Ecología y medio ambiente son dos términos que suelen ir de la mano. Sin embargo, aunque suelan usarse como sinónimos, no lo son. La ecología es, como explica la Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de Greenpeace Paloma Nuche, es la ciencia de los ecosistemas. Es decir, la rama que estudia la combinación de especies, el ser humano incluido, y el medio ambiente en el que habitan, así como las interacciones que se producen entre ellos.
Por su parte, el medio ambiente es el conjunto de “elementos físicos, químicos, biológicos y de factores sociales que son capaces de causar efectos a corto o largo plazo sobre los seres vivos y las actividades humanas, ya sea directos o indirectos”, tal y como cuentan desde la consultora geoespacial y ambiental Geoinnova. Un concepto muy relacionado con la ecología, en la medida en la que esta estudia el medio ambiente, pero no necesariamente equivalente.
En otras palabras, si estudiamos la ecología y ponemos en práctica medidas ecologistas, conseguiremos que el medio ambiente subsista. Si no, las posibilidades se reducen muchísimo.
Es una de las máximas de la ecología: tener en cuenta la salud del planeta en su conjunto, pero actuar siempre desde lo local, donde el impacto es mayor y más sencillo de poner en práctica. La frase original en inglés, “Think Global, Act Local”, se le atribuye al activista Patrick Geddes, quien al parecer la escribió en su libro ‘Cities in Evolution’, pero desde entonces se ha usado como eslogan en multitud de campañas ecologistas o estrategias empresariales; muchas corporaciones apuestan por crear raíces locales para implantarse mejor en las distintas comunidades.
Sea como sea, lo que está claro es que las acciones locales tienen un impacto no solo en la comunidad donde se llevan a cabo, sino también en otros espacios más alejados. “Todo lo que pasa en Galicia repercute en la Antártida y todo lo que está pasando en la Antártida tiene sus efectos en Galicia”, aseguraba en un evento el periodista Valentín Carrera. Y, aunque es cierto que los individuos tenemos poder de decisión sobre muchas acciones medioambientales, la mayoría “tienen poco impacto en las variables ambientales”, asegura el ingeniero forestal Julio Torres. “Reducir, por ejemplo, el consumo de agua domiciliario en un par de metros cúbicos al año, es marginal en el entendido que el 80% del agua que se consume a nivel país se debe a la agricultura”, explica en su blog.
El reciclaje, apunta el profesor, es la gran acción ciudadana asociada a decisiones individuales. Y, aunque su impacto es marginal “y simbólico”, no quiere decir que esto sea necesariamente “malo”. Las batallas ambientales, apunta, se dan en el ámbito de lo simbólico, y solo estas propuestas locales pueden presionar a empresas y gobiernos para que debatan y modifiquen sus patrones de consumo a nivel nacional y global.
Estos son tan solo tres medidas fáciles de implantar que se traducen en una colaboración con el medio ambiente, pero hay muchas más. La educación medioambiental y la ecología pueden ayudarnos a ser más sostenibles en nuestro día a día y, aunque las medidas con mayor impacto no dependen de los individuos, sí pueden tener cierta repercusión en las comunidades en las que habitan.