos, rehuir constantemente cualquier confrontación no es adaptativo, ya que puede aumentar la ansiedad interiorizada, las rumiaciones y el malestar. Por eso es importante aprender a discutir orientando la conversación a resolver el problema. ¿Cómo?
Esta es la regla de oro que jamás de los jamases debes incumplir, ni siquiera cuando la otra persona está metiéndote presión para que des tu opinión cuanto antes. Mejor esperar unos minutos y tranquilizarte, que decir algo de lo que puedes arrepentirte y que exacerbará el enfado de la otra persona haciéndote sentir frustrado.
Si vas a discutir, explícale a la otra persona que para evitar perder los nervios, prefieres calmarte un poquito y reflexionar sobre el problema. Después túmbate o siéntate en un lugar tranquilo a solas y ordena mentalmente (o por escrito) tus ideas. Cuando hayas conseguido tranquilizarte un poquito, ya puedes retomar la conversación.
A veces las discusiones surgen de forma repentina y cuesta posponerlas, pero lo ideal es escoger un momento que os permita hablar sin distracciones. Esto es especialmente importante en la era de las redes sociales donde las discusiones por WhatsApp son el pan de cada día. Da igual si la otra persona está trabajando, si acaba de coger el coche y no puede estar pendiente del móvil o si tiene mañana un examen importantísimo; queremos hablar de todo ya de ya.
Es mejor esperar a veros en persona o como mucho hablar por teléfono, y sobre todo en un momento en el que los dos estéis libres y podáis centraros exclusivamente en la discusión. Por escrito se pierde el tono y una frase inofensiva puede sonar más borde de lo que es. Mejor evitar las broncas por WhatsApp.
Elimina de tu vocabulario cualquier insulto, no hace falta explicar por qué. ¡Ojo! Cualquier expresión que utilices para infantilizar, ridiculizar o vejar a la otra persona, también es un insulto.
A veces decimos cosas sin pensar que pueden hacer mucho daño a la otra persona, y aunque luego nos llevemos las manos a la cabeza, en el fondo sabemos de sobra que estamos diciendo algo hiriente. No vale de nada pedir disculpas y en la próxima discusión volver a repetir este patrón de conducta.
Aunque creas que te vas a quedar más a gusto soltando esa frase envenenada, te aseguro que a la media hora vas a estar sintiéndote muy culpable por haber herido los sentimientos de la otra persona. Evita esta culpabilidad y sobre todo no faltes al respeto de los demás.
Hay que encontrar el punto medio entre dar mil rodeos y decir las cosas sin ninguna sensibilidad. Intenta ser claro, conciso y sobre todo tener mucho tacto cuando expresas lo que sientes. Un truco es centrarte en las soluciones del problema en vez de criticar y señalar una y otra vez lo que la otra persona hace mal. Por ejemplo, en vez de decir “estás siendo muy egoísta porque…” di “desde mi punto de vista, habría sido más correcto actuar así porque…”.
También es importante que aprendas a reconocer tu parte de culpa. Te aseguro que en cualquier discusión tú también tienes una pequeña parte de responsabilidad, y es una señal de madurez saber reconocerla.
Si la discusión se empieza a alargar y ninguno de los dos llegáis a un punto intermedio, ponle fin o al menos pospón la conversación (sobre todo si hay gritos, provocaciones o faltas de respeto de por medio). No estás en una guerra que gana el que habla más alto, sino una conversación en busca del bien común.
Intenta retomar el tema al día siguiente o cuando ambos estéis más tranquilos, y si las cosas siguen como al principio plantéate no tocar el tema más o analizar a fondo tu relación con la otra persona. Sea como sea, ni faltes al respeto ni toleres que te lo falten a ti.