Los humanos somos animales de costumbres, y eso significa que a lo largo de la vida repetiremos un infinito de veces las mismas acciones, aunque estas nos pasen desapercibidas y, en apariencia, solo sean rutinas que practicamos para estar bien o tirar nuestra salud mental y digital por el retrete. Nunca pensamos en ellas en bruto: horas, minutos y segundos.
Porque sí, necesitamos dormir, y, por supuesto, comer, y eso lleva tiempo. También nos hemos transformado en homínidos dependientes de la tecnología y las redes sociales, y, si alguien nos observara al microscopio, si contabilizara cuántas veces al día miramos el móvil y hacemos scroll y nos lo tradujera en tiempo contante y sonante, quizás escaparíamos de nuestro propio cuerpo. Lástima que no se pueda.
Sorprendentemente (o no), hay quien ha estudiado con métricas y parámetros fiables cuánto tiempo dedicamos a lo largo de nuestra existencia a cosas tan mundanas como dormir, llorar, comer o cagar. The World of Statistics, una web especializada en mediciones de este tipo, lo ha detallado al milímetro en uno de sus informes.
Ya podemos saber cuántos años, meses y hasta días nos dedicamos a ser… bueno, nosotros. Gente que hace cosas largas, repetitivas y necesarias.
El cálculo asusta, en buena medida porque ni siquiera estamos preparados para pasar de lo abstracto a lo concreto y visualizar una cifra de tal calibre. Según los datos de la organización, a lo largo de la vida, sumada noche tras noche y hora tras hora, y si aceptamos que todos somos corderitos que duermen sus ocho horas de rigor y cuidan su salud en este sentido, nos pasamos durmiendo una media de 26 años.
240 días. Lo que hagas ahí dentro, ya es cosa tuya. Intenta reír. Reír te viene bien, y lo sabes. Gasta parte de esos 240 días riendo, riendo dentro del baño, si puedes, lo recomiendan los médicos.
Jubilarse a los 70 después de haber cotizado 35 años parece una cárcel de tiempo larguísima después de saber que, en realidad, de trabajo continuo, sin parar, dormir o esconderse en el baño de la oficina a llorar, solo son 12 años. A ese último verbo, llorar, romper en llanto, abrir la espita, dedicamos una media de 30 horas completas a lo largo de toda la vida.
Casi 9 años completos nos parece demasiado. En cuanto a navegar por Internet, los 3,2 años de media que le dedicamos debería hacer que te replantees qué haces con tu tiempo. En redes sociales es peor, porque nos pasamos una media de 3 años. Borra tu perfil de Instagram y sal ahí fuera, cantan los pájaros. Pasas demasiado tiempo siendo un troll de internet en tu cueva o en foros sobre batidoras.
300 días de orgías, interraciales, por delante, por detrás, vuelta y vuelta, así bailaba, así, así, una mano en la cintura, un movimiento sexy… dan fatiga si lo piensas en frío, pero es la cifra real. No se mata al mensajero, recuerda.
Teniendo en cuenta que pasamos una media de 1,5 años acicalándonos frente al espejo, damos por buena la teoría de que la vida no es una comedia, sino un thriller, concretamente, el thriller de aguantarse a uno mismo y no salir pitando.
Un infierno para los que sienten que ir de rebajas te quita las ganas de vivir, solo apto para depredadores y gente que sería capaz de arrancarte un miembro por conseguir ese descuento. 8,5 años.
Asunto misterioso este si tenemos en cuenta que el tiempo que le dedicamos son dos años y medio . Reuniones, ¿exactamente de qué o para qué? ¿2 años completos de reunirse con gente, así en general? ¿Reuniones con tu jefe para que te pida que te quedes un poquito más porque todos tenemos que arrimar el hombro? ¿Es esto el paraíso?
60 días. Lo mejor es que, mientras esperas, leas La autopista hacia el sur, de Julio Cortázar, lo más parecido que existe en el ámbito de la ficción y la literatura. También trata sobre un atasco infinito, aunque desde luego es mucho más entretenido que el tiempo que le dedicas a insultar al conductor del coche que tienes al lado. ¿Cuánto tiempo pasamos insultando y escupiendo a lo largo de la vida? Esas horas no las habéis calculado, ¿verdad? Científicos, no servís para nada.
117 días. Por fin una cifra que nos provee con algo fe en nosotros mismos, aunque las diferencias entre géneros en el orgasmo nos vuelvan a dar ganas de llorar. Ellos, tan panchos y despreocupados y con su privilegio a cuestas, dedican una media de 9 horas completas a correrse. A ellas la cosa no les sale nada rentable en términos emocionales y sexuales, porque la cifra es muy inferior: 1 hora y 24 segundos. Menos que una cita Tinder en la que descubres que el chico vota a la ultraderecha e intentas escapar por el ventanuco del baño de la cafetería.