Todo lo que acompaña a la ’Paulownia tomentosa’, el árbol kiri o Emperatriz, son halagos. Que si purifica la tierra donde mete sus raíces, que si su madera es resistente y muy rentable, que si soporta bien los incendios… y, sobre todo, que está llamada a salvar el planeta. Quizás sea mucha presión para este árbol originario de China, que cada vez se planta más en España. ¿El problema? Se considera una especie invasora y, como tal, puede causar serios problemas en el medio si se ubica indiscriminadamente.
Este árbol frondoso suele crecer hasta alcanzar los casi 30 metros de altura, con troncos que abarcan entre 7 y 20 metros de diámetro y unas hojas que llegan a los 40 centímetros de ancho. Su sobrenombre, el de Emperatriz, se lo debe a la historia de su importación europea; el Kiri llegó al continente importado por la Compañía de las Indias Orientales, en la década de 1830. Poco después, llegaron a Estados Unidos y Canadá, donde se plantaron como árboles ornamentales; sus beneficios medioambientales se descubrieron mucho tiempo después.
Antes de llegar a Europa, el árbol pasó de China a Japón, donde obtuvo cierto reconocimiento internacional. El nombre de Paulownia se lo debe nada más y nada menos que a la Duquesa Ana Pavona de Rusia (1795-1865), a quien se dedicó esta planta excepcional. Capaz de crecer en suelos muy pobres, el árbol Kiri es capaz de regenerar sus raíces una y otra vez, además de resistir a los fuegos como pocas plantas. De hecho, se dice que es el único árbol capaz de soportar el fuego del ave fénix, símbolo de la inmortalidad.
Su crecimiento es espectacular: puede superar los cuatro metros anuales, y su madera es tan ligera como resistente, perfecta para hacer desde tablas de surf hasta instrumentos musicales. Por eso, la convierte en un caramelo para la explotación forestal, si bien hay que tener en cuenta que necesitan grandes cantidades de agua para mantener ese crecimiento. Sus grandes hojas pueden llegar a capturar casi 22 kilo de dióxido de carbono a diario y convertirlos en seis kilos de oxígeno; su absorción de CO2 es diez veces mayor a la de cualquier otra especie. De ahí que la paulonia sea un árbol que ya se ha plantado en multitud de países, esperando que insuflen kilos y kilos de oxígeno en el territorio.
Con tantas ventajas, cuesta ver al árbol kiri como una especie de enemigo planetario. Ahora bien, no es oro todo lo que reluce, y es cierto que a la hora de plantar este árbol hay que tener muchísimo cuidado. Sus dimensiones y características lo convierten en un problema para el entorno: si no se lo creen, que pregunten a los vecinos de Maine, Florida y Texas. En 2008 se presentó un proyecto para plantar un millón de kiris en este último estado; de esta forma, se recuperarían suelos contaminados y agotados por la explotación y los vertidos.
Una década más tarde, estos árboles están destruyendo los ecosistemas nativos de varios estados, hasta el punto de considerar a los kiris especie invasora en más de 10 estados. En Connecticut, la venta de esta planta está prohibida. En España también estamos bajo aviso y la Pawlonia está considerada una especie invasora por varias organizaciones medioambientalistas. Sin embargo, su peligro no está reconocido a nivel estatal; es complicado frenar el avance de un árbol que da tanto dinero y promete arreglar todos los problemas del cambio climático.
Un solo árbol kiri puede producir hasta 20 millones de semillas cada año, que se dispersan fácilmente gracias al viento, agua y otros agentes. Su habilidad para dispersarse en el terreno, advierten los especialistas, es enorme; hay que tener mucho cuidado a la hora de escoger las semillas que plantaremos de este árbol. Algunas son estériles y no tienen por qué suponer un problema.
En España, de hecho, tenemos una tradición larga de especies invasora. Quizás la más famosa sea el eucalipto, que comenzó a plantarse de forma masiva en la cornisa cantábrica, alrededor de la década de 1960. Pero hay muchas otras: el Jacinto de agua, que se plantó para decorar acuarios y ahora está de forma masivamente en el curso del Guadiana, o la mimosa, una planta que se adapta a cualquier tipo de suelo, se reproduce muy fácilmente y se ha quedado como plaga en el noroeste español.
Para que el kiri no se convierta en una especie invasora y podamos disfrutar de sus beneficios plenamente, debemos tener cuidado y controlar dónde y cómo la plantamos. Si no sabemos cómo, hay otras formas de ayudar al planeta