Los granos no se acaban en la adolescencia: consejos útiles para acabar con ellos
Los granos y el acné no son lo mismo
Los granos pueden venir por desajustes hormonales u obstrucciones de los poros
Los granos, las temidas espinillas. ¿Quién no los ha sufrido el día de su graduación, el de las fotos de la orla o el día que tiene una cita? Tenerlos puede marcar la diferencia entre tener un buen día o querer meterte en tu cama hasta que vuelva a ser de noche. Y ojalá no lo fuese, porque a nueve de cada diez personas les afectan a lo largo de su vida. Normalmente, los granos se relacionan con desajustes hormonales, típicos de la regla o la adolescencia, u obstrucciones de los poros por parte de la grasa y de las células muertas.
Como todo, al acné también le afectan las tendencias. El año pasado, sin ir más lejos, llegó a España el ‘face mapping’, una técnica de la medicina tradicional china que asegura que los granos salen en zonas del rostro que están conectadas con otras partes del cuerpo, por lo que dependiendo de dónde nos salga la espinilla tendremos que revisar una cosa y otra. Y aunque no todos confían en esta técnica, lo cierto es que ni todos los granos son iguales ni deben tratarse de la misma forma. En Yasss te lo contamos todo sobre ellos.
MÁS
El acné
La cara, el pecho y la espalda son las zonas más afectadas por los granos. Y aunque es cierto que suele ser algo ‘normal’, a veces es un problema que puede y debe ser tratado por un dermatólogo. La cita suele pedirse cuando entra en juego el acné, que tiene que ver con las bacterias o desequilibrios hormonales.
El acné afecta a la mayoría de los jóvenes (se cree que hasta un 95% lo padece en la pubertad) y puede ser más o menos leve. El acné vulgar suele desaparecer después de la pubertad, aunque puede regresar después de los 25 años, y existen factores que lo agravan, como la genética, el sol, los hábitos alimenticios o los cambios hormonales. También hay acné que aparece solo en verano, por ejemplo, o en zonas del cuerpo como los hombros y las ingles.
Los brotes más graves de acné pueden dejar marcas visibles en la piel y deben ser tratados por un médico. Las marcas también se pueden reducir, aunque será por medio de una intervención.
El grano, grano
Mientras, conviene distinguir entre los distintos tipos de granos. El primero de todos, el grano, grano, lo hemos sufrido casi todos. Se trata de una infección visible en la piel, de color rojo. Lo mejor para tratarlos es tener una rutina de higiene diaria específica, que reduzca la inflamación y evite la obstrucción futura de los poros, pero también se puede tratar con antibióticos o tratamientos hormonales, que debe prescribir un médico.
Mucho cuidado con los forúnculos, que son granazos muy dolorosos y que deben ser drenados por un especialista para que no nos dejemos la cara hecha un cuadro. Estos granos vienen con una infección enorme de regalo, y si lo tocamos sin saber cómo lo único que podemos hacer es propagar las bacterias a la corriente sanguínea. Para olvidarnos de él necesitamos a un dermatólogo, y lo mejor es que vayamos cuanto antes, ya que pueden llegar a provocar fiebre.
También hay que andar con ojo con el milium, que suele salir en zonas secas de la piel. Son pequeños granos blancos y tienen grasa queratinizada, por lo que no se pueden drenar. Es decir, por mucho que aprietes, no va a salir nada. Para tratarlos necesitas a un especialista, ya que hay que hacer un corte muy pequeñito y ayudarse con una lanceta. Son muy comunes en la zona de la ojera y de la barbilla, aunque no suelen verse mucho.
Espinilla, quiste y el maldito punto negro
Los quistes son grandes, blanquecinos o amarillentos y se notan mucho. Son bultitos con grasa queratinizada en los que no hay infección, y que pueden salir en cualquier parte del cuerpo. También existen los microquistes, que son lo mismo, pero más pequeñitos, y en ocasiones no están abultados, por lo que no pueden verse si no es como una lupa. Estos granos se tratan con prescripción médica y antibiótico, y a veces tienen que intervenirse.
No podemos olvidarnos de los puntos negros, tan antiestéticos. Aunque muchas veces no se notan, quienes los tienen no dejan de vérselos y obsesionarse con ellos. Los médicos recomiendan no tocarlos: esa acción suele ser contraproducente contra estas saturaciones de grasa exteriores, que se saturan y se vuelven de color negro al contacto con el medio ambiente, con el uso de determinados productos de maquillaje o cosméticos o con una mala higiene. Lo mejor para combatirlos es hacerse una limpieza facial en un centro de estética, aunque una buena limpieza también ayuda. La exfoliación con productos específicos es clave para deshacernos de ellos.
Y por último, pero no menos odiadas, damos con las espinillas. Esos granos pequeños con punta blanca, infectados, que parecen pedir a gritos que los explotemos en cuanto asoman la cabeza. Hay que reprimir el impulso y no tocarlos, porque lo único que puede salir de ahí es una infección más grande o una herida, que puede dejarnos cicatriz. Para tratarlos, lo mejor es el aceite de árbol de té, que se puede conseguir en herbolarios, parafarmacias o supermercados y que es un antiséptico natural. Una gotita sobre la espinilla, un par de veces al día, es mano de santo.