Cuando pensamos en fama y estrellas solemos idealizar muchísimo un mundo que nos es ajeno, precisamente porque no está a nuestro alcance. Dinero, prestigio, desenfreno, fiestas y ese vivir plácido y sin preocupaciones que va a toda velocidad y se retroalimenta a sí mismo.
Con todo, en la vida de algunas estrellas hay otra cara más oscura, llena de aristas: la de la adicción y a las drogas y el alcohol que una buena cantidad de famosos y famosas han sufrido en silencio mientras conquistaban la cima de su propia popularidad.
Algunos han conseguido salir de ese pozo profundo y se han reconocido como adictos frente a su propia comunidad de seguidores; otros ocultaron su problema durante años y pusieron en peligro su propia estabilidad mental y su profesión.
“Adolescente guapo y talentoso se hace famoso en Youtube haciendo covers de otras estrellas, alcanza fama mundial. En todos los institutos del planeta se forran carpetas con su cara”.
El copy sonaría ideal si no fuera por lo que la sociedad nunca llegó a ver con uno de sus grandes ídolos juveniles. Son distintas las adicciones por las que el niño bonito de la industria musical ha caído en desgracia a lo largo de su dilatada carrera. Como él mismo reconoció en el documental que explica su proceso de caída y recuperación, su salud mental y su bienestar emocional pagaron un precio muy alto.
Con trece años, la marihuana fue su primer pasatiempo y acabó transformándose en un clavo en el ataúd de sus adicciones. Después llegó el MDMA, la codeína, las setas alucinógenas y un larguísimo periodo de su vida en que sumaba los antidepresivos a sus monos.
La actriz, otra de las estrellas que Hollywood trituró con sus cantos de sirena, fue una adicta reconocida desde niña. Empezó a beber con siete años helados con sorpresa (un chorrito generoso de baileys). Con trece años sufrió su primera intoxicación por cocaína. Con quince llegaron varios intentos de suicidio y un ingreso forzoso en una clínica psiquiátrica que la llevó a uno de los pozos más hondos de su biografía.
“Mi madre no me dejaba comer azúcar”, reconoció. “Studio 54, la hierba y el alcohol les parecía bien, pero no me dejaban ni tocar el azúcar. Todos los demás hábitos podía hacerlos a la vista de todos, pero el azúcar era algo que solo podía hacer en el armario”. No es para nada una carrera que debamos idealizar sin hablar de la parte más esquinada y oscura de su personalidad, que por suerte consiguió sanar tras pasar una larga temporada en una clínica de desintoxicación y escapar de la casa familiar.
El pasado mes, el cantante y marido de Lele Pons dijo en El Hormiguero frente a Pablo Motos que sería la primera y única vez que hablaría abiertamente de su problema. “Nunca antes lo había contado. Tuve una adicción a las drogas, estuve internado y me rehabilité hace dos años”. De no haber sido por su fuerza de voluntad y la ayuda de su pareja y su familia, cuenta, no lo habría superado.
El niño mago que sobrevivió, en las películas y la famosa saga de novelas sobre el mago huerfanito con una cicatriz, fue también el ser humano que logró vencer a su propio Lord Voldemort en la vida real: la bebida. Antes, claro, tuvo que darse cuenta de que tenía un problema entre manos. Así lo confesó: “Cuando bebía, me convertía en una persona totalmente diferente, hasta el punto de despertarme por la mañana en un lugar desconocido”
La protagonista de algunas de las teen movies más míticas de los 2000 reconoció en horario de máxima audiencia, frente a Oprah Winfrey, que sufría una adicción severa al alcohol. Con ella también se utilizó el apelativo tan desagradable de “juguete roto” de la industria audiovisual.
Seguramente, al galán de la meca del cine no le hace mucha gracia que aún le digan desde hace ya décadas que envejece como el buen vino, teniendo en cuenta que confesó que utilizaba el alcohol como “vía de escape” para librarse de su propio mito, con una industria que lo encasilló durante tantos años en la misma clase de papeles: cuerpo esculpido y guapo entre los guapos.
Un divorcio traumático con Angelina Jolie terminó por llevarlo a su punto más bajo: una adicción tan severa que tuvo que acudir a alcohólicos anónimos a tratar su problema de una vez por todas.