A la larga, cualquier relación romántica estable deja de parecerse a ese paraíso embotellado que tenemos en la cabeza cuando pensamos en una fantasía (y caemos en ella). Para que dure el amor, especialmente uno sano, hay que trabajárselo cada día. Si no lo haces, quizá estés en una relación tóxica y aún no lo sepas.
Olvídate de las ideas preconcebidas. Por muy dichosa que sea, la intimidad con el otro siempre encuentra un punto áspero, una cara un poco más amarga, una desafección que nos hace preparar el aguijón. Todos participamos de las dinámicas del conflicto de una forma o de otra; a veces mediante el consenso y la comunicación con nuestra pareja, porque sabemos que es importante llegar a pactos, y respetarlos; otras, vamos armados hasta los dientes y nos preparamos para soltar alguna frase cargada de resentimiento de la que sabemos que nos vamos a arrepentir.
Por desgracia, el amor está lleno de profecías autocumplidas. De hecho, que tire la primera piedra quien no haya soltado por descuido una frase malintencionada a su pareja que luego se ha enquistado como la larva de un problema mayor.
Te damos algunos trucos para evitar tu propia lengua viperina. Cinco frases tóxicas que nunca deberías decirle a tu pareja.
Si tú no le pides al chihuahua cojo de tu vecino que mejor sea un huski siberiano de pelo y lisura sedosa, tampoco le pidas a tu pareja que sea otra persona que no es solo porque en una cena con otros tórtolos, en el trabajo o en cualquier otro sitio hayas visto una escena con la que te gustaría compararte, y peor, has utilizado ese argumento para ganar terreno en una discusión. “Ojalá fueras como” licua veneno de víbora en cada letra, y lo sabes. De hecho, podrías hacer la prueba y tratar de averiguar si estás dentro de una relación sana.
Con esta invalidación comparativa, solo estás sembrando para recoger cierto rencor o desapego por su parte. Muy probablemente, él o ella también tenga otro ser humano idealizado y maravilloso con el que analizarte y compararte.
Ninguno de los dos tenéis que ser otra persona. Los pactos con los que habéis aceptado los defectos del otro, su terreno frente al tuyo y el equilibrio en mitad de esos dos universos, son tan importantes como todos los ladrillos que habéis ido poniendo juntos en vuestros años de relación para llegar a disfrutar del vínculo que ahora tenéis.
La manipulación, el victimismo y el reproche pasivo agresivo con los que anulamos la agencia y la libertad del otro para tomar sus propias decisiones no suelen acabar bien.
Hacerle creer que el amor está en juego, que tiene que saber cómo desactivar el cable rojo de la bomba, es poco inteligente. Otras amenazas nada veladas como “Si sigues así, lo nuestro se acabó” (la técnica de ser despiadadx para imponer coercitivamente un comportamiento), “Si te importara de verdad, no habrías hecho…” también aplican.
Pero sí te pasa, alma de cántaro, sí te pasa. Estás apretando los dientes hasta hacerte daño. Te has alejado de tu pareja un momento y has ido a la cocina para no ladrarle encima los perros del infierno. Quizás te da miedo su reacción y has preferido guardarte un detalle o un comportamiento que te ha molestado, y todas esas miguitas del rencor, como los fregaderos que se atascan, se acumulan y derivan frecuentemente en comentarios pasivo agresivos o explosiones más agresivas, con reproches que abusan o faltan al respeto.
Tienes derecho a “que te pase” algo; a sentirte mal; a querer expresarlo. La ciencia del asunto está en comunicárselo a tu pareja con empatía y tacto (pero también firmeza, porque los límites son importantes). Es posible que, así y todo, no se lo tome bien. No sabe nada del amor quien piense que no se discute, a veces de forma dolorosa. Lo fundamental es discutir bien.
Imagínate cómo se sentirá tu pareja si percibe que tú no crees en ningún tipo de futuro juntos y te comparas cada vez que puedes con el pasado. Spoiler: el pasado nunca vuelve a ser como era, ni falta que hace. Estás idealizando.
El terapeuta David James, en Cosmopolitan, es taxativo: “Esta frase devalúa los aspectos positivos de la relación actual y das a entender que tu pareja no está haciendo un buen trabajo".
Adivina, adivinanza: ¿qué hay que hacer cuando sientes que tu pareja podría esforzarse más en la relación?
“Nunca buscas tiempo para que estemos juntos”. “Siempre me cortas cuando estoy hablando”. “Nunca me dices la verdad”. “Jamás me cantas ‘Felices los 4’. Salvo que, manifiestamente, ambos seáis conscientes de que estas dos “bombas” argumentales se ajustan a la realidad, es preferible evitarlas. Spoiler: tu pareja no es perfectx, y tú a veces tienes el carácter de un perro con escorbuto, y el agua moja y el fuego quema.
La invalidación ‘total’ de un posible comportamiento de tu pareja hará que se ponga a la defensiva o contraataque con otro aguijonazo, un reproche laberíntico que ni tú recuerdas de dónde viene. Contra un “nunca” o un “siempre” es difícil discutir sin sentirse heridx.
Hay maneras mejores de sugerir un cambio de actitud por su parte. Basta con ponerle un par de cojines a la retórica y utilizar la gramática de la empatía. “Siento que a veces…”. “Últimamente pasa mucho esto; tengo la sensación de que no estás… Quería contártelo porque”. “Cada vez que repites este mismo comportamiento, me siento mal, y como veo que sigues haciéndolo, me es muy difícil llevarlo bien”.