La bajona del Blue Monday podría ser algo más serio: claves para identificar una depresión
La depresión es uno de los problemas de salud más graves y comunes actualmente, pero pese a su alcance, todavía nos podemos encontrar con personas que, o bien piensan que se cura saliendo de fiesta, o bien acusan de “flojos” a quienes la padecen. Olvidan que se trata de una enfermedad mental muy dolorosa tanto para el que la sufre como para su entorno.
Según los datos, entre el 6% y el 18% de la población ha padecido o padecerá al menos un episodio de depresión a lo largo de su vida. Se podría decir que estamos ante la gran epidemia silenciosa del siglo XXI.
¿Realmente los jóvenes están más deprimidos?
Actualmente, cerca de 350 millones de personas padecen depresión, un 18,5% más que en el 2005, y se cree que el porcentaje va a aumentar con los años. Esto quiere decir que los millennials y las generaciones venideras son carne de cañón para sufrir un trastorno del estado de ánimo en algún momento de su vida.
Es lógico pensar que en el pasado había menos datos sobre la depresión porque se trataba de un problema más desconocido y estigmatizado y, por lo tanto, quienes la padecían ni pedían ayuda ni hablaban del tema. Aunque esto puede influir mínimamente en las cifras, parece que la culpable de que aumenten los casos es la situación social actual. Llevamos un estilo de vida que favorece la aparición de trastornos del estado de ánimo y de ansiedad, y lo más preocupante es que alrededor del 50% de las personas con depresión no recibe el tratamiento adecuado. La pregunta del millón es: ¿si ahora tenemos de todo, por qué nos deprimimos?
¿Por qué nos deprimimos?
Aunque la depresión puede aparecer sin causas aparentes, sí que podríamos encontrar una explicación dentro de nuestra cabeza. En primer lugar, esta enfermedad tiene cierto componente genético. Si nuestros padres o hermanos tienen antecedentes de depresión, nuestras probabilidades de padecerla aumentan hasta un 30%. Lo malo es que no podemos cambiar nuestros genes, así que pasamos palabra.
Si analizásemos el cerebro de una persona con depresión, encontraríamos un déficit de serotonina, una de las sustancias que mantienen el estado anímico estable. No está muy claro si los niveles bajos de serotonina causan depresión, o si el estado de ánimo depresivo hace que bajen los niveles de serotonina; probablemente es un círculo vicioso.
También influye nuestra forma de ser. Las personas vulnerables a la depresión suelen cumplir tres criterios: una visión negativa de sí mismos, de su mundo y de su futuro. Sienten que no valen para nada, que todo está en su contra y que, hagan lo que haga, eso no va a cambiar.
Por último, pero no menos importante, cabe mencionar que el entorno en el que vivimos también nos afecta. Cualquier situación negativa puede dar pie a un episodio depresivo si no sabemos gestionarla. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido, no encontrar trabajo, sentirnos solos y aislados, el estrés de la universidad, una ruptura, etc.
Cómo distinguir la depresión de una mala racha
Los puntos clave que las diferencian son la intensidad y duración de los síntomas, la capacidad para afrontarlos, y la forma en que afectan a nuestro bienestar psicológico, social y laboral.
Los síntomas de la depresión suelen ser:
• Falta de energía y problemas de insomnio o exceso de sueño.
• Cambios en el apetito, normalmente con aumento o pérdida de peso.
• Estado de ánimo irritable y decaído.
• Problemas de concentración y en la toma decisiones.
• Sentimientos de inutilidad y culpabilidad.
• Inseguridad, baja autoestima y aislamiento.
• Desesperanza y desmotivación.
• Pensamientos suicidas.
Para recordar los síntomas característicos de la depresión podemos usar la regla de las tres A’s: anhedonia (disminución de la capacidad de sentir placer), apatía (disminución del interés y la motivación por las cosas) y abulia (disminución de la capacidad de tomar decisiones y actuar).
Durante una mala racha sabemos que estamos mal e intentamos, en mayor o menor medida, ponerle remedio. En cambio, cuando se trata de una depresión, nuestra capacidad para actuar está tan reducida que pedir ayuda, mandar un WhatsApp o incluso salir de la cama, se vuelven tareas imposibles.
Creo que tengo depresión: ¿Y ahora qué hago?
Busca ayuda, aunque te resulte difícil. Tu mente va a intentar engañarte; dirá que “no vales para nada”, que “nadie puede ayudarte” y que “van a pensar que buscas atención”. Quien habla no eres tú, sino la depresión, y se le da muy bien mentir y hundir a la gente.
Cuéntale cómo te sientes a alguien de confianza, y si hace falta pídele que te acompañe a pedir ayuda profesional. No debes pasar por esto solo. Si crees que un psicólogo no puede ayudarte porque “lo tuyo no es para tanto” o te da vergüenza compartir tus sentimientos, pregúntate qué harías si se tratase de una enfermedad física. Un resfriado “no es para tanto”, pero vas al médico si no se te pasa. También da corte contar que tienes una ETS, pero no te quedas en casa esperando a que se cure por obra y gracia de la Virgen de Fátima.
Dale a tu mente el trato que se merece. Créeme, te lo agradecerá.
Este texto no sustituye una consulta, únicamente pretende desestigmatizar e informar sobre salud mental. Los trastornos mentales deben ser diagnosticados y tratados por profesionales.